Capítulo 12: Los cincos sentidos de un semi demonio

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Al inicio de la mañana Koga y Ayame junto a sus hijos estaban listos para partir de nuevo a las cuevas. Los pequeños, que se agarraban de Inuyasha de cada extremidad, se negaban a irse. Hiroyuki por su parte no se apartaba de Moroha, quería de alguna forma dejar algo de él para alejar a Kenji, las sospechas que tenía sobre él no lo dejaban en paz.

-Hiroyuki, déjame hablar con Morohita- Koga alejó a su hijo. 

- ¿Pasó algo Koga? 

-No- el lobo le sonrió alegremente- Tu padre reaccionó anoche de la misma forma. Solo iba a preguntarte algo- hizo una pausa para mirarla fijamente y, como quien cuenta un secreto, se acercó mucho a la niña, para no ser escuchado- ¿Eres feliz?

-Sí, mucho. -

-Bien. Si es así, yo también- entonces, Koga la abrazó, aferrándola contra él. Sintió como el padre de la adolescente emitía un gutural sonido a su espalda, haciéndolo sonreír. 

-Tranquilo bestia, no he venido a llevarme a ninguna de tus mujeres. Aunque ambas saben que siempre pueden ir a buscarme si se aburren de ti. 

-Cállate lobo sarnoso y ándate antes de que se acabe mi paciencia- 

-Mi niña, ve a las cuevas, siempre estaremos esperando por ti- Ayame besó la mejilla de Moroha aguantando las intensas ganas de llorar, seguían doliendo ese tipo de despedidas. 

-Gracias a los dos- la muchacha les respondió agradecida con su sonrisa que la caracterizaba. 

-Niños, agarren fuerte al perro- Koga gritó una orden clara y precisa y sus pequeños obedecieron, para que a los segundos su padre se acercara a la sacerdotisa. - Hasta luego, Kagome. Te recuerdo que siempre que necesites contarás conmigo. 

El lobo tenía de ambas manos a la mujer que le sonreía nerviosa ante la cara de odio de su marido y la de sorpresa de su hija. Cuando Inuyasha se liberó del agarre de los niños, todos salieron corriendo al lado de sus padres para empezar la huida. 

- ¡Mejor corres Koga!- el lobo le guiñó el ojo a Moroha como respuesta y comenzó el recorrido con toda su familia junto a él. Hiro, antes de hacerse humo en el espeso viento de su remolino, le dirigió el último pensamiento a la niña-

-No te olvides que volveré por ti-

Su padre refunfuñó molesto en su puesto pensando cómo puedo tener en su casa a aquellos dos lobos aprovechados y confianzudos. Pero había sobrevivido sin arrancar ninguna extremidad y aquello era rescatable. 

-Hey. Tengo que hablar con ustedes- Moroha miró con cara traviesa a sus padres, indicando que volvieran entrar a la cabaña.

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Kenji se sorprendió de saber que sus maestros se irían por algunos días de la aldea. Él tenía la leve esperanza de volver a entrenar con normalidad, pero parecía que nuevamente las circunstancias lo impedían. Además, aún tenía que conversar con Inuyasha. Aunque no en ese momento, era consciente que si daba a conocer su historia arruinaría el viaje de la pareja. Por lo que entendió, Moroha quería usar parte de su premio para darle un regalo a sus padres, que consistía en nada más ni nada menos que unos días de “vacaciones” (concepto que usaban Kagome y Towa). Y no era que ella se lo dijera, su maestra tuvo la amabilidad de comentárselo en su lugar. Simplemente la adolescente aún no le dirigía la palabra más que para saludarlo, dando a entender que seguía molesta con él. Curioso, considerando que había perdonado al lobo entrometido y a su padre sin mayores problemas. Ni siquiera lo miraba. Era irritante. Lo otro interesante es que las mellizas y Hisui se habían unido a los hechos e invitaron por su parte al mismo lugar a sus padres por motivo de su aniversario. 

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