capítulo 29: La joven esposa

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Moroha
-Ammm…no quiero
-Moroha, despierta.
-Quiero dormir…
-Tu desayuno está listo
A algunos centímetros Kenji la miraba con un bol en las manos. Cuando notó que el sol estaba descubriendo el amanecer, Moroha se levantó bruscamente y se frotó los ojos mientras bostezaba. El olor de la comida recién hecha servía en parte para aligerar el pesar que siempre sentía al despertar, pero comer en ese silencio sepulcral que parecía envolver a los semidemonios el último tiempo no era un buen complemento.
-Gracias por el desayuno- dijo la adolescente apenas terminó de comer. Algo la inquietaba desde la noche pasada, algo que no se atrevía a poner sobre la mesa y temía que se le escapara todo aquello con un suspiro.
-No hay de qué.- respondió Kenji por su parte, mientras ordenaba las cosas en los bolsos de ambos, hasta que en cierto punto detuvo su acto y se enfocó en la niña- Moroha, si después de lo de ayer decides no seguir este recorrido conmigo, lo entendería.
-Keh…¿quieres que me vaya?
-Creo que tu quieres irte-dijo el hanyo con calma como si no le importara, lo que puso de mal humor a Moroha.
-No, yo me comprometí a hacerlo.
-Nadie te está obligando…
-Kenji ¿Callate, sí? Lo de ayer fue...algo raro, pero mis ganas de acompañarte siguen intactas.- el hanyo sólo aceptó su decisión con un gesto de la cabeza. Moroha a su vez sentía que a pesar de su determinación internamente estaba un poco herida, todo porque a pesar de que cumpliría su misión, era cierto que la frialdad del hanyo ayer era algo doloroso de recordar.
Desarmado el campamento, los dos muchachos siguieron su camino en medio del viento frío de la madrugada. Kenji le había explicado a Moroha en palabras cortas y precisas que llegarían a la aldea ese día, lugar donde deberían buscar a una mujer llamada Sakura para ir hasta el cementerio. El camino de los chicos sufría de lo mismo que el día previo: mucha calma entre ellos, al nivel que Moroha se rindió a dar suspiros cada cierto tiempo, resignada a que fuera lo que fuera la actitud de Kenji poco variaría. Pero ¿por qué él estaba así? No lograba entender que este Kenji fuera el mismo de la noche que lo abrazó para consolarlo, el mismo que la observaba con ternura.
Cuando llevaban gran parte de la mañana y de la tarde caminando, Moroha sintió un aroma delicioso atraerla como una abeja a la flor. Guiada por su instinto y su curiosidad, le pidió al hanyo que le diera un tiempo para ir hasta el sitio. Kenji la esperó por algunos minutos hasta que la adolescente volvió con él.
-¿Y eso?
-Son camelias. ¿Las recuerdas?- respondió Moroha mostrándole las flores rojas al muchacho.
-Sí...las de tu casa. Pero ¿para qué?- la pregunta de Kenji hizo que Moroha arrugara el ceño, confundida.
-Son para mostrar respeto a tu padre...no conozco muchas tumbas pero ¿eso es lo que se hace, no?
Kenji no respondió nada a ello, solo le asintió suavemente y siguieron su camino. Luego de un rato Moroha sacó de su bolso un racimo de una extraña fruta y comenzó a comer entusiasmada. Al notar que Kenji miraba curioso, le ofreció un poco.
-No gracias…¿de dónde la sacaste?
-De por ahí.
-No vi en el camino aquel fruto.
-Keh...estaban en una casa.
-¿Qué? ¿Las robaste?- preguntó el hanyo parando su andar y mirando a la muchacha a su lado que se hacía la desentendida mientras seguía comiendo sin cuidado su fruta, que le manchó de rojo los labios.
-No es robo si era una necesidad, tenía hambre.
-Eso es una regla inventada por ti…¿las flores también las robaste?
-Keh…
-Responde…
-No son de nadie si yo no puedo ver al dueño...
-Moroha ¿para que robas? Tenemos suficiente comida aquí…
-Ay…¡Kenji! No seas tan aburrido, no es el robo más grande de la historia, esto no me hace una bandida ni nada...solo fueron un par de frutitas para el hambre… ¡Deberías dejar de hacerte "él señor correcto" siempre! No exageres.
-No me hago "él señor correcto"- se defendió él, levemente sorprendido de cómo la niña lo había atacado.
-A veces no puedo creer que fuiste un hanyo huérfano ¿nunca tuviste que robar comida para sobrevivir?- preguntó esta vez Moroha mirándolo directamente fingiendo seriedad.
-Bueno...sí, algunas veces. ¡Pero solo cuando no tenía dinero ni podía trabajar por la comida!
-¿Vez? Yo ahora sé eso...y no te juzgo. En serio deberías ser menos aburrido a veces, divertirte un poco, nada de esto le saca un pedazo a nadie...
-Yo no soy aburrido...
-Keh… como digas. Pero no te imagino ni robando pequeñeces ni menos mintiendo piadosamente por diversión...sencillamente eres un anciano.
Kenji no volvió a decirle nada, se sintió lo bastante molesto como para ignorarla de una manera peor que antes, lo que hizo pensar a la shihanyo que por culpa de ella y su facilidad para decir tonterias las cosas solo habían empeorado. Pasadas algunos minutos, Moroha comenzaba a sospechar que se acercaban a destino cuando sintió el olor de una laguna y el ruido lejano de niños. Efectivamente, después de andar por un camino antiguo, llegaron a la aldea, un humilde pueblo de cabañas uniformes y avejentadas. La shihanyo observaba curiosa a todos lados a las personas a su alrededor que a su vez los miraban comentando cosas que intentaba ignorar, insinuando que eran desconocidos, que quizá estaban perdidos, entre otras cosas.
-No sé bien donde ir ahora, supongo que tendremos que preguntarle a alguien…
-Creo que esa casa es una posada, a juzgar por el tamaño. Ahí podrían saber algo.- indicó la niña. Cuando se dirigieron al sitio, un caballero muy anciano los recibió con una sonrisa arrugada.
-Bienvenidos ¿desean pedir una posada?
-Buenas tardes, la verdad estamos buscando a alguien…- dijo Kenji al hombre que asentía con la cabeza a todas sus palabras.
-Sí, sí hay piezas- respondió el anciano finalmente con una sonrisa que desencajó al hanyo que no entendía nada.
-No señor,le dije que estoy buscando a alguien...
-Sí hay cupos ¿por cuántos días se quedará?- comprender por los gestos del viejito lo que realmente pasaba, hizo que Moroha se riera a viva voz.
-Creo que el caballero está un poco sordo. ¡ESTAMOS BUSCANDO A UNA PERSONA, NO QUEREMOS UNA PIEZA!- gritó Moroha al señor que volvió a sonreír y hacer un gesto de entendimiento.
-Oh...ya comprendo. ¿A quién? Este pueblo es pequeño, seguro sabré de quienes se trata.
-Buscamos a la señorita Sakura- dijo esta vez Kenji, haciendo esfuerzos por subir la voz un poco incómodo de tener que hablarle así a un señor de más edad, situación que divertía a Moroha de sobremanera.
-¿Cómo dijo?-
-A SAKURA ANCIANO. ¡SA-KU-R-A!- el escándalo de la voz de Moroha hizo que Kenji sonriera por lo bajo, intentando no reírse en la cara del señor.
-Ah sí, ella es mi nieta. Sakura, sí. Esperen aquí.- apenas dicho eso, el viejo aldeano se fue muy lentamente hasta detrás del sitio en donde estaban.
-¡ESO SÍ QUE FUE SUERTE! ¡ES SU NIETA!
-Moroha yo sí te escucho, no necesitas seguir gritando- le respondió Kenji riendose, haciendo que la niña riera con él por lo cómico de toda la escena. Las risas de ambos se detuvieron cuando apareció la aldeana enfrente, muy alegre de volver a ver al semidemonio.
-¡Joven Kenji, que alegría volverlo a ver! Sea bienvenido al pueblo-
-Muchas gracias señorita Sakura.
-Estaba esperando su llegada- dijo la chica, esta vez mirando a Moroha de arriba a abajo con los ojos muy abiertos- ¿ella es su esposa? ¡Qué bella es! Se ve muy jovencita además, ¡bienvenida!
Sakura le hizo una reverencia a una incrédula y muy abochornada Moroha que le respondió de igual manera. Antes de que la niña pudiera arreglar el error de la aldeana, Kenji se adelantó.
-Sí, estamos recién casados y venimos a mostrarle respeto a mi padre. El nombre de mi mujer es Moroha- dijo el hanyo, haciendo que Moroha se atragantara con su propia saliva de lo impactante que fue escucharlo decir eso. Sakura, en medio de su risueña expresión, ayudó a la shihanyo golpeándole suavemente la espalda y pidiéndole a una persona que estaba en el sitio que trajera agua.
-Los felicito, me alegra mucho saber que el hijo de Mori sensei tiene una familia, él estaría muy orgulloso de usted.
-Gracias señorita Sakura. No quisiéramos molestarlos demasiado, si pudiera indicarme como llegar al cementerio se lo agradecería mucho-
-Oh entiendo, pero hay un problema.
-¿Cúal?
-¡Solo se pueden visitar las tumbas en la mañana! Nunca de tarde ni de noche, puede algún alma maldecirnos por la falta de respeto.
-Emm...entiendo, pero necesitamos ir luego.
-¡No hay prisa! Déjenme hacerles una atención, su padre era muy querido en el pueblo y nos encantaría agasajarlos, sobre todo considerando que están recién casados..¡Además es la semana de celebraciones! Por el aniversario de fundación de la aldea. Celebraremos, comeremos perfectamente, dormirán muy cómodos y mañana podrán cumplir con su tarea.
-No es necesar…- alcanzó a decir Kenji cuando Moroha adelantó un paso y lo detuvo con su brazo.
-¡Muchas gracias por el ofrecimiento! Con mucho gusto aceptaremos- dijo la muchacha ante la mirada circunspecta de su compañía que rápidamente cambió a una expresión mordaz por las ocurrencias de Moroha.
-¡Muy bien! Por favor síganme, los llevaré a una habitación adecuada y luego serán llamados para que se unan a mi familia y a la aldea.
Kenji y Moroha asintieron al mismo tiempo y la siguieron hasta un pasillo largo con varias estancias ocupadas, lo que los hizo pensar que probablemente había mucha gente por aquel aniversario, mucha más que lo normal. Llegaron a las puertas de una habitación que los dejó a ambos boquiabiertos por lo bella que era. No era ostentosa, al contrario, la sencillez de la misma la hacía maravillosa a sus ojos de jóvenes. Junto a un gran futon había kimonos puestos de dos en dos y en una esquina una fuente con cosas para beber.
Luego de una serie de indicaciones, la joven se marchó del lugar, dejándolos a solas.
-¡¿Qué fue eso?!- preguntó Moroha a Kenji mirándolo muy enojada mientras se desprendía de su capa, de sus armas y del bolso que llevaba a la espalda, pero el chico solo subió los hombros como si nada.
-Que cosa
-¿Recién casados? ¿Tu mujer?
-Ah...sí, me pareció que sería mejor seguirle el hilo de la historia, así no provocaremos sospechas si es que alguien nos está siguiendo. Además…¿no es divertido?- explicó Kenji, dejando entrever con su tono al decir las últimas palabras que deseaba poner a prueba a Moroha.
-Sí, claro, divertido. ¡Pudiste decir que soy tu hermana o lo que sea…!
-¿Eso te parece más fácil de fingir? ¿Después de todo lo qué pasó entre nosotros?- la pregunta de Kenji hizo volver a avergonzarse a la chica, que ladeo la cabeza dando un "Keh…" en respuesta, con un lindo sonrojo de complemento. -Oye…te quejas por eso pero ¿y tú qué tramas? Podríamos habernos quedado en el bosque como estos días, no era necesario aceptar todo esto, no deberíamos abusar de ellos.
-Ella se mostró muy servicial, me parecía descortés negarle nuestra presencia en la celebración- dijo la shihanyo sonriendo con los ojos brillantes del gusto.
-¿Lo hiciste por la comida y el alojamiento verdad?
-¡Obvio que sí, nunca se rechaza comida y dormitorio gratis!- replicó Moroha sacándole otra sonrisa a Kenji. Ambos acomodaron sus cosas y rápidamente fueron llamados por Sakura que los llevó hasta un inmenso salón coronado con una mesa larga llena de deliciosa comida, a juzgar por el sentido del olfato de la shihanyo. Sentaron a la "pareja" justo en medio de mucha gente e inmediatamente comenzaron a ser acosados con preguntas de ancianos, jóvenes y niños.
-¿Usted es el hijo de Mori sensei? ¡Se parecen mucho!-preguntó una mujer mayor mientras tocaba el rostro del hanyo sin ningún permiso- aunque me atrevería a decir que usted es más atractivo…
-Eh...gracias señora.
-Y miren sus ojos, son curiosos- agregó otra aldeana más joven luego, mientras le servía un poco de sake a Kenji que no alcanzó a negarse.
-¿Ella es su esposa? ¡Es muy joven! ¿Qué edad tiene jovencita?- comentó ahora un aldeano que a su vez le sirvió sake a Moroha.
-Edad insuficiente para beber-respondió Kenji por ella sacándole de la vista el sake.
-¡Pero una mujer casada si está con su marido si puede!
-Eso suena razonable- agregó Moroha quitándole de las manos el vaso a su falso marido que arrugó el ceño.
-¡Coman todo lo que quieran por favor! Hoy es el último día del aniversario, es la coronación de la nueva señorita de la aldea y más tarde habrá un baile ceremonial con luces. - explicó Sakura en medio de la gente con una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando las cosas y las preguntas comenzaban a calmarse, Moroha aprovechó de comer todo lo que se le pasaba por delante frente a la curiosa mirada de los aldeanos que comentaban entre risas su buen apetito. Kenji por su parte prefería ir de a poco. Pasados los minutos la gente parecía estar más "a tono" con la ocasión, bailando y cantando en el lugar todo gracias al impulso del alcohol. En cierto punto, los semidemonios vieron entrar al comedor a una bella muchacha finamente vestida que con la vista gacha se dirigió sin prisas hasta el frente. Luego, otra chica aún más bella se unió.
-¡Que el joven Mori corone a la señorita!- gritó un anciano que fue presentado previamente como el padre de Sakura, el jefe de hogar e hijo del viejito sordo- ¡Vaya, vaya, no sea tímido!
-Papá se llama Kenji, no Mori…-lo corrigió Sakura haciendo reír a más de un ebrio en la habitación.
-Gracias pero no me siento dign…- nuevamente, antes de terminar de hablar, el hanyo fue interrumpido por su joven "señora".
-¡Kenji ve, ve, no seas bobo vamos!- le ordenó Moroha muy risueñamente, a lo que el chico accedió con un suspiro y se levantó entre aplausos para hacer lo debido, no sin antes arrancarle de las manos su cuarto vaso de sake a la shihanyo que gruño en su lugar.
El hanyo fue llevado junto a las muchachas por el patriarca que le hizo quitarle a la antigua señorita la artesanal corona entre alaridos de la gente, pero antes de poder continuar, otro aldeano desconocido y mayor gritó algo inentendible. Antes de poder captar lo que pasaba, la muchacha besó la mejilla de Kenji. Un beso largo y sonoro que hizo a los aldeanos del sitio vitorear.
-¡Bien, ahora la otra!
Kenji, que no entendía nada, se dejó llevar y puso la corona en la cabeza de la nueva señorita en medio de muchísimos más ruidos. Luego, la joven se le acercó y le dió otro beso similar en la otra mejilla.
-¡Muy bien chicas!- gritaron varias personas alegremente- ahora la nueva señorita que atienda al joven.
Terminado el cambio de señorita, la gente siguió celebrando y conversando en sus puestos. Kenji se situó junto a Moroha y junto a él la jovencita coronada se colocó a servir sake y ofrecerle cosas de comer, incomodando un poco al hanyo que no sabía decirle que no a nada.
-Has de sentirte como en casa con esto- le dijo Moroha casi en el oído a Kenji, luego de tirar un poco de su ropa y acercarlo a ella.
-De que hablas...esto es incómodo- respondió en susurros él con la cara trastornada al notar que la niña estaba notoriamente ebria. Sus ojos cafés estaban totalmente dilatados, brillantes y sus mejillas rojas, así como su pequeña nariz.
-Si cl-claro- gruñó Moroha en su sitio, un poco acostada en la mesa, con un pedazo de carne apretado en una mano y en la otra un poco de sake. - Estás acostumbrado a las mujeres, los besitos…
-No me celes, estás ebria, podrías arrepentirte de lo que me digas- le respondió él, quitándole las cosas de las manos y enderezando a la chica un poco.
-¡No sea así, son jóvenes, celebren! Déjela embriagarse, cuando se ponga a tener bebés será imposible que hagan estas cosas.
Con la mención de bebés, Moroha escupió sin quererlo el resto de alcohol de su boca, haciendo reír a la gente alrededor.
-¿Cuántos bebés desearían tener?- preguntó Sakura que apareció de la nada. Moroha, que parecía haber despertado un poco por la vergüenza, estaba quieta en su sitio.
-Yo creo que unos seis más o menos. Yo no tengo familia y Moroha en cambio tiene una muy grande y unida, me gustaría una como la de ella- dijo Kenji, perturbando de tal manera a la chica que solo fue capaz de agachar la cara por lo roja que se sentía, ya no por el alcohol, sino por él.
-Eso sería hermoso, por favor traiganlos aquí- terminó Sakura con una sonrisa.
-¿Traer a quién…?-preguntó el anciano sordo que también apareció de la nada, al parecer de Moroha que seguía queriendo entender como Kenji actuaba tan normal diciendo esas cosas sobre ellos. ¿Hijos? ¡¿Seis?!.
-¡A sus hijos abuelo!.
-¡Ah si, traiganlos, nietos de Mori sensei! Déjeme decirle al joven que su mujer es una bella jovencita, tiene una belleza extravagante…
-Gracias señor- dijo Kenji con una sonrisa muy dulce- Es verdad, Moroha tiene una belleza distinta, su cabello es de un tono azulado nocturno y sus ojos tiene un trasfondo cristalino, que confunde si su tono es café o un dorado oscuro- manifestó el hanyo mirando directamente a la aludida con una sonrisa muy leve y mientras le acariciaba un mechón de pelo suelto con delicadeza para alojarlo detrás de su oreja humana. Moroha, que no comprendía bien por su mareo que estaba sucediendo, si era muy consciente de lo agitado que estaba su corazón con la mirada cálida del chico.
Para distraerse de lo confundida que se sintió de escuchar aquellos cumplidos, Moroha se enfocó en beber y comer más, intentado equilibrar ambas cosas pero olvidarse de otras. Kenji seguía animadamente hablando con los aldeanos, escuchando cosas de su padre y siendo encantador en demasía, mientras lo único que podía hacer ella era preguntarse ¿por qué? ¿Por qué era así con ella? Hace poco lo había dejado claro, él estaba bien con su término. Bien ¿no quería eso decir que ya no sentía las mismas cosas por ella? ¿O solo quería decir que estaba de acuerdo con que entre ellos nunca más pasara algo? Fuera como fuera, su certeza radicaba en que lo que le había dicho, con un propósito o sin él, la habían hecho sentir tan embelesada como hace tiempo no se sentía. Feliz, calmada, segura...enamorada, en definitiva.
La fiesta comenzaba a ceder a la noche y la gente fue llamada afuera para ver el cierre. Moroha y Kenji fueron juntos hasta ser ubicados entre la muchedumbre. La shihanyo se sintió genuinamente emocionada de ver la bella danza que varios aldeanos representaron frente a ellos, vestidos de increíbles kimonos de distintos colores y motivos, dando pasos y movimientos que la chica nunca había visto antes. El encanto de todo aquello unido al adormecimiento tibio de su cuerpo hicieron que Moroha se sintiera alegre mirándolo, que relajara su cuerpo y apoyara casi sin querer su brazo contra el del hanyo, que no se alejó de ella. Al rato, cuando el baile cesó y las luces de colores volaron por el cielo gracias a unas lámparas, la adolescente sintió que volaba con ellas y se permitió apoyar su cabeza en Kenji, acercándose despacio a su pecho y abrazándolo de lado mientras seguía mirando.Él, por su parte, la abrazó de vuelta y le acarició la espalda con un dedo, dibujando círculos y formas sobre la tela de la ropa de Moroha, haciéndola sonreír a su tacto, simple pero electrificante.
Minutos después ambos se fueron a la habitación que les habían dejado guiados nuevamente por Sakura que, dentro de su propia borrachera, les guiñó el ojo antes de irse a su propia pieza. Cuando se vieron dentro y notaron el único y gran futón en el suelo, Kenji le dió la espalda a una aún mareada shihanyo.
-Duerme en el futon, yo dormiré contra la pared, no sería bueno que bajemos la guardía hoy- dijo sin mirarla. Moroha, que entendía el gesto, le dio la espalda por su lado.
-Gracias…
Ambos se dieron unos segundos para cambiarse de ropa y rápidamente estuvieron cada uno en su lugar, esperando agarrar el sueño que ninguno tenía. Moroha temía que la sola presencia de Kenji en ese lugar la hiciera alterarse demasiado, lo que era malo considerando que ambos eran muy capaces de percibir ese tipo de si, lo que no esperaba la chica notar era la tensión del chico en algún momento.
-¿Pasa algo?
-Sí ¿no lo sientes? Es un demonio, muy cerca.
Moroha se levantó de su cama y fue fácil notarlo, efectivamente un monstruo estaba cerca de la posada. La pareja falsa se levantó y tomaron sus respectivas armas para salir, en silencio, por la puerta que daba al jardín. Fueron deprisa detrás de la presencia para encontrarse a una figura inmensa con forma de un animal indescifrable.
-Keh, una estupidez- dijo la chica sacando su espada y cortando con increíble naturalidad al ser.
-¡No! ¡Espera!- gritó Kenji pero no fue capaz de detenerla, cuando la chica cortó al ser extraño muchísimos demonios se desprendieron de él, en camino hacia ellos. Al instante Moroha, notando su error, se alejó algunos pasos y comenzó a tirar flechas sagradas que no lograban matarlos a todos. Kenji a su lado hacia lo propio con su espada. En cierto punto la niña se detuvo asombrada de notar que ahora, cuando Kenji realizaba sus movimientos de kendo contra los seres, su espada creaba una suerte estola que seguía cortando demonios.
-¡Y esa habilidad!
-Es de mi espada, la aprendí hace poco- explicó Kenji terminando con los últimos demonios. Cuando ambos creyeron estar libres, del cielo saltó otra forma como la anterior.
¡Kenji cuidado!- gritó esta vez ella, logrando empujarlo lejos del ser. Y cayendo ambos bruscamente contra una piedra que le dió directamente en el cuerpo del hanyo. -¿Estás bien?
-Sí...creo que me golpeé un poco en la cabeza- respondió él mientras volvía a pararse. Cuando estuvieron de pie Moroha pudo ver en los ojos de Kenji como su sangre había comenzado a espesarse nuevamente...a cambiar de olor.
-¿Te estás transformando? Pero como…
-Moroha pelea- sin más, Kenji se lanzó contra la figura distrayéndose y generando lo mismo que antes para luego ambos seguir matando a los demonios y seres. Lo distinto al caso anterior fue que Kenji se movía con una agilidad y de una forma casi sádica que sorprendió a la adolescente, que se detuvo cuando creyó que sus ataques eran innecesarios: el hanyo los estaba masacrando fácilmente solo. Algunos seres, que caían agonizantes al piso, eran rematados sin piedad por el chico que, entre risas, los cortaba hasta que dejaba de moverse. El último demonio, más inmenso que los otros y más fuerte a juzgar por cuanto había durado, había terminado en el suelo con un furioso hanyo sobre el. Kenji mantenía la espada en alto mientras el ser se retorcía. Moroha no pudo creer pero el chico, en vez de matarlo, comenzó a cortarle las extremidades.
-Kenji...creo que ya está muriendo. Déjalo- pidió la shihanyo, casi asustada de hablarle. Cuando se vió observado por Moroha, el hanyo dejó su actuar y mató de un solo golpe al ser usando su nueva técnica, cortándolo por la mitad con el lazo que se desprendía de su katana. La mirada enrojecida y la piel notoriamente más oscura del chico era imposible de ignorar , al igual que la pose antinatural del chico que miraba a Moroha ya un poco consciente de cómo estaba.
-Basta, ya se acabo. Los salvamos. Salvamos a la gente de aquí, tranquilo Kenji- con su tono suave, Moroha se acercó a un sucio de sangre hanyo que respiraba pesadamente. La calma del chico volvió gradualmente, aligerando la angustia de Moroha que alcanzó a tomarlo de un brazo y llevarlo con ella hasta la habitación. Una vez dentro, la adolescente recostó al semidemonio en el futón y con un paño mojado con el agua de la Fuente, inició su recorrido para limpiar un poco la sangre de su cara. -¿Ya estás mejor?
-Sí...yo...creo que casi me transformo.
-Yo diría que sí…- dijo Moroha, dejando su acto y sentando frente a él.
-Aunque aun me siento fuera de mi mismo- admitió el hanyo, mirando con aquella pesada sombra sobre él a la niña- siempre me sucede. Demorará en irse, mejor déjame solo.
Moroha no le dijo nada pero sabía que probablemente la solución estaba en ella. Con calma, arregló su propia ropa considerablemente menos manchada de sangre y se acercó a Kenji.
-Puedo ayudarte, con mis poderes sagrados. Cierra los ojos.- cuando el joven obedeció, la niña, con ambas manos, sostuvo la cara del hanyo y cerró sus propios ojos. Poco a poco Moroha enfocó su mente y cuerpo en concentrar su energía purificadora. Sabía que su madre era capaz de hacerlo con su padre, así que confiaba en parte que ella podría hacer lo mismo. El rostro tibio del chico y el calor que desprendían las manos de ella creaban una unión curiosa entre ambos. Moroha podía notar por el olfato y por su sensibilidad de miko que Kenji comenzaba a mejorar y pasados unos segundos abrió los ojos.
-¿Estás mejor?
-Sí- respondió él, abriendo los ojos y sonriéndole con tanta ternura que Moroha se sintió tormentosamente encaprichada de esa expresión- gracias.
-No es nada- dijo ella, soltándose y alejándose de él algo inquieta por la reacción de su propio cuerpo.- Ahora...acuéstate sobre el futón y descansa.
-Estoy mejor, iré a mi lugar- dijo el intentando levantarse pero Moroha se le puso al frente y lo empujó por el pecho, haciéndolo chillar un poco.
-¡Quédate quieto! No te preocupes por mi, al rato te sacaré de mi futon, tranquilo, ahora obedece.- lo regañó Moroha con el tono más serio qué era capaz de expresar. Ella por su parte se sentó cerca de Kenji. Después de un buen rato, él volvió a hablar.
-Hoy fue un disparate todo el día-
-Sí...supongo. Pasó de todo.
-¿Supongo?- dijo él con una sonrisa irónica- fue caótico.
-Sí...estuvo entretenido siendo sincera, me emborraché. Creo que aún estoy un poco mareada- explicó Moroha entre risitas traviesas. Se detuvo sólo cuando la duda retornó a ella- aunque...si hay algo que no entiendo aun.
-¿Qué cosa?
-Porque tú...tú fuiste así conmigo.
-¿Así? No entiendo.- dijo él, levantándose y sentando sobre el futon para darle su atención a la chica, que era incapaz de mirarlo.
-Nada, olvídalo.
-¡Dímelo! Realmente no sé a qué te refieres.
-¡A las cosas que me dijiste! Tu juego de los esposos creo que lo entiendo pero tus palabras…
-Ahh...bueno. Eso fue parte de todo- respondió Kenji.
-Entiendo. Entonces…quizá fue mala idea toda esa mentira.
-¿Cuál es el problema de fingir que somos pareja?- replicó el hanyo mirándola un poco molesto. - tu dijiste que yo era aburrido, creí que sería divertido jugar a ello…
-Vaya ¿entonces todo fue porque te dije aburrido? ¡No seas absurdo Kenji! - gritó Moroha enojada, todo parecía muy sin sentido ante el hecho de que todo había sido solo una simple actuación.
-¿Yo absurdo porque? Si yo soy absurdo tu eres la contradicción hecha persona…
-¿Qué quisiste decir con eso?-
Moroha no pudo continuar alegando porque Kenji comenzó a quejarse y tocarse el hombro, en el justo momento en que un intenso olor a sangre la invadió. La chica se acercó a él sin preguntarle, ante la mirada fastidiada de él.
-Tu herida se abrió.
-Condenada herida, no quiere curarse.-
-Descúbrete.- ordenó ella, mientras traía consigo su bolso.
-No servirá de mucho.
-¡Al menos dejara de sangrar un rato! Deja de ser tan terco y descúbrete para curarte.
Kenji, un poco menos ofuscado, dejó libre su hombro y parte del pecho para que la niña atendiera su herida.
-Parece que sigues actuando como mi mujer, a juzgar por cómo me regañas a cada rato.
-Silencio.
-¡Ay! Moroha, arde mucho, ten más cuidado.- pidió Kenji en medio de alaridos de dolor pero la niña, que seguía molesta, continuó con su trato brusco sobre la herida. Hasta que Kenji la detuvo tomándole de la muñeca.
-¡Qué haces, suéltame!
-Estás siendo malvada, esta herida es especialmente dolorosa, tus garras bordean lo venenosas.
Moroha, que estaba sostenida por el hanyo y casi podía apoyar su frente en la de él por lo cercanos que estaban, se quedó quieta y perdida en la intensa mirada que le dió Kenji para detenerla. La muchacha sintió nuevamente como los violetas ojos del chico la traspasaba. A la vez, su pecho se agitó de tal forma que era lo único que se movía de ella, arriba y abajo, atormentado. Por un instante la pelea y la rabia tonta entre ellos se transformó en una conexión invisible, que los hizo a ambos perderse en el otro. Tanto así, que Moroha cerró los ojos tímidamente cuando vió a Kenji acercarse un poco más a ella mientras le miraba los labios, tan sonrojada y nerviosa como si fuera la primera vez que sentía su respiración en la boca. Pero nada sucedió. Pasados unos segundos, abrió los ojos y el hanyo la había soltado. Así, sin más.
Reaccionó solo para alejarse un poco y volver a sentarse, pero mirando al lado contrario del hanyo. El peso del rechazo fue tan intenso para la muchacha que se hundió en un horrible sentimiento de vacío, algo que nacía en su estómago y terminaba en su pecho. ¿Por qué había pasado eso? A los segundos otra horrible sensación le llegó a la mente: sentirse ridícula. Ahí estaba ella, tonta, enamorada, dejándose llevar...
-¿Estás decepcionada?- preguntó Kenji calmado después de un incomodo tiempo de silencio, mirándola de reojo. Ella solo estaba metida en su mundo, intentando ignorarlo, pero cuando escuchó esa palabra, supo qué era cierto.
-Quizá un poco…
-Lo siento.
-No entiendo...
-¿Qué no entiendes?
-Me dijiste que estaba bien que no estuviéramos juntos, que tu estabas bien con eso. Pero luego, momentos como ahora, me miras distinto, con anhelo. Te acercas a mi, me dices cosas lindas y yo...ya no sé qué pensar. Aquí no hay nadie para quien tengas que actuar como mi marido- expresó Moroha de forma tan libre que se odio un poco de ser tan sincera, como nunca probablemente.
-No pensé que lo verías así.- explicó Kenji- no creí que fuera tan importante.
-Quizá para ti no pero para mi sí, me confunde. Si el que me digas eso y que nos acerquemos no te importa no significa que sea igual para mi- dijo la adolescente, esta vez tomando el valor suficiente de mirarlo a la cara, a pesar del bochorno, la rabia y la pena por su rechazo.
-Creo que estás confundiendo las cosas
-¿Ahora me insultas? ¡No soy tonta, es obvio por tu actitud!- le gritó Moroha sin ningún aguante, conteniendo unas lágrimas de rabia que le surgieron de la nada. Kenji la detuvo haciendo un gesto con las manos pidiéndole que se tranquilizara.
-Nadie te ofendió. Yo...tampoco soy inmune a esas cosas, por supuesto que me importa.
-¿Te importa ?
-¡Claro que sí!
-¡¿Pero por qué…?!
-Porque no quiero hacerte más daño.
-¿De qué hablas? ¿Qué daño? - preguntó Moroha, genuinamente interesada.
-¿Recuerdas cómo estabas cuando llegué al escondite? ¡Te desmayaste en mis brazos! Tu madre me dijo que tuviste fiebre por días, solo por la pena que sentías. Sin mencionar que tu padre se encargó de dejarme en claro lo qué pasó contigo después de nuestro término. Me dijo que te encontró llorando en el bosque, que dejaste de comer como siempre lo hacías, que no querías hacer las cosas que te gustaban. ¿Cómo se supone que ahora, con todo lo que está pasando, pretenda que eso no sucedió?
-Pero eso fue normal, si tenía pena, pero sabía que era algo necesario y no me arrepiento. No sé si te sientes bien o mal en tu aldea, pero sí creo que sirvió para descubrirte a ti mismo. ¡Y ahora no solo te estas ayudando, estás ayudando a tu gente!
-Sí lo sé Moroha...si fue así. Pero que sea normal no significa que quiera que lo vivas.
-Espera, no. ¡No puedes decir eso, son cosas naturales!. Mi papá y tú creen que deben salvarme de todas las experiencias difíciles de la vida pero ¡no se puede Kenji! Tenía que pasarla mal...Y supongo que tampoco estabas feliz al día siguiente ¿o sí?
-Por supuesto que no...la pasé pésimo. Los días que pasé en casa de Hisui fueron eternos. Y la noche en que me fui…
-Sí, esa la noche cuando mi papá me encontró en el bosque.
Los dos semidemonios se entregaron al silencio que continuó a esas palabras. Moroha empezaba a sentir que todo su miedo tenía encuentro directo con los sentimientos del hanyo. Pero para Kenji…¿eso qué significaba? ¿Que sí seguía sintiendo cosas por ella?
-Kenji…
-Dime
-Entonces ¿qué...sientes por mí?- preguntó Moroha procurando que no se le notara lo ansioso que sentía el cuerpo.
-Yo me siento igual, Moroha. - la respuesta de Kenji pareció un suspiro, dejado en el aire, casi inentendible.
-¿Igual?
-Nunca he dejado de sentirme enamorado de ti...
Moroha sintió que le volvía en parte el alma al cuerpo al escuchar esas palabras. Se permitió sonreír tímidamente, absolutamente entregada a su bochorno y la inquietud de su corazón. Una determinación interna la hizo sentir en calma y decidió actuar.
-Confía en mi, Kenji- dijo la chica finalmente, levantando la mirada de su regazo.
-¿Cómo?
-Quiero que confíes en mí, que estaré bien- repitió ella, acercándose al hanyo lentamente y apoyando su frente en su pecho, sosteniendo a la vez con sus dos manos su ropa- te lo prometo. Pero ahora yo…
-Moroha…
La niña, liberándose a su instinto, subió la cabeza hasta la de él haciendo contacto entre sus narices. El recuerdo tan nítido de la primera vez que estuvieron así en medio de una noche tan fría como esa fue suficiente para que la shihanyo cayera en el mismo estado de ensoñación. Mientras hacían esa suerte de danza entre ambos rosándose y sintiendo sus respiraciones muy de cerca, Moroha podía sentir el palpitar enloquecido de su corazón en los oídos, parecía que su corazón quería escaparse por donde fuera de ella por el éxtasis que comenzaba a sentir. Esta vez fue ella quien se atrevió a romper el espacio fuera del tiempo entre ellos y se acercó para besarlo. Un beso muy sencillo, apenas un contacto manso entre un par de bocas que ya se conocían demasiado bien.
-Espera, Moroha- pidió Kenji sin alejarse ni un milímetro de ella, con las palabras bordeando la súplica y con los labios apenas abiertos, al igual que sus ojos.
-Shh…-respondió ella contra él, apretando más sus manos contra la tela de su ropa- estará todo bien…
Lo que siguió a ello fue un sendero tan manifiesto entre ambos que el ímpetu de Moroha y el silencio circunstanciado de Kenji en signo de derrota los hizo someterse al beso. La shihanyo ya no pensaba en nada más que en lo satisfactorio que se sentía el calor de él junto al de ella, el gusto húmedo de su lengua y la firmeza de las manos del hanyo, las que bajaron de sus hombros a su cintura con lentitud. Como muchas veces, el contacto de ellos era una mezcla perfecta entre diversos sentidos: el olerse mutuamente con ansias, tocarse cautamente pero con hambre y consumir el sabor del otro, porque sí, ambos se consumían lentamente en su apasionado beso.
Moroha, pérdida, se agarró a su cuello y Kenji, sosteniéndola por la espada, la acercó más a él, subiéndola a su regazo. Se soltaron solo cuando ninguno ya podía respirar apropiadamente. Lo primero que vio la adolescente al abrir un poco los ojos fueron los de él, totalmente encendidos. Luego, el muchacho beso con ternura su nariz, sus dos mejillas acaloradas y su frente, haciéndola reír.
-Maldita ¿por qué me haces esto?- le preguntó él sonriendo también por verla reír en sus brazos.
-Tonto, yo no hice nada…- respondió Moroha aun con la sensacion de los besos en el rostro, hasta que la certeza de un mordisco en la oreja la sorprendió,haciéndola sentir un calor exquisito en el vientre que la recorrió completamente. Acto seguido, Kenji escondió su rostro en el cuello de ella para olerla y darle besos en el cuello, dejándole un camino húmedo y tibio a la muchacha.- ¿qué haces…?
-Creo que no tengo ninguna fuerza de voluntad- le respondió él, lo que le pareció un brusco cambio de tema a la adolescente- Pero es que te extrañe tanto…
-Y yo a ti- terminó ella, permitiéndole al hanyo seguir con sus besos. Ella por su parte, le paso la mano con los dedos abiertos por la nuca subiendo por su cabeza para luego bajar lentamente por su cabello, lo que hizo que Kenji se enderezará por el cosquilleo y que dejará sus mimos.
-Moroha…no hagas eso…detente.
-No quiero- dijo ella sonriendo maliciosamente. Iba a intentarlo de nuevo pero Kenji le sostuvo la mano por la muñeca y, con su otra mano, comenzó a hacerle cosquillas en el estómago a la niña que comenzó a reírse.
-¡No, no, basta!- a pesar de las súplicas entre risas de ella, Kenji siguió, llegando a un punto en qué la adolescente se desplomó contra el futón con el hanyo sobre ella haciéndole cosquillas. La sensación cambió repentinamente cuando Moroha sintió la mano áspera de él por dentro de su ropa, pegada a la piel de su estómago. Las cosquillas pasaron a una caricia ansiosa por su cintura, mientras ella se agarró de nuevo a su cuello para que la besara. Por dentro Moroha sentía que estaba hecha de fuego, envuelta en una sensación de placer tan inmensa por tenerlo tan cerca besándola y reconociéndose recíprocamente que creía que no podía ser nada más que deseo puro. Ese mismo desvarío hizo que, en un susurro, le dijera "Mío" mientras ella misma se desvivía a besos alrededor y por sobre la herida de garras que le había hecho al hanyo.
La constatación de que lo que estaba pasando entre ellos subía de nivel, no hizo dudar en ningún momento a la muchacha, que se dejó estar en todo lo que siguió a ello. Ni siquiera se hablaron, simplemente se miraron, se tocaron y se dejaron hundir en las ansias de ambos, porque nunca fue necesario decir nada ni mediar un acuerdo entre ellos para que las cosas fueran, inevitablemente, hasta donde los dos se morían por terminar.

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