Aquella mañana la miko se despertó con un sonido en la parte delantera de la cabaña. Al principio se sobresaltó, pensando que era alguna especie de emergencia pero, cuando se levantó aun vestida con su ropa blanca de dormir, encontró a su hija con las manos sobre una serie de platos rotos. Le sonrió ampliamente y Kagome solo pudo responderle con la misma sonrisa. Moroha no sabía mucho de costumbres domésticas, a pesar de que en el transcurso de ese año desde que habían comenzado a retomar la vida familiar que habían perdido, la sacerdotisa se había esmerado en enseñarle lo más básico, desde cocinar en el fogón, hasta quehaceres del hogar, como lavar ropa o limpiar adecuadamente. Sabía que su niña había tenido que hacer la limpieza en la choza del hombre para el que trabajaba, pero con un par de oportunidades pudo notar que solo eran pobres intentos.-Los lobos no limpian nada, simplemente dejan todo tirado, incluso los cadáveres de los animales que cazan a diario- Moroha le había relatado eso hace un par de semanas y, cada vez, Kagome y su marido se espantaban del tipo de sorpresas que se llevaban.
De todas formas, no podía quejarse demasiado, Koga y Ayame habían criado a su bebé como una niña feliz, empática y buena. Fuerte también, pensó finalmente. Era buena para la lucha y tenía una habilidad con el arco que ella misma nunca alcanzó. Muchas veces cuando la veía entrenar con Inuyasha, un pequeño sentimiento de calidez la embargaba al pensar que, aunque no la habían criado, ella era la mezcla perfecta de ambos. La primera vez que la vio, creyó ver a su marido en versión femenina y bajita. Su ropa, su sonrisa burlona, la mirada penetrante y el listón que simulaban orejas eran inquisidores y la golpearon de frente. Pero, con el paso del tiempo, noto el parecido consigo misma. Primero, lo vio con sus actitudes, Moroha solía hablar siempre conservando una sonrisa para quien fuera y conservaba en su interior un deseo oculto porque los demás se sintieran bien con ella, por lo mismo, no tenía esa impetuosidad tan molesta de Inuyasha (que no tenía ni antes ni ahora pelos en la lengua) su hija, en cambio, sabía cuando callar cuando algo involucra los sentimientos de otra persona. Luego, la gente a su alrededor como Sango o la gente de la aldea le hacían comentarios como “su hija es tan bella como usted” “su hija tiene su espíritu, su alegría”
Kagome, despertando de su pequeño trance, ayudó a su pequeña rápidamente y notó cómo ésta había intentado servir el desayuno en tres pocillos puestos en una pequeña cubierta un poco alta, donde la sacerdotisa intentaba simular una mesa baja para las comidas. Terminaron ambas de servir tres porciones y se sentaron en silencio una junto a la otra. Pudo notar por un momento que Moroha estaba nerviosa, lo vio en su constante movimiento de piernas, incesante.
-¿Qué sucede? - Kagome la miró directamente.
-No, nada, esperare que llegue Inuyasha.
A pesar de que llevaban casi un año viviendo juntos, la niña aun no sabía decirle papá a su esposo. La verdad, ella lo asociaba a las personalidades tan similares de ambos, era fácil que entre ellos se sintieran incómodos, a pesar de que con el tiempo habían logrado tener una conexión que, también concluía, tenía que ver con el tipo de vida que habían tenido que llevar.
En un momento, Inuyasha entró sin ningún cuidado a la cabaña, casi rompiendo la puerta corrediza que Kagome con mucho esfuerzo había logrado incorporar a la casa. Su esposo llevaba consigo un canasto enorme lleno de frutas, seguramente de las que se repartían con Miroku después de sus expediciones, las que retomaron luego de que el monje terminara su entrenamiento.
- ¡Puta puerta endemoniada!
-Bueno días… Moroha nos preparó el desayuno...- Kagome vio de reojo a su esposo, reprochándole con la mirada sus palabras.
El hanyo se detuvo en señal leve de sorpresa y solo miró a su hija, que se reía de las palabrotas de su padre, mientras se sentaba junto a ellas.
-Pues algo ha de querer, ¿o me equivoco?- le sonrió burlón, a lo que la niña se sonrojó levemente y lo miró culpable. La miko observó la escena con extrañeza, en cierto modo podía responder a los nervios de la niña.
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La Vida Como La Soñamos
Fiksi PenggemarEsta historia y los personajes no me pertenecen la historia pertenece a "Doratina" en fanfiction y twitter (@EmilyCyrine) los personajes pertenecen a "Rumiko Takahashi". Créditos a "Tokio cristal" por la portada. Moroha tiene un año, dado por sus p...