Capítulo 17: La propuesta del demonio

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Moroha salió de su habitación con una sonrisa encantadora, había dormido como hace tiempo no lo lograba y la verdad, si hubiera dependido de ella, no se hubiera levantado de su cómodo futón, en el que podía entre risitas ensoñadoras recordar el día anterior. Kenji y ella habían llegado tardísimo de su visita a la playa, todo porque ambos, envueltos en sus propias sensaciones, habían perdido irremediablemente el sentido de la responsabilidad y solo cuando el hanyo notó el paso del tiempo ambos corrieron a la cabaña, aún un poco mareados por el día mismo. Y por supuesto, ninguno entró sino antes pasearse por el mini campo de flores silvestres que quedaba cerca de la aldea, la técnica secreta de Moroha para despistar un poco el buen olfato de su padre. No funcionaba en su totalidad, pero al menos en este caso distraería al padre de la evidencia puesta en el olor de los dos jóvenes entre mezclado. En su sueño permanente, la adolescente no notó a su madre mirándola fijamente, concentrada, como intentando descifrar el código que era la sonrisa de su hija. 

-¡Es un lindo día mamá! Iré a bañarme al río y volveré luego. No desayunaré, nos vemos- sin demorar salió rauda de la cabaña, sabía que aunque su madre no pudiera identificar nada por su aroma, de todas formas quería interrogarla por la tardanza la noche anterior. Cuando estuvo junto al agua, se metió sin pensarlo y dejó fuera de la misma solo su nariz y sus ojos. De esa forma era fácil ponerse a reflexionar nuevamente y, es que a pesar de lo fría de la corriente que la envolvía, su sonrisa sumergida bastaba para distraerla del ambiente. Luego del conflicto que ella misma había creado con el hanyo, todo se había resuelto a favor de ambos; ella había logrado entregarle su feo regalo (pero lleno de amor, por supuesto) y también, asunto que más que avergonzarla la llenaba de un dulce calor en el pecho, habían sucedido “cosas” entre ellos que eran absolutamente nuevas. Cerró los ojos aun dentro del agua porque sus memorias de los besos demás, las caricias demás y las palabras demás no le daban tregua. Si bien las cosas claramente avanzaban entre ellos, ninguno llegó al punto de que todo se volviera excesivamente prohibido. Kenji la detuvo cuando perdió la conciencia de ella misma y comenzó a entregarse de sobre manera a sus instintos más primitivos. Y se lo agradecía, porque aunque en ese momento hubiera sido capaz de dejarse morir por él, ambos respetaban en sus silencios que no era esa la noche.

Lo único que la desbarataba un poco, era saberse total y completamente hechizada por Kenji. Seguía en su interior sospechando que el muchacho, con sus etéreos y calmados ojos violetas, la había puesto bajo su imperio o algo por el estilo, porque sino no se explicaba cómo se ponía tan tonta, distraída y risueña a su lado. Lo peor es que ni siquiera se sentía errado, al contrario, se sentía increíblemente correcto. 

Cuando salió del agua y de sus pensamientos, decidió que lo esperaría radiante, que más daba si se comportaba en ocasiones como las aldeanas de la aldea desesperadas por novio, ya ni eso le significaba una secreta carga, porque en ese momento estaba tan serena y feliz por cómo iban las cosas con su querido hanyo que solo deseaba arreglarse, verse bonita para él y, si era posible, lograr escaparse nuevamente. Y así lo hizo, apenas llegó su madre la obligó a secarse, la obligó a usar otra ropa y ella se dejó, todo para al final pedirle que la hiciera dos trenzas y se las amarrara al pelo por detrás con una cinta, esta vez una de las que le dió Towa en su cumpleaños. Kagome estaba encantada, la peinó con cuidado y luego hizo lo que su hija le había pedido, pero lo que no se esperaba era lo que le dijo luego.

-Mamá ¿tienes ese pigmento para los labios que sueles usar? El que trajo Towa del futuro, que te regaló hace un tiempo. 

-Sí, está en la habitación…¿por qué?- aunque parecía obvio, la novedad entorpeció a la sacerdotisa que miraba un poco pasmada a su hija.

-Keh...quería ponerme un poco si me dejas. Solo un poco, es que...no sé, como estoy un poco mayor creo que puedo...si no quieres, no- 

La miko solo le sonrió, corrió hasta sus cosas como temiendo que la niña se arrepintiera y con cuidado le mostró cómo se hacía, ya que era muy distinto aplicarse ese maquillaje al típico labial de esa época que se colocaba con los dedos. 

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