El delirio de Moroha
Al parecer cuando el corazón siente angustia, miedo y anhelo a la vez los días pasan sinuosamente lentos. El lugar donde se encontraba estaba muy lejos de los olores y los sonidos que Moroha ya reconocía como familiares. Es curioso lo rápido que se había acostumbrado a la buena vida y lo mucho que le costaba dejarla en parte. Pero al menos estaba con sus padres, en aquella cabaña pequeñísima y rodeada de una serie de campos de protección espirituales hechos por Kagome y con colmillo de acero como defensa extra incrustada sobre la puerta.
Llevaban seis días eternos resguardados en aquel reducido espacio y cuando comenzó a sentirse ahogada dentro del hogar, en gran parte por lo pesado de sus pensamientos, decidió crear su espacio personal fuera de la misma para observar los alrededores en silencio. Su mamá asomaba la cabeza cada cierto tiempo para mirarla con expresión de tristeza y Moroha lo sabía pero ignoraba aquel gesto, más que nada porque le daba igual. Lo único que quería la shihanyo, algo que guardaba en su corazón pero que era obvio para sus padres, era ver a Kenji sano y salvo. Estar fuera y un poco alejada de sus padres le permitía no tener que fingir que estaba bien porque claro que no lo estaba, después de todo se había enterado de una pésima manera que había herido de muerte a una persona inocente.
"Inocente pero un tonto" pensó Moroha, absorta en las estrellas de la noche que recien iniciaba. Cuando volvía a sus recuerdos veía con mucha claridad como el hanyo se había quedado quieto frente a ella, sin defenderse, listo para recibir su flecha purificadora.
Agitó su cabeza a los lados intentando ignorar sus pensamientos e ideas. Dejó de darle vueltas al asunto solo cuando fué llamada por su madre a cenar. Se levantó sin ganas y vió entonces que en la entrada de la cabaña su padre la esperaba apoyado.
-Entra enana, hace frío y vas a resfriarte.
-Sí, ya voy…
La cena transcurrió muy normal, sus padres discutían asuntos del cachorro y las cosas que necesitarían, pero en su mente Moroha solo tenía un vacío provocado por su angustia.
-Hija come algo- pidió Kagome al notar que no había probado nada- ¿Quieres hablar de lo que te pasa?
-No, no se preocupen.- dijo Moroha intentando cambiar el semblante. Lo que menos deseaba era expresar lo que sentía.
Ninguno de los padres insistió, dejaron que la niña saliera nuevamente al exterior y, pasados unos segundos, Inuyasha salió con una manta a tapar a la niña por la espalda con mucha ternura.
-No te acuestes tan tarde…- le dijo el hanyo, sonriéndole cuando ella asintió con la cabeza para luego entrar a la cabaña.
Como todas esas noches Moroha se durmió solo cuando el cuerpo no le daba más y lo poco que soñó no ayudó en nada a su descanso.
El día siguiente se dedicó a entrenar un poco en soledad. El que vino después a ese leyó un poco. Al siguiente decidió afilar todas las armas, las suyas y las de sus padres.
Y cada día que pasaba, rezaba silenciosamente con una sola intención en mente. Pero, como cambio a su monotonía, el día siguiente a ese despertó levemente resfriada. Su madre intentó prohibirle quedarse afuera pero solo logró que Moroha le permitiera abrigarla más y darle hierbas medicinales junto a la entrada de la cabaña. Inuyasha por su parte decidió acompañarla en silencio, velando que la fiebre que le dió no aumentara. En medio de su sensación de calor y el frío de su cuerpo que hacía perfecto contraste, Moroha recordaba cosas de manera suelta mientras seguía mirando a su alrededor, esperando.
En cierto momento de su delirio vino a su mente la noche en que cuido de Kenji y este le contó parte de su historia. Recordó también la sopa que le hizo, asquerosa sopa por lo demás, para luego recordar que habían terminado ambos fuera de su hogar y como todo llevó a que se dieran su primer beso. No sabía si su calor era a causa de la fiebre o de lo placentero que era recordar ciertos puntos de su vida, como aquellos instantes en que se dejó llevar por la ansiedad que sentía de estar cerca del hanyo para terminar teniendo una experiencia tan nueva como alucinante.
Estaba tan inmersa en su fantasía perfecta mental que no notó qué pasó el día y como su fiebre había subido a tal punto en que estaba casi desmayada contra la madera de la cabaña, murmurando cosas sin sentido y siendo llevada por su padre dentro de la misma para poder ser cuidada por Kagome. Moroha solo podía sentir su cuerpo fatigado, muy cansado y sudado, mientras lograba mirar en pedazos de lucidez a su madre decirle cosas desde lo alto. Ni siquiera fue consciente de que, finalmente, sí se había desmayado por algunas horas. Todo transcurrió para ella como un sueño tibio donde veía pedazos de su vida, que era la forma que tenía su mente para resguardarse del hecho tormentoso de que habría herido a una persona que amaba con toda su alma.
Los pedidos angustiados de Kagome y los ojos ámbar de su padre cuidándola fueron apagándose igual que su mente, tan hartos de seguir en pie cuando solo querían apagarse para no sufrir, pero Moroha no podía hacerlo, simplemente porque sus sentidos se negaban a silenciarse totalmente, expectantes de cualquier cosa que los hiciera rebrotar.
Era como estar muriendo, aunque ella sabía que no era así. Después de luchar silenciosamente, a su cabeza llegó nuevamente un escena de ella misma, practicando arco y enseñándole algunas cosas a unas aldeanas que solían acercarse a ella. Cuando las muchachas se habían marchado, los instintos le habían hecho saber que no estaba sola, porque apoyado un poco más allá estaba Kenji mirándola, silencioso, con una expresión neutra y concentrada, sin decirle nada. Se había sentido espiada...por lo que se enfadó, haciendo un gesto con las manos como preguntando "¿qué haces?" Pero el chico solo se aproximó a ella, muy sereno, para quedar muy cerca y seguir mirándola directamente a los ojos.
-¿Qué hacías? - Se atrevió a preguntarle Moroha, intentando ignorar lo nerviosa que se puso al comenzar a notar sus ojos tan clavados en ella.
-Te miraba…
-Keh…¿Por qué?
-Solo te miraba Moroha
-Eres raro ¿que intentas?
-Me gusta mirarte, nada más que eso
Moroha podía revivir con mucha certeza esas palabras suaves junto a su rostro y lo abochornada que se sintió luego cuando Kenji le tomó la cara con ambas manos y la besó, sorprendiéndola. El aroma de bosque del hanyo se metió por su nariz, le dió una cosquilla deliciosa en la garganta y bajó hasta su pecho ansioso, quemándola. Ella sentía como un tesoro secreto lo mucho que le gustaba el olor del hanyo, el como le encantaba sentir que, cuando se besaban, la esencia de él se metía un poco en ella y se mezclaba dentro, haciéndole vivir todo tipo de cosas. Cuando Moroha comprendió cómo se conmovía con el contacto de Kenji, deseo para sí misma que aquello que le producía no se acabara y, que si lo hacía, no le doliera, porque le costaba inmensamente imaginarse lejos de esas sensaciones...
Aquella sensación dócil no desaparecía, incluso sin tener su recuerdo, porque de alguna manera dicho aroma se había vuelto a impregnar en ella e incluso, parecía iba rodeándola, la visitaba y le advertía…
Muy agitada y bañada en sudor, Moroha se incorporó de su futón sacándose de encima como mucha premura las capas de ropa que la cubrían, para levantarse a duras penas del piso, encorvada y un tanto mareada.
-¿Hija? Te levantaste.. ¿A dónde vas?- alcanzó a decir Kagome antes de que Moroha se aproximara a la entrada con movimientos rápidos pero torpes, agarrada de la pared por el esfuerzo que hacía de recobrar la vista. Inuyasha, que estaba fuera, se topó con su hija de frente, se miraron un segundo y entonces la chica pasó a su lado para salir de la casa dando unos pasos más tímidos que antes.
Kagome, que no entendía nada, se puso al lado de su marido para ver a su hija.
Pero Moroha, que aún podía percibir el ardor de su instinto en el pecho, sintió que daba por primera vez en muchos días una respiración profunda, que llenaba sus pulmones de aire y le quitaba un peso horrible del alma cuando vio entrar al campo de protección a Kenji.
La mirada de los dos conectó tan rápidamente que eso bastó para que ella se aproximara con una misteriosa energía hacia él, ansiosa y feliz por verlo vivo. Moroha no lo pensó, no supo ni siquiera en qué dimensión estaba, lo único que hizo fue lanzarse sobre el hanyo, abrazándolo con todo el esfuerzo de su pequeño cuerpo contra la armadura y el tamaño de Kenji, que se le quedó mirando a la altura que los separaba, paralizado de su reacción pero con un sentimiento de tranquilidad muy similar dentro de él.
Moroha se dejó llevar, otra vez, por aquel olor, que si bien no era exacto al de antes, tenía un subtono oscuro que en ese momento no le molestaba en absoluto, porque estaba ahí, con Kenji, que seguía con vida.
-Estás vivo, que alivió- le susurró la shihanyo al muchacho, que seguía atrapado en los brazos de la niña, muy quieto- creí que habías muerto...creí que mi flecha te había purificado...yo...yo pensé tanto…¿por qué demoraste tanto en venir? Papá dijo que vendrías en pocos días…
Kenji, que miraba a Moroha soltar unas lágrimas solitarias que le daban en la ropa, no era capaz de hablar. Había pasado mucho tiempo.
-¿Estás herido? ¿Estás bien?- preguntó la chica, levantando su rostro enrojecido por la fiebre y la alegría, mirándolo con sus ojitos cafés brillando, totalmente entregados, lo que hizo que a Kenji le saltara el corazón.
-Sí, estoy bien Moroha, no te preocupes.- le respondió finalmente él, mirándola fijamente y sonriéndole levemente. La shihanyo entonces se separó un poco de él, alejando su propio cuerpo pesado con los brazos pero sin soltarlo. Kenji podía ver con facilidad que Moroha estaba débil, a juzgar por el calor que irradiaba. Pero lo que vino luego no pudo imaginarlo.
-Tu…¡eres un idiota!-le gritó Moroha, apretando sus manos contra él y luego soltándolo, dando un movimiento brusco a causa del desequilibrio- ¡Cómo pudiste aceptar ese plan tan estupido, tan arriesgado!
Kenji, perplejo, se quedó con las palabras en la boca, mientras la chica se acercaba nuevamente a él y comenzaba a golpearlo con todas sus fuerzas, las que en ese momento no eran precisamente muchas. Le daba golpes de puño en el pecho, en los brazos, torpes como los de una niña pequeña, los que el hanyo detuvo sosteniéndola de los brazos con suavidad ante la estupefacta mirada de sus maestros.
-¡Suéltame! ¡Maldito! No sabes cuanto te deteste y como sufrí luego, he tenido los peores días…
-Lo sé Moroha, realmente creímos que serí…¡Moroha!- antes de poder terminar, Moroha se desmayó frente al chico que alcanzó a sostenerla de un lado, cayendo los dos al suelo, el arrodillado frente a ella y la chica recostada de lado.
Al abrir los ojos, lo primero que hizo fue dar un salto y quedar sentada en el futón que la cobijaba. Su madre, que estaba a su lado, le sonrió.
-Buenos días hija, dormiste mucho ¿te sientes mejor?- preguntó la miko, mientras acomodaba el pelo desbaratado de la cara de su hija y arreglaba las mantas sobre su regazo.
-Sí, eso creo, ya no siento esa fatiga…¿mamá que fue lo que …?- la voz de Moroha se cortó cuando su mirada dió de frente con Kenji que estaba sentado un poco más allá, mirándola con calma. No había sido un sueño.
-Te desmayaste, hiciste mucho esfuerzo. Pero tu fiebre cedió rápidamente luego de eso.- le explicó su madre, sonriéndole y fijándose que en realidad la niña no le prestaba atención a ella- no te levantes aun, iré afuera a decirle a tu padre que estaba buscando leña y de paso iré por agua.
Kagome, sabiendo que incomodaba en ese momento, se levantó sosteniendo su pancita y salió muy alegre de la cabaña dejando un hilo de silencio extremo dentro de ella. Cuando Moroha se dió cuenta que llevaba muchos segundos mirando al hanyo desvió la vista con leve sonrojo. Kenji por su parte se levantó de su puesto y se sentó junto a ella, ofreciéndole de paso un poco de agua. Ella aceptó sin mirarlo, enfocada en beber y muy nerviosa. ¿Que se suponía que diría?
-Te ves más repuesta- dijo Kenji, rompiendo el silencio- tu madre me explicaba que llevabas varios días con fiebre alta.
-Emmm…-
-Te desmayaste frente a mi- la voz del chico, como un susurro, desequilibraba a la niña que aun no entendía que aquello era real. El esfuerzo de Moroha por no hacer contacto visual con Kenji era insoportable, tanto así que no podía hablar- ¿necesitas algo? Quizá quieres que me vaya, parece que te incomodo.
-¡No!- pidió la adolescente, está vez dándole la cara al chico- es solo que...no sé bien que decirte.
-Creo que ayer me quedó todo claro- le dijo él, sonriendo de medio lado, mientras Moroha recordaba su abrazo lleno de júbilo y los golpes que lo secundaron.
-Lo que hicieron fue tan estúpido.
-Bueno, la verdad en gran parte el plan lo armaron Myoga y mi maestro- se justificó el chico, haciendo que Moroha arrugara la frente.
-Trió de estúpidos- gruñó Moroha, sacándole una risa suave a Kenji por la expresión de hastío de la niña.- Quizá debiste morir en ese momento por desconsiderado.
-Gracias-
-Tu...estás diferente- soltó la shihanyo luego de dudarlo unos segundos. Kenji solo subió una ceja.
-Sí, han pasado muchas cosas. A menos que te refieras a la ropa y el peinado…
-A todo. Tu olor también es diferente-
-Sí tu lo dices- respondió sin entusiasmo, lo que llamó aún más la atención de Moroha. -¿Qué haces?
-Voy a salir de aquí, ya estoy mejor- respondió ella mientras se levantaba intentado escapar de la tensión entre ellos, pero cuando iba a mitad de camino una pierna no la acompañó y se inclinó hacia adelante, siendo alcanzada nuevamente por el hanyo que la agarró de la cintura con una brazo.
-¡No puedes pararte! Acuéstate - ordenó el chico con un tono dominante que sorprendió un poco a Moroha, aparte de el hecho de que la sostuviera de la cintura la descolocó un poco. Lo peor es que, cuando la recostó, siguió muy cerca de ella mientras ordenaba su ropa a su alrededor.
-Ejem...- un gruñido duro se sintió en la entrada en la que apareció Inuyasha mirando con cara de pocos amigos a los dos muchachos frente a él. Kenji, divertido, se alejó un poco de la chica y Moroha se puso aún más roja.- Despertate enana...que bueno. En breve tendremos la cena.
Kenji, sin ser ordenado, salió para ayudar a Kagome, dándole un respiro al nerviosismo de la niña. Odiaba estar tan alterada, parecía que la nueva actitud de hanyo, más dura, le estaba chocando más de lo esperado.
A la hora de cenar la adolescente, que seguía recostada pero hacía compañía, miraba como el silencio molesto entre los hanyos no se rompía con nada, ni siquiera con Kagome y sus comentarios del bebé.
-Si ustedes planearon esto- dijo entonces la niña, aburrida de la incómoda velada- ¿por qué no me contaron del problema? Yo hubiera podido ayudar...
-Keh...ya lo hablamos Moroha, entiende que lo hice para cuidarte a ti y a tu madre. ¡Son temas que no debe tocarte, son mis asuntos! - gritó Inuyasha molesto.
-Sí, tu padre dice la verdad- agregó Kenji, igual de serio pero bastante más calmado- los problemas con Koriu no son realmente tuyos.
-Vaya...entonces algo debió salir mal porque ¿qué pasa entre ustedes? Ni siquiera se dirigen una palabra.
-No insistas enana…- pidió el hanyo mayor, mirando de reojo a su hija-
-Cuando quemaste las cosas que mandó Kenji...te veías muy molesto. Me cuesta entender que fuera un plan. Más viniendo de ti, papá, que apenas guardan secretos. Ya tu discípulo es otro asunto- las palabras heridas de Moroha enervaron a su padre, que volvió a gruñir.
-Keh…todo eso fue por la vigilancia del ex maestro de Kenji, si fui convincente es otro tema.
-Fue bastante convincente- dijo esta vez Kenji, que mantenía la mirada fija en el fuego donde estaba la olla de comida- no recuerdo que pactáramos eso.
-¿Qué se suponía que hiciera?
-Si se pasó de la raya, maestro. El plan era hacerlos creer nuestra pelea, pero usted quemó cosas que EN SERIO envié para ustedes- Moroha, que no podía creer que Kenji estuviera siendo tan "atrevido" con su padre, miraba callada, igual que su madre- Fue innecesario.
-¿En serio? ¿Que se supone que diría luego a Kagome y Moroha? -replicó Inuyasha.
-Simplemente lo hubiera dejado así, Yorio no tenía porqué saber de dónde había salido esa caja-
-Keh...claro, luego de los hechos es fácil hablar. No debiste enviar nada, fue arriesgado-
-De hecho, también se le pasó la mano con lo que me dijo cuando fue a la aldea ¿lo recuerda? - dijo Kenji, esta vez mirando a su maestro.
-¡Bien! Si, si estaba molesto contigo. ¿Es necesario que lo explique?- bufó el peliplateado notablemente molesto, mirando desafiante a su discípulo que no le quitaba la mirada. Moroha, que sentía las auras oscuras entre ellos, comenzaba a creer que habían arruinado todo.
-Basta, déjenlo. Aún queda mucho por hacer…- dijo Kagome, acariciando el brazo de su esposo para tranquilizarlo.- Ha sido todo complicado, por hoy les pido tengamos una cena normal y luego podrán hablar en privado- Ambos hanyos, que no querían en realidad alterar ni a la enferma ni a la embarazada, aceptaron.
Después de la llegada de Kenji, pasaron un par de días en que, junto a Myoga, los hanyos conversaban sobre los pasos a seguir, siempre con un ambiente muy cortante entre ellos. Moroha tampoco hablaba con el más joven, más que nada porque aún no resolvía que decirle. Lo que seguía a grandes rasgos era que Kenji lograra convencer a su tío que la venganza estaba resuelta para sacar a Inuyasha y familia de la ecuación para sí concentrarse solamente en derrocarlo, lo que según Myoga implicaría una guerra interna entre los que creía en su tío versus la gente que apoyaría, en teoría, la idea de Kenji. Como todo clan de demonios, bastaba con una lucha limpia que dejaría al ganador como líder. El plan parecía sencillo a simple vista, pero Moroha sospechaba que con Koriu nunca se podía estar tan seguro, porque a pesar de que era un yokai debilitado en sus poderes tenía una serie de herramientas extras que lo hacían temible para cualquiera.
La tercera noche desde la llegada del hanyo menor, Moroha se fue a solas al jardín protegido por los campos para estar lejos de los malos ánimos del resto de la gente. Sentir el aire puro le servía luego de tantos días encerrada durmiendo, situación de la que estaba muy harta a esas alturas. A los minutos de estar sentada en silencio mirando las estrellas, sintió como Kenji se sentaba a su lado, sin decirle nada. El cuerpo entero de la adolescente se sobresaltó, expectante de lo que fuera.
-¿Está bien si me quedo aquí? Tu padre no deja de mirarme enfurecido- explicó el hanyo, sin mirarla.
-Sí...aunque siento perfectamente que está en la puerta espiando sutilmente…- Kenji sonrió porque aquello era cierto, su maestro estaba a lo lejos atento a ellos dos- probablemente escuche todo también.
-No me importa- manifestó Kenji, denotando una real falta de interés que no dejaba de sorprender a Moroha.
-Emmm...oye
-Dime
-Esa noche ¿estabas transformado, verdad?- preguntó la niña, logrando por primera vez que Kenji girara su cara y la mirara, haciendo a su parecer que se iluminara un poco la noche con sus bellos ojos violetas.
-Sí. No totalmente, pero sí- apenas la respondió, el chico volvió su vista al cielo. Para Moroha era muy obvio que Kenji no deseaba mirarla directamente mucho tiempo.
-Entiendo...lo sentí por tu aroma. ¿Desde cuando tu…? Si no quieres decirme está bien…
-De hace un tiempo. Los entrenamientos a los que me sometieron abrieron esa puerta-
-Tu aun tienes un aroma algo diferente y...tambien siento olor a una herida en ti- confesó Moroha, un poco indecisa porque realmente no sabía qué esperar de ese Kenji más "seco".
-La herida ha de ser la que me hiciste ¿lo olvidaste?- preguntó él, sonriendo irónicamente y descubriendo un poco el lado derecho de su ropa dejándole ver su cuello y hombros heridos con una marca de las garras de la niña, que cuando vió la herida abrió inmenso los ojos.
-¿Qué? ¿Y duele?- preguntó y sin analizarlo mucho se aproximó a él para tocar la herida un poco, haciéndolo soltar un quejido-¡disculpa! ¿No te curaste?
-¡Claro que me curaron! Pero la condenada cicatriz no quiere curarse, a veces se abre. En parte por eso demoré en venir acá- dijo el un poco desorientado al notar la mano de Moroha sobre él, pero no la quitó.
-¿Me dejas curarte? Quizá las hierbas de mamá sirvan más.
Kenji, quien dudó unos segundos, asintió y dejó que la chica entrara a la cabaña y volviera con todo lo necesario.
-Mi papá finge dormir pero hasta aquí siento sus gruñidos.
-Ahora que sabe que tuvimos algo no nos dejará en paz- agregó Kenji, logrando que la chica se sonrojara un poco por su mención. Sin hablar más, Moroha arregló la ropa del hanyo, alejándola con cuidado de lo que alcanzaba a ver de herida y comenzó a untarle un remedio de su madre con delicadeza, mientras Kenji cerraba los ojos intentando concentrarse en no dar quejidos de dolor, porque de verdad le ardía.
-Esto debería ayudar...nunca me he enfrentado a una herida hecha por mis propias garras, mañana le preguntaré a Myoga ¡debiste decirme antes!- lo regañó ella, mientras cubría su trabajo, dudando si ordenarle la ropa o no al muchacho.
-No lo creí necesario- admitió él, cubriéndose solo y logrando que Moroha se alejara de su cercanía. La poca comunicación entre ellos esos días tenía en estado de alerta a Moroha, que en el fondo deseaba mucho hablar con él, preguntarle tantas cosas…
Luego de la curación, pasaron minutos en que nadie habló aunque para ambos era obvio que algo entre ellos parecía vibrar, palpitar por la anticipación.
-Moroha- susurró él, sacándola a ella de su melancolía.
-¿Sí?-
-¿Por qué no fuiste?- la pregunta de Kenji, tan precisa como solemne, descolocó mucho a la niña, que levantó la ceja.
-¿No fui...a dónde?
-A la reunión, la que me pediste tener-
-Espera- dijo ella, comprendiendo a lo que se refería él y sentándose más cómodamente para darle atención.- ¿tú si fuiste a la cita?
-Sí, tal y como te lo dije- replicó Kenji devolviéndole la atención muy serio.
-Algo no me hace sentido, te pedí que me respondieras el mensaje pero nunca recibí respuesta.
-No es así, yo respondí apenas lo recibí. Y…- antes de terminar de hablar, Kenji temió qué hubiera resuelto su duda por si mismo- me encontré con Hiroyuki.
-No lo sabía, como no recibí respuesta creí que era tu forma de decirme que no.
-¿Le contaste al lobo que nos veríamos, verdad?-
-Ehhh...sí, sí. ¿Por qué?
-¿No lo ves?- le dijo él, está vez concentrando en descifrar en los ojos de la niña si daba con la verdad o no.- Yo si te envíe la respuesta y fui. Cuando llegué allá ese lobo irritante me dijo que no irías y que te dejara en paz.
-¿Insinúas que fue él? Pero porque…
-Moroha- susurró Kenji- es obvio que él tuvo que destruir tu mensajero espiritual. A menos que me estés mintiendo, porque yo no lo hago.
-¡Yo tampoco te miento! Si te cité ese día no era con intenciones de dejarte plantado, yo quería saber como estabas-
-Lobo maldito- los ojos de Kenji de un momento al otro se pusieron de un tono oscuro y rojizo lleno de rabia que asustó por unos segundos a Moroha.
-No entiendo porque Hiro actúa así, él no es mala persona, es un poco idiota a veces pero nunca creí que haría eso…
-No peques de inocente, sabes perfectamente que es capaz de hacer esas cosas.- replicó el hanyo sin una gota de compasión a los sentimientos de ella- probablemente la discusión a gritos que tuvimos ayudó un poco a aumentar su odio.
-Keh...lo resolveré con él luego-
-No, deja que yo lo haga- pidió Kenji- evidentemente su problema es conmigo. De todas formas, es un alivio
Las últimas palabras del muchacho habían bajado el tono, transformándose en un hilo de palabras que quería ser mentales pero se le habían escapado.
-¿Por qué lo dices?
-Porque creí de verdad que me odiabas. No te culparía, después de todo podría jurar que Hiroyuki te contó todo...lo de las concubinas, de Sayumi...
-Sí...me lo contó. Creo que no deseaba hacerlo, pero no pudo aguantar el secreto.- escuchar de las boca de Kenji hizo de aquellas verdades algo tan tangible para ella que Moroha se sintió súbitamente desolada, desilusionada.
-Claro. Pero en ese momento lo único en lo que pensaba era que me detestabas-
-Tonto- con esa palabra, Moroha logró que el hanyo volviera a mirarla con una expresión contrariada en el rostro pero con el corazón ansioso dentro de su pecho- ¿Cómo se supone que voy a odiarte? Yo no puedo odiarte...
"Como voy odiarte...si ni siquiera pude sacarte un día completo de mi mente" pensó ella, sonrojándose aún más sin poder evitarlo, el tenerlo ahí hacía demasiado difícil no tener presente lo mucho que había deseado volver a verlo.
Kenji no le respondió, solo se concentró nuevamente en el cielo estrellado para que no se le notara su entusiasmo y en parte porque había notado el bochorno de ella.
-Al menos eso se resolvió…- murmuró Moroha, intentando seguir la conversación, no quería dejar de escucharlo.
-No es tan simple. Pasaron cosas…
-¿Qué cosas?
-Ya te comenté algo. Desde que estoy pasando por el entrenamiento Ryu, mi maestro, se mete en mi mente y ve todo lo qué hay en ella. En alguna instancia se dió cuenta que, como demonio, sería más simple resolver cuales son mis habilidades. Así que comenzaron a provocarme hasta que iniciaron. El problema es que, como nunca las había tenido, mi cuerpo reacciona pésimamente y no logró controlar del todo mi mente.
-Vaya...si lo entiendo, me pasaba eso antes al usar el carmesí
-Sí, algo similar. Ese día me sentía terriblemente, no solo por creer que me plantaste...sino porque me enteré de algunas cosas…
-Descubriste a tu padre, lo sé. Riku me lo dijo y por eso te escribí.
-Eso imaginé cuando recibí tu invitación...bueno, finalmente ese día terminé muy mal, cuando llegué a la mansión había perdido el sentido. La poca fuerza mental que me quedaba la usé para terminar el plan de tu padre y decirle su debilidad a Koriu, pero eso provocó que posteriormente mi mente se apagara.
-¿Te desmayaste?- preguntó Moroha, muy absorta en escucharlo. Kenji negó con la cabeza.
-No yo...yo seguí funcionando pero no recuerdo nada. Lo único que sé es que me descontrole a tal punto que tuvieron que encerrarme porque maté a unos guardias.
Moroha, que abrió mucho los ojos por la sorpresa, no supo bien qué decir. Era imposible no empatizar con el rostro apesadumbrado y deprimido del chico.
-No eran malas personas- dijo finalmente, mientras movía su cuello para liberar un poco la tensión de su cuello.
-Lo siento mucho...
-No lo sientas por mi, es culpa mía no saber controlarme.
-No es fácil, para ningún semidemonio. Por eso mismo, no debes ser tan duro contigo mismo...no sabías lo que hacía. Lo bueno es que es solo cosa de entrenarte y lograrás vivir con normalidad. ¡Vas a ver que luego no será tema en tu vida!
-Sí, supongo- dijo sonriendo Kenji, conmovido por la positividad constante de Moroha, algo que había extrañado mucho de ella- se siente bien hablarlo.
-Puedes hablar conmigo de lo que quieras…
-Lo sé. Por eso fui a la cita, deseaba mucho volver a conversar contigo.
Moroha percibió muy claramente cómo su corazón enloquecía gradualmente, extasiado por saber que Kenji se estaba ablandando con ella. Junto con ello, su cuerpo se puso tibio y su rostro muy acalorado, lo que ella asoció sería también por lo bien que se sentía tener al hanyo cerca de ella.
-Yo quería saber cómo estabas, cuando Riku habló conmigo supuse que estarías confundido.
-Sí, esa es otra historia.
-Kenji…¿qué pasó…?
Sin responderle, el muchacho lo analizó un segundo, para luego sacar dentro de su ropa la carta que le había dejado su padre.
-Creo que será más fácil que leas esto.
Moroha asintió y recibió la carta, la que leyó con lentitud intentando que nada se le escapara. Pasado un tiempo, la dobló y se la devolvió mientras se mordía el labio, confundida.
-Entonces él...no estaba ahí.
-No, murió hace poco tiempo. Un dato de Riku me llevó hasta la aldea donde trabajaba y de ahí la anciana que lo cuidaba me dirigió a su nuevo hogar. Lo único que encontré fue esta carta y a una joven aldeana que me explicó que enfermó gravemente.
-Lo siento mucho, de verdad...yo no sé...
-Tranquila, hace tiempo que imaginé que había muerto.
Moroha, que estaba conmovida y sentía una punzada de pena en el pecho, lo miraba mientras seguía muy sereno, aunque en el fondo ella podía leer en su ojos la aflicción que sentía. Se odiaba a sí misma por ser tan mala con las palabras, sobre todo cuando se trataba de consolar a alguien porque sin dudas ella deseaba aliviar su dolor de alguna manera. La ansiedad por todo eso tenía casi mareada a la adolescente que vivía en carne propia lo que era tener a alguien a su lado y extrañarlo horriblemente, casi más que antes.
Por cosa casi impropia se atrevió a levantarse y, mientras estaba de rodillas, abrazó al hanyo, acunandolo en sus brazos y dejando su mejilla apoyada sobre la cabeza de él.
El gesto intempestivo de la niña había sorprendido de verdad a Kenji, pero la rapidez con la que volvió a reencontrarse con esa sensación de paz que le daba solo ella hizo que no hiciera ningún amago por alejarla. Se permitió a sí mismo sentir la calidez que irradiaba su pequeño y flaco cuerpo, así como la ternura de su amarre. Su única reacción fue cerrar los ojos para dejar que su cuerpo se relajara y sus sentidos se extasiaran.
-¿Pudiste visitar su tumba?- preguntó en un susurro después de un rato Moroha, causando que Kenji despertará.
-No, no fui capaz. Quería hacerlo...pero sentía mucha rabia.
-¿Aún quieres?-
-Sí...claro que sí, sería un buen cierre.
-Yo iré contigo.
-¿Estás segura? No creo que le haga gracia a tu padre, menos en la situación en la que estamos.
-Keh...primero, tu y mi padre me deben una grande; segundo, el que se supone que está muerto es él, no yo; tercero, me sigue irritando que duden de mi fuerza, cuidé de mi misma por muchos años- se quejó ella, esta vez soltando su agarre y sentándose a su lado para mirarlo a los ojos, disfrutando del hecho de que el semblante de Kenji se notaba más similar al chico tierno y cariñoso de antes de su rompimiento.
-Yo nunca he dudado de tus habilidades.
-Dejémoslo así- respondió Moroha con tono de dudas- ¿Quieres que vaya contigo o no?
Kenji sonrió feliz por primera vez en varios días, todo porque el rostro determinado y falsamente molesto de la shihanyo era una caricia para sus sentidos.
-Sí, vamos. Aunque tenemos que convencer a tus padres, no es un viaje tan cerca y no quisiera que nos fuéramos sin su venia.
-Eso déjamelo a mi.
-No
-Pero papá, solo serán algunos días, aparte al que no podrían encontrarse es a ti...y sabemos que a Kenji no lo siguen gracias a Sayumi.
-¡No!
-Inuyasha ¿cuál es el problema? Los chicos saben cuidarse perfectamente.- La intervención de Kagome hizo que Inuyasha gruñera en su lugar.
-Es algo que ya decidí. Y disculpa que te lo recuerde papá pero me debes una tremenda.
-Por mi parte prometo que cuidaré de Moroha- dijo esta vez Kenji, llamando la atención de los ojos enfurecidos de Inuyasha.
-Keh….claro, ahora, después de lo triste que quedó…
-Inuyasha callado, eso no nos incumbe
-¡Que mi hija sufra siempre me incumbe Kagome!
Moroha, que recién comenzaba a comprender que la molestia intensa de su padre con su discípulo era más que nada por ella, dió un suspiro.
-Yo estoy bien papá, no te preocupes por eso. Deberías confiar más en mí a estas alturas.
-Eso dices ahora, después de días. Me niego a verte como te vi, triste…sin ganas- el tono molesto de Inuyasha paso lentamente a uno angustiado- no.
-Le promet...- Kenji no alcanzó a terminar su intervención cuando Inuyasha lo silenció con otro gruñido gutural.
-¡Tú no digas nada! ¡Tu decidiste cambiar todo lo que dijimos en un inicio y mi enana quedó destruída por tu culpa!-
-¿Qué? Papá espera ¿qué?- dijo Moroha confundida, hasta que de pronto comprendió lo que le sucedía a su papá, porque seguí tan molesto con su discípulo- papá...creo que estás equivocado. Fui yo la que cambió el plan sin saberlo.
-¿A qué te refieres?
-Estoy suponiendo que en un principio Kenji se quedaría en la aldea hasta que se realizara el plan...el "ataque" pero finalmente se fue mucho antes con Koriu ¿verdad?
-Sí...esa era la idea-
-No fue culpa de Kenji irse antes. Fue una idea mía. Yo...yo terminé con lo nuestro- admitió Moroha, muy avergonzada pero decidida a la vez. El rostro de su padre cambió el semblante a uno lleno de sorpresa.
-Yo creí que Kenji…
-No, fui yo. Sin saber del plan.
Inuyasha no volvió a decir nada, lo que su hija tomó como una forma de admitir su error y aceptar, de igual manera, la vergüenza que sintieron ambos de hablar de esos temas. Toda la molestia extrema del hanyo residía en que siempre había pensado que había sido su discípulo quien le rompió cruelmente el corazón a su hija.
La larga conversación de aquella cena dió finalmente como resultado que Inuyasha cediera pero solo bajo las condiciones que él y su mujer pusieron a los jóvenes. La verdad es que el peli plateado sabía muy bien que el temperamento de su hija no era el de alguien que se deja "controlar" así que siempre consideraba mejor llegar a acuerdos con ella. Kagome había dispuesto que fueran "disfrazados" como dos aldeanos y con las armas ocultas bajo capuchas, cosa que acompañado de los pergaminos que tapan la presencia demoníaca podrían figurar por los caminos sin problemas. Fuera de eso, el compromiso era comunicarse con Myoga con mensajeros espirituales continuamente, con objeto que él hiciera el vínculo con los padres en su escondite. Aceptados los términos, dispusieron que partirían el día siguiente, cosa de no alargar en demasía la falta de Kenji en su aldea.
La noche previa al inicio de la incursión la conversación familiar llevó a Kenji a unos días más tranquilos, más felices, donde todo lo que había eran los gruñidos de su maestro, la calidez maternal de Kagome y los comentarios mordaces entre risas de Moroha. El hanyo se dedicó, como sus primeros días con aquella familia, a observarlos a cada uno y disfrutar de lo bien que se sentía estar dentro de un núcleo familiar como tal.
Cuando Kagome anunció que se iría a dormir, Inuyasha la siguió pero no sin antes hacer ruidos con la garganta para dejar en claro que los adolescentes debían hacer lo mismo.
-Si van a quedarse aquí los quiero hablando alto y cada uno a un lado distinto de la cabaña ¿entendido?- ordenó el semidemonio, provocando el bochorno de su hija y una sonrisa divertida de su discípulo.
-¡Papá por favor! ¡Vete a dormir viejo!- alegó Moroha llena de vergüenza de los comentarios de su progenitor.
-Keh...nada de por favor, hagan caso.
-En serio, vete, estás enloqueciendo ¡nada va a pasar!- con los últimos gritos de su hija, Inuyasha fue llamado por su mujer con otro grito para que dejara en paz a los chicos, a lo que el padre tuvo que obedecer a regañadientes.
-Creo que me iré a dormir. Descansa, Moroha- dijo Kenji levantándose de su lado de la cabaña para dormir en la terraza como llevaba esos días haciéndolo a pesar de las quejas de ambas mujeres del hogar, todo porque Inuyasha no quería que los adolescentes durmieran ambos en el espacio común, en consideración de la falta de espacio de ese sitio.
-¡Espera! No es justo que sigas afuera, duerme aquí adentro - pidió la niña indicándole el sitio donde estaba antes.
-No te preocupes, no me hace mal dormir afuera.
-Keh…¿ni siquiera después de acostumbrarte a la buena vida?- preguntó Moroha sabiendo que era algo insidiosa, pero la verdad no podía evitarlo. Ella sabía perfectamente que Kenji vivía ahora rodeado de beneficios...y de mujeres. El chico pareció captar aquello, porque, con una sonrisa sutil, le respondió de igual forma.
-Quizá tienes razón, me hacen falta ciertos lujos de mi nueva vida- el hincapié irónico de Kenji en "ciertos" hizo que las alertas de Moroha se elevaran poniendo mucha atención.
-No quiero saberlo- mintió.
-Bien. Iré afuera- terminó de decir Kenji, apresurándose a salir cuando Moroha se le cruzó al paso de frente, con expresión molesta.
-¡Te dije que no! Está puede ser tu última oportunidad de dormir cómodamente por algunos días ¿puedes dejar de ser un terco odioso y hacer caso de una vez?
El hanyo, que se sintió irritado de ver lo atrevida que era con él, no alcanzó a replicarle cuando la adolescente lo tomó de la manga y lo arrastró a su propio sitio, dando paso a que se sentara torpemente en el futon de Moroha, arrastrado por su fuerza.
-Tu duerme ahí - le ordenó, soltándolo de la ropa y mirándolo en la altura.
-Moroha para, esta es tu cama- le dijo él, parándose con ella y, enojado, tomándola del brazo para sentarla a ella al futon, provocando que la chica cayera con dureza en su cama.
-¡No! ¡No me gusta que duermas afuera!
Cuando Moroha gritó eso, volvió a levantarse enfurecida, mirándolo directamente a los ojos y con las manos en la cintura. Cuando ambos se fijaron en la cerca que estaban y lo enfurecidos que se sentían, bajaron la guardía para quedarse unos segundos mirándose, ambos muy curiosos del otro. Con los movimientos inquietos de la niña, el alocado pelo negro se le habia ido al rostro, produciendo consecuentemente que Kenji encontrara en ese mechón de pelo la excusa perfecta para sentirla, tocarla un poco. Moroha presintió lo mismo, así que espero con el pecho agitado que él diera aquel sencillo paso. Antes de que la mano del chico llegara al rostro de la niña, ambos dieron un pequeño salto en su sitio.
-¡DIJE QUE HABLANDO ALTO Y UNO A CADA LADO!- gritó Inuyasha de adentro de su habitación, haciendo que ambos chicos se paralizaran por lo repentino que fue oírlo gritar.
-¡Inuyasha déjalos en paz y duérmete o te siento!- se sintió luego el alegato de Kagome, logrando que los adolescente se rieran.
-Bien...dormiré dentro, pero al otro lado y tapado con mi manta.- resolvió entonces el hanyo, alejándose lentamente de su pequeña perdición y sometiéndose a sus deseos al mismo tiempo.
-¿Tu manta?- preguntó Moroha, la que fue respondida sin necesidad de palabras al ver como Kenji sacaba de sus cosas la manta horrible (que sorprendentemente ahora parecía más horrenda) y se cubría con ella. La niña se acostó por su lado con una sonrisa que intentaba calmar mordiéndose el labio. Pero era inútil, verlo conservar aquel objeto le habia hecho vibrar el corazón como un tonto, nuevamente.
El hanyo y la shihanyo decidieron salir una tarde casi de noche, ante la atenta mirada de los padres de la niña que seguían con aprehensiones de distinto tipo. A Inuyasha seguía pareciéndole difícil controlar sus celos paternos y a Kagome le inquietaba cómo podrían verse afectados los sentimientos de su hija en aquel viaje. De todas formas, ambos ya habían accedido así que se despidieron de ambos muchachos, no sin antes Kagome entregarles un bolso lleno de comida y provisiones. Moroha agradecía que su madre no hubiera insistido en lo obvio, porque sabía a ciencia cierta que estaría inquieta por el hecho de que los dos adolescentes estuvieran varios días a solas.
A primera instancia el camino fue lento y silencioso entre ellos por lo pesado de los pensamientos de ambos. Solo de vez en cuando se atrevían a hacer observaciones y fue Kenji quien insistió en detenerse a dormir en algún sitio cuando ya la noche se hizo muy oscura y solitaria. Aunque Moroha no quisiera, fue fácil convencerla con el argumento de la necesidad de comer, así que luego de que se alimentaron en medio de una fogata improvisada y el campamento sencillo, decidieron acostarse cada uno a un lado del fuego.
A la mañana siguiente partieron nuevamente, esta vez a plena luz del día y actuando lo mejor posible ante la mirada de los aldeanos que se encontraban en el camino. Kenji, al contrario de ella, iba siempre con la vista un poco agachada y parecía querer ignorarla constantemente, acto que hacía sentir un poco vacía a Moroha. Después de todo, estaba haciendo esto por él. Al menos creía merecer un poco de consideración...aunque lo cierto es que luego de darle vueltas al asunto, prefería que no la mirara mucho a los ojos. Le era inevitable enrojecer como estúpida y quedar en evidencia nuevamente, cosa que no estaba en sus planes.
Pero luego de querer darle miles de términos a su corriente de la conciencia, seguía llegando a puntos inquietantes para ella ¿tenía sentido sentirse así con él? Quizá no después del hecho de que fue ella quien dió el paso y decidió terminar lo que tenían. Así que podría ser que eso le quitara totalmente el derecho a sentirse confundida o un poco contrariada con su actitud. Ella estaba ahí por él, es verdad, pero debía comenzar a convencerse de que lo hacía como si se tratara de Hisui...o de Gyo...de sus primas. Aunque por otro lado...ellos ¿habían dejado de sentir cosas en realidad? Si lo analizaba bien, no en realidad. Ella no por lo menos...todo su dolor, su ansiedad y sus nervios para con él le gritaban a Moroha que no, que aun le pasaban muchas cosas. Y luego estaba su experiencia con Hiro. Como, de golpe, volvió a sentirse muy encaprichada del hanyo que la acompañaba a centímetros muy miserables.
Pero…¿y si Kenji ya tenía otros interés? Eso sí que no podía saberlo, no entonces ni menos con sus actitudes…
-Moroha- dijo el muchacho rompiendo su burbuja de pensamientos y mirándola - detengámonos a comer y a acampar.
-Eh...de acuerdo- respondió ella mientras intentaba componerse del choque de dar directo con sus ojos violetas.- ¿No es muy temprano?
-Sí, pero creo que es mejor que mañana salgamos más temprano que hoy. Deberíamos llegar antes del anochecer si lo hacemos de esa manera- le explicó él mientras acomodaba las mismas cosas de anoche junto a unos arbustos en un sector cercano a un río. La chica lo ayudó sin agregar nada.
Luego de un rato y de que volvieran a comer sin decirse más que lo necesario, Moroha comenzaba a indignarse de lo incómodo que estaba siendo todo eso. Ellos nunca, ni siquiera peleados, habían sido tan cortantes entre sí. Cuando notó que la noche ya era un hecho y que Kenji se acomodaba para dormir y seguir haciendo como que ella no existía, el calor de la rabia que comenzaba a brotar en su pecho le impidió calmarse. Le era imposible dormir, así que intentando calmar sus sensaciones se fue del "campamento" y caminó cerca del mismo, solo con su primera ropa puesta y la capa encima. La brisa del viento nocturno sirvió en parte para tranquilizarla, sobre todo cuando iniciaba su camino a sentirse una tonta. Si, una tonta, que había partido a un lugar desconocido para acompañar a alguien que, al parecer, prefería simular que viajaba a solas. Su meditación mental terminó cuando percibió que Kenji estaba detrás de ella.
-No deberías irte sin decir nada…
-Keh..¿Qué sentido tendría decirlo?- dijo, sin poder disimular en absoluto su molestia, lo que hizo que el chico frente a ella levantara la ceja.
-¿Qué te pasa?
-Nada. Vete a dormir, estaré bien.
-Se perfectamente que estás molesta, tu rostro lo dice por sí mismo- Moroha refunfuñó ante ese comentario, sacándole una sonrisa a Kenji.
-¿Hay algo gracioso?
-Nunca me reí Moroha. ¿Te arrepientes de haber venido?
-No...o quizá sí. Sí, podría decirse-
-¿Hice algo?- preguntó el hanyo, mientras apoyaba la espalda en un árbol, muy atento a la muchacha frente a él.
-No es lo que hiciste, es simplemente que...no haces nada- explicó la niña, sonrojándose al instante al notar lo poco correcto que había sonado todo eso- ¡No me mal entiendas! Me refiero a que no me diriges muchas palabras, vamos lado a lado pero es como si anduvieras solo por tu cuenta.
-Si entiendo. Lo lamento, es solo que estoy un poco nervioso con la visita- le confesó él, con un tono que le parecía a la chica muy sincero- y en parte también es porque me cuesta saber que hablar contigo.
-Si bueno...no nos vemos hace bastante tiempo.- expresó ella, está vez un poco culpable al darse cuenta de lo pésimo que se veía su alegato considerando a dónde se dirigían y como estaban las cosas entre ellos- pero tú...tú estás viviendo una nueva vida. Estoy segura que tienes mucho que contar, si quisieras.
Kenji después de unos segundos, asintió con la cabeza.
-No pensé que fuera necesario, supuse que Hiroyuki hizo eso por mi-
-Keh...solo me contó dos cosas.
-Las que lo beneficiaban, claro.- dijo sonriendo nuevamente Kenji, lo que puso un poco nerviosa a su compañia.- ¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo este tiempo?
-Sospecho que cosas menos interesantes que tú- replicó Moroha.- Si no quieres hablarlo está bien, en verdad no es mi asunto.
-No es que no quiera, solo me pregunto cual es el límite para hablar contigo. Pero podríamos hacer un paréntesis...para hablar de lo que sea sin que sea incómodo.
-¿Cómo así?- preguntó ella, altamente curiosa y ladeando un poco la cabeza muy tiernamente.
-No es nada extraño, solo darnos un espacio o paréntesis para hablar con libertad sin temer la reacción del otro o cómo podría afectar...supongo que tu tienes aprehensiones de ese tipo.
-Vaya...si,si. Entiendo. Por mi está bien. Solo me gustaría ir al río, tengo mucho calor y me gustaría remojar los pies.- La petición de la adolescente fue respondida con un guiño por parte del chico. Los dos se dirigieron hasta la orilla del mismo y, envueltos en la oscuridad y los sonidos de la naturaleza, se sentaron lado a lado con los pies dentro del agua. La niña dió una expresión de felicidad al sentir la corriente fluir, Moroha odiaba el calor y Kenji sabía que su condición más humana lo hacía considerablemente más molesto.
Cuando llevaban un rato así, el hanyo notó que él tenía que dar el pie nuevamente.
-Puedes preguntar…¿o quieres que yo hable?- dijo, sonando un poco confundido a la vez, lo que le dió a entender a ella que también le era complicado.
-emmm….bueno, ya sé que vivías en una mansión con tu tío, asumo con sirvientes y todo eso pero ¿conoces más gente?- preguntó la niña, mientras pataleaba los pies suavemente para refrescarse.
-Sí. Aunque la verdad muchos de ellos me rechazan. Koriu los ha obligado a tolerarme. Mi gente más cercana podría decir que son...Nomi, por supuesto- con la mención de la demonia, Moroha arrugó la nariz- también está mi maestro, la gente que trabaja en la cocina...y algunos miembros del clan que no está a favor de mi tío.
-¿En serio? ¿Son muchos? Escuché algo cuando hablabas con papá...
-No diría que muchos, pero sí unidos. Llevan años reuniéndose y hace un tiempo me sumé. En gran parte son un motor importante de los siguientes pasos del plan de Myoga y tu padre…
-Keh..cuando hablas así pareciera que eres una marioneta de ellos.
-No. Solo habría hecho algunas cosas distintas…- explicó Kenji, mientras acercaba su cara al río lo más posible para mojarse con las manos el rostro.
-Lo imagino- dijo Moroha, presumiendo en el fondo de su corazón que se refería al hecho de ocultarselo todo a ella. Si bien ella entendía la lógica proteccionista de su padre, no compartía sus formas de actuar.- Sobre Nomi…¿cómo está ella?
-Bien, logré que la aceptaran nuevamente. O lo exigí, para ser más exacto.
-Me alegro por ella…y el lugar ¿es bonito?-
-Sí, bastante. Es moderno. Creo que ser una aldea oculta y un pueblo casi desconocido ayudó a que se enfocarán en desarrollarse más que en pelear. Hasta ahora por lo menos.
-¿Por qué lo dices?
-Porque Koriu pretende expandirse invadiendo otros clanes. Por lo que supe, era lo que mi abuelo hacía antes de morir.
-De morir en manos de mis padres- terminó Moroha, mirando de reojo al muchacho que pareció no inmutarse.
-Sí.
-emm ¿y tu entrenamiento? ¿En qué consiste?- preguntó está vez Moroha, intentando desviar su propia mente de las preguntas que en realidad quería hacerle.
-La verdad al inicio era solo meterse en mi mente para descubrir las habilidades del clan que heredé. Pero fue evolucionando y las últimas veces se dedicaron a despertar mi lado demoníaco para observarme y sacar información así..
-Como aquella noche…
-Sí, la verdad no he sabido llevarlo, he perdido la razón varias veces. Es terrible- admitió el chico, lo que hizo enternecer a Moroha que lo miraba disimuladamente mientras mantenía los pies en el agua. El, por su lado, parecía concentrado en el cielo más que nada. Moroha sabía que eso debía ser muy horrible considerando que para llegar a transformarse Kenji tendría que sentirse en peligro de muerte.
-Tienes que encontrar algo que combata tu transformación. Yo podría ayudarte...quizá algo que siempre lleves contigo sería lo ideal.
-Gracias por ofrecerlo. Pero primero creo que debo encontrar mi propio punto medio- le agradeció Kenji y cuando lo hizo, enfocó su atención está vez en la shihanyo con una sonrisa cálida en el rostro que hizo sentir muy tranquila a Moroha, al menos por unos segundos, porque luego de eso la niña no supo qué más preguntar fuera de las cosas que tenía atoradas en la garganta. Las dudas se esfumaron cuando recordó el "paréntesis" entre ellos, porque si eso no era un buen contexto...no lo sería nada.
-Kenji...eh...Hiro mencionó dos cosas.
-De las concubinas y Sayumi- dijo Kenji con cara divertida, lo que hizo a Moroha sentirse levemente contrariada…¿era un tema divertido para él?
-Sí, asumo que si tienes concubinas es porque pretendes ser padre ¿no es cierto? Igual se entiende, después de todo fuiste para cumplir con esa parte…
-No en realidad. Con el plan nuevo no es necesario- rectificó el hanyo provocando que la niña se sintiera un poco peor. ¿Entonces era que…?
-Ah...cierto. Entonces solo quería buena compañía- dijo Moroha entre risas nerviosas que no mostraban en absoluto lo que ella intentaba, que era desinterés.
-Por supuesto, hay que combatir la soledad de alguna manera.
-Ya veo.
-Tonta, lo dije irónicamente- aclaró el, totalmente divertido de que Moroha se tomara aquello en serio. Ella solo se mostró incrédula mientras volvían a dar atención mutua- tengo concubinas porque Koriu me forzó. Y antes de que digas nada...y de que me asegures de que en realidad da igual, déjame decirte que no pasa nada entre ellas y yo.
-¡Por favor!
-De verdad.- aseguró Kenji ampliamente divertido, lo que hacía arder la sangre de Moroha por la mezcla de cosas que sentía- Aquel día logré conectar con Nomi y ella supo elegir un trío y cuando van a mis aposentos yo solo…
-¡Hey hey no sé si quiero escucharte!
-¡Tranquila! Las duermo, yo las duermo- dijo Kenji casi como un grito intentado superar el nerviosismo y la vergüenza de Moroha que hacía movimientos desesperados con las manos, presa de su bochorno- aprendí a hacerlo.
-¿Cómo Nomi?
-Sí, aunque ella es más poderosa que yo siendo sincero. Yo solo puedo dormir a los seres más débiles. No creo poder dormirte a ti, por ejemplo.
-Emmm…- Moroha no sabía bien si sentirse tranquila con esa información era correcto o no. - ¿Y Sayumi? ¿También las vas a dormir?
Kenji, que quedó un poco sorprendido de que fuera más directo en ese asunto, pensó por un instante como continuar con aquello mientras los ojos café chocolate brillantes de Moroha no lo soltaban.
-Moroha, Sayumi…
-Es tu prometida, lo sé. Y está bien, serás un buen esposo para ella.
-¿Lo dices de verdad? Basta Moroha
-Yo no sé nada, pero me preocupa pensar que te casaras con ella solo para dormirla…ella merece tener una familia, nunca se sintió bien con los lobos.
-Lo del compromiso es algo que no pude controlar, pero si es real.- la voz de Kenji fue gradualmente convirtiéndose en un puñal en el pecho angustiado de Moroha. Escuchar eso era algo que de verdad no esperaba. En el fondo, quería oír que era otra parte del plan.
-¿Y que se supone que harás con el plan?
-No voy a casarme Moroha, es obvio. El plan resolverá todo antes de eso.
-¿Y Sayumi? ¿Ella lo sabe? O es otra engañada como yo, que queda tonta...te juro que nunca te permitiré que tú actúes como un maldito con ella...
-Espera un segundo ¡no soy ningún maldito ni nada!. Yo le explique el porqué de mi tío a ella y Sayumi accedió. No entiendo bien sus motivaciones...pero ha sido una buena amiga este tiempo, la verdad le debo muchísimo.
-Vaya, claro. Entonces también está engañada.
-¡No! Ella sabe muy bien porque yo tuve que aceptarlo…
-¡Y cómo sabes tú lo que ella siente!- gritó Moroha, desconociéndose a ella misma. El alza de su voz vino a la par del silencio del hanyo que miraba fastidiado.- Quizá si está enamorada de ti y quiere ser tu mujer…¡estás siendo un farsante y mentiroso con ella!
-¡No quieres entenderlo!- le dijo finalmente Kenji, enfurecido mientras se paraba del piso todo mojado- no creo que sienta nada por mi, ni siquiera después de este tiempo.
-Keh…
-No soy el farsante maldito que piensas, Moroha. Sayumi sabe gran parte de mis asuntos, si no fuera por ella no habría podido salir de la aldea, es una gran muchacha y le tengo muchísima confianza. Es la única razón de que no me siga nadie...porque ellos confían que ella y yo tenemos un vínculo.
-No sigas…- dijo Moroha muy bajo. Realmente ni ella podía entender lo que sentía, al parecer en algún momento las palabras del hanyo nublaron su mente y alteraron su conciencia haciéndola sentir en peligro. No quería oír más a Kenji decir Sayumi. No quería que dijera nada bueno de ella…
-Bien.- terminó Kenji, aún enojado pero volviendo a sentarse junto a la adolescente que tenía la cabeza hacia el otro lado, intentando ignorar su presencia.- Eres curiosa.
Silencio.
-Me toca a mi preguntarte- habló Kenji mientras Moroha vivía en su interior aquella horrorosa sensación a causa del tema de la loba- ¿Cómo vas tú con el lobo?
-¿Qué? ¿A qué viene eso?- preguntó Moroha está vez mirándolo de vuelta. El choque de miradas heridas y amargas de ambos era algo que nunca había vivido.
-Viene a que Hiroyuki estuvo en la aldea. Me recordó lo mal que te hago y me informó de sus avances ¿es cierto?
-¿a...avances?-
-Si, coqueteo, besos...en sus palabras-agregó el chico, desequilibrando más a Moroha.
-Yo bueno, algunas cosas. Espera es que...no, cuando fue a tu aldea él y yo aun no…
-Entonces se besaron después-
-Sí, o sea el me besó a mi yo estuv…
-Tranquila, no tienes que explicar nada. Yo tampoco quiero escuchar nada más- y así, Kenji volvió a levantarse de su puesto y Moroha, entumecida de la confusión y de la angustia lo siguió mientras volvía empapado al campamento. Pero no podía decir nada, no le salían las palabras. ¿Acaso él estaba celoso? O al menos eso parecía. Cuando llegaron junto al casi extinto fuego Kenji se puso a reanimarlo con una expresión tan enfurecida que Moroha temió que le gruñiría en cualquier momento. Aun así, necesitaba entender mejor todo aquello.
-No entiendo porque reaccionas así...se supone que sería un paréntesis- le susurró, acercándose un poco a él.
-¿Es broma? Tu eres quien no comprendió bien las cosas. Estás toda cómoda gritándome y diciéndome farsante, insinuando que juego con tu querida amiga pero luego cuando te pregunto por tus "asuntos" tengo obligatoriamente que ser comprensivo contigo.- respondió Kenji muy seguro.
-No intentaba tratarte de farsante ni nada, solo no deseo que juegues con mi amiga…
-¡Moroha por favor! ¡Estás celosa! Y no te preocupes, no pienso ahondar en eso, solo te pido que no vuelvas a concluir cosas. El asunto de Sayumi lo resolveremos entre nosotros.
-¡Está bien si, puede ser! Pero déjame aclararte que Hiro y yo…
-Moroha, no, no quiero saber. Simplemente no es mi asunto, tu y yo terminamos como lo decidiste hace tiempo y estoy bien con eso. Puedes hacer lo que desees, no pienso hacerte escena de celos. Ahora mejor nos cambiamos y dormimos.-
Con eso, Kenji volvió a salir de la vista de la chica y ella quedó muy quieta en su puesto. Quieta por una suerte de pánico que le vino. Escuchar tan directamente aquellas palabras de Kenji rompieron un poco la esperanza que estaba naciendo en el corazón adolescente de Moroha, que volvió a sentir esa pesadez y frío interno que la llenó el día en que el hanyo se marchó de la aldea. Pero estaba claro, Kenji estaba "bien con eso" y ella, eventualmente, tendría que aceptarlo. Su corazón y ella.
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La Vida Como La Soñamos
FanfictionEsta historia y los personajes no me pertenecen la historia pertenece a "Doratina" en fanfiction y twitter (@EmilyCyrine) los personajes pertenecen a "Rumiko Takahashi". Créditos a "Tokio cristal" por la portada. Moroha tiene un año, dado por sus p...