Aquella noche Kenji volvió a soñar con Moroha. Sus sueños consistían comúnmente en una suerte de corriente de la conciencia con imágenes, sensaciones y aromas que lo confundían, pero si tenía fortuna esos derroteros lo hacían sentir bien, completo. Esta ocasión fue de ese tipo, como si fueran relámpagos las imágenes de la shihanyo se le mostraron inquietas. ¿Tendría que ver con la herida? Eso pensó al despertar en medio de una sonrisa luego de ver la cara sonrojada y la risa colmilluda de la adolescente. La tranquilidad que le había infundido el último tiempo lo hacía actuar confiadamente, con una actitud casi impropia que solo personas que lo conocían bien podrían aparejar el hecho de sentirse alegre. Su grato sueño y la sensación de que todo iría marchando según lo pactado lo hizo pasar una mañana relajada, que se vió solo desbaratada cuando a su entrenamiento personal sus instintos le dijeron que ya no estaba solo. Justo en la entrada del dojo lo observaba silenciosa y sacra la bella Nomi, que guardaba en su expresión algo que llamó la atención del hanyo. Aun así, al verla luego de tanto tiempo, Kenji corrió hasta ella con una sonrisa.
-¡Nomi! ¿Dónde habías estado?
-Por ahí, con mi familia y descansando…lamento haber dejado mi puesto- dijo la demonia sonriéndole levemente. Su rostro guardaba una especie de mirada triste que el hanyo notó, pero a la que no hizo mucho caso.
-¡Me alegro! Espero que te recibieran bien-
-Sí, así fue. Te ves más contento que de costumbre- dijo ella, haciendo que Kenji se riera culpable y se rascara la cabeza, cosa que siempre hacía cuando estaba nervioso.
-Sí…¡tengo tanto que decirte! - admitió este como un niño. La certeza de que la felicidad que sentía era evidente para el resto lo hizo sentir libre de poder expresarle a su mejor amiga lo que sentía- vamos a otro sitio…
-Espera Kenji. Yo no puedo. Me comprometí con unas personas…- dijo ella sin devolver la sonrisa al chico, solo sosteniendo su pecho ansioso con una mano que no alejó de él.
-Está bien…¡pero promete que esta noche cenarás conmigo! Sé que estabas enojada por lo qué pasó la noche que vinieron los lobos…aun así quiero que sepas que te he extrañado todo este tiempo, Nomi. Se torna pesado y tan extraño estar en este sitio sin ti cerca…- la confesión del hanyo, en medio de sus ojos brillantes y entusiastas rompió la templanza de la demonia, que sacó con prisa la mano de su cuerpo, casi como si lo quemara. De pronto ambos muchachos sintieron con mucha viveza como la conexión entre ellos se volvía una tensión oscura. Kenji, intentado entender a su amiga y la posibilidad de que aún se sintiera sorprendida de lo que le había confesado, quiso seguir su discurso pero fue detenido.
-No sigas…lo qué pasó ese día ya no importa-
-No es cierto, de verdad lo siento por haber sido tan rudo contigo…- dijo Kenji, intentando aproximarse a la demonia, la que por alguna razón dió un paso rápido lejos de él.
-Esas cosas han dejado de importar. Lo que dijiste ese día ya no importa. Lo único que interesa ahora es que hagas las cosas que debes-
-De acuerdo…nos vemos en la noche- terminó de decirle el chico volviendo a sonreírle y a ignorar sus palabras- pronto todo esto se acabará.
-Sí…todo se acabará pronto- susurró la demonia mientras Kenji se iba deprisa del dojo.
Luego de asearse y cambiarse a un atuendo más cómodo, el hanyo se dirigió a las cocinas de la mansión a hablar con Marita. Deseaba pedirle el favor de que preparara una cena deliciosa para él y su amiga. Su sorpresa fue que al llegar a ella, la demonia no se encontraba, por lo que tuvo que dejarle el aviso a su segundo al mando. La falta de la mujer despertó en Kenji la duda de si eso tendría que ver con la solicitud de contactarse con Myoga. Ya le parecía extraño no recibir respuestas, considerando la insistencia de Moroha en que se comunicara a la brevedad.
No alcanzó a analizar en extenso la situación cuando, dentro de su habitación, se encontró con la demonia encargada de la cocina esperándolo impaciente.
-¿Sucede algo?
-Amo, el demonio pulga me pidió que le dijera que es urgente que vaya hasta donde se encuentran sus maestros.
-¿No enviaron una carta o algo…?-pregunto el hanyo. Comenzaba a sentirse nervioso por lo extraño que estaba siendo todo eso.
-No amo, no hubo tiempo. Debe ir de inmediato…¡deprisa!- explicó la demonia rápidamente, denotando la emergencia.
-Muchas gracias Marita. Por todo.
Kenji no lo pensó en demasía, revisó que nadie lo siguiera a primera vista y salió la de la aldea a paso deprisa.
¿Qué podía estar sucediendo? Lo primero que se le vino a la mente es que tenía que ver con el embarazo ¿estaría por nacer el cachorro? No, si hubiera sido eso, el mensaje sería urgente, pero nunca tan distinto a la forma que solían comunicarse.
Llegó a tiempo récord al sitio donde se encontraba el escondite y no fue necesario escuchar las razones de la urgencia cuando vio a sus maestros fuera del campo de protección. La madre de Moroha parecía estar llorando y su padre se veía enfurecido. La shihanyo, por otra parte, no se divisaba.
-¡Kenji! ¿Cómo supiste…?- preguntó Kagome corriendo con dificultad hacia él.
-Vine apenas recibí el mensaje- una certeza terrible se le vino encima al joven hanyo al ver la escena. Pero su mente, helada, le impedía comprenderla a totalidad.
-¿Cuál mensaje? ¿Moroha está contigo?
-No…no ¿conmigo? No la he visto desde el día que volvimos del viaje ¿que sucede? ¿Y Moroha…?-
Su maestro soltó un improperio y Kagome se llevó las manos al pecho.
-Myoga trajo una carta de la sirvienta que trabaja en casa de tu tío. La carta decía que se juntaran fuera del escondite, la enana fue a tu encuentro y desde entonces no ha vuelto.¡No debí confiarme!- gritó Inuyasha con la vista distante, casi fuera de sí mismo- Estoy seguro de que alguien los descubrió…
-Nunca envié una carta, solo le pedí a Marita que se comunicara con Myoga…como siempre.
-¡Maldita, maldita sea!- gritó Inuyasha, girándose para darle la espalda a su discípulo, controlando su propio impulso de culpar al muchacho.
-Si ustedes no enviaron el mensaje…- susurró Kenji aun perdido y desorientado.
-Nunca te enviamos un mensaje, pensamos comunicarnos contigo pero Myoga se marchó a la aldea de Kaede a resolver los asuntos del parto- le explicó la miko esta vez.
-No es posible…Marita me dijo personalmente que ustedes me buscaban.
-¿No es obvio? ¡Esa demonia es una traidora! Sabía que no debíamos confiar tanto en la gente que sirve a tu tío- gruñó el padre de la chica, perdiendo su poco autocontrol y golpeando con fuerza un árbol cercano.
-No…no puedo creerlo ¿Porque me sacaría de la al…?- pero Kenji no necesitaba seguir la pregunta, en ese instante supo que Koriu había planeado aquello para sacarlo de la aldea por la presencia de Moroha en la misma.
El entumecimiento de Kenji comenzó a transformarse en una rabia parida, algo tan intenso como nunca había sentido, que le nació de las entrañas. La sacerdotisa, que lo miraba asustada, vió muy claramente como la expresión siempre calma del chico se convertía en unos ojos fijos, amarillentos y muy abiertos, que denotaban ira de la más pura. Fue muy fácil determinar para la miko que el hanyo estaba sufriendo el inicio de su transformación demoniaca.
-¡Kenji? ¿Estás bien…? Tu aura…
Pero el joven no respondió, se arrodilló en sí mismo y, preso del descontrol pero a la vez rogándose a sí mismo seguir consciente, comenzó a chillar en su lugar. Luego, cuando Inuyasha también entendió lo que le sucedía, Kenji se agarró la cabeza mientras sufría un inmenso dolor y no dejaba de gruñir encolerizado.
Porque en lo único que podía pensar era en lo idiota que habia sido. En ese momento se hacía muy obvio que Koriu lo sabía todo y que Moroha estaba dentro de la aldea, cautiva y quizá en qué condiciones. Y, sin dudas, Kenji sentía que estaba viviendo de manera más fehaciente el peor miedo de su vida. Que dañaran a Moroha.
-Voy a matarlo…voy a desgarrar al maldito, le romperé la cabeza, le sacaré las entrañas…-gruñó el hanyo con un tono grave que nunca sus maestros le habían oído. Eso, junto al color oscuro y enfermo de sus ojos lo hacía ver terrorífico, a vista de Kagome, que estaba muy impresionada. Era imposible para la mujer no recordar al propio Inuyasha en sus primeras transformaciones. Pero ¿era esto lo mismo? ¿Qué podía hacer ella…?
-Kenji escúchame, tienes que tranquilizarte. Tenemos que actuar con inteligencia- le rogó la miko, acercándose a él con sutileza. Pero parecía inútil, porque Kenji estaba ido, se movía de manera extraña y parecía que luchaba consigo mismo en su cabeza, soltando silbidos atormentados. Inuyasha comenzó a temer que si no detenía en ese momento sus avances, podía atacarlos a ellos.
-¡No actúes estúpidamente Kenji! Escúchame, tienes que parar tu transformación, no dejes que el miedo te domine- pidió Inuyasha de su parte, pero el chico parecía no oírlos. Había comenzado a susurrarse cosas inteligibles, mientras se hería con el duro trato que le daba a sus sienes con las manos, de seguro intentando evitar dañarlos a ellos. Su maestro, sin saber bien qué hacer, tomó de las muñecas a su discípulo y lo zamarreó para evitar que se hiriera, pero este reaccionó violentamente intentando soltarse y mostrándole unos colmillos filosos muy de cerca.
Lo espeluznante oculto en los ojos del muchacho hicieron sentir temor al hanyo, que tuvo que concentrarse en actuar de manera concentrada y no hacer caso a su instinto que le gritaba que tomara a Kagome y huyeras de ahí. ¿Qué clase de yokai era Kenji? Se preguntó por un instante el semidemonio.- ¡BASTA KENJI! ¡Tenemos que movernos! Hay que actuar ahora mismo, debes tomar control de tu cabeza. ¡Tu eres más que esto! ¡Deja de perderte en idioteces y vuelve al mundo real!
A Kagome le pareció que la forma brusca de tratarlo por parte de Inuyasha era difícil de ver, sobre todo por como lo sostenía sin cuidado, hiriéndolo mientras clavaba sus garras en la piel del chico, que ya había comenzado a sangrar y chillar por lo mismo. Aun así, pareció que las duras palabras hicieron efectos, a juzgar por como Kenji fue perdiendo la resistencia y, luego de su lucha, miró a su maestro, con los ojos violáceos en normalidad y una mirada angustiada.
-Yo…yo- dijo, perdiendo las fuerzas mientras Inuyasha lo soltaba aliviado. El chico calló en sí mismo contra el suelo como un saco, adolorido y totalmente desvalido. Kagome, conmovida, corrió hasta él y lo abrazó, con unas lágrimas contenidas en los ojos y tomando sus manos para ver sus heridas.-Lo siento, maestros. Esto es mi culpa.
-Ya te lo dije, no inicies con tus estupideces. Párate, tenemos que ponernos en marcha.- respondió Inuyasha sin mirarlo, un poco dolido del trato que le había dado, mientras se limpiaba torpemente la sangre del chico en su ropa.
Por unos instantes nadie dijo nada. El peso del terror que sentían los tres era inmenso.
-Ya estás bien, Kenji…- murmuró la miko en su lugar en el suelo después de un tiempo. En unos segundos, el chico se levantó, ayudando a la mujer en el paso.
-Les prometo que traeré a Moroha. Y que mataré de una vez por todas al maldito de Koriu.
Ninguno de los dos dijo nada. Inuyasha solo asintió sin mirarlo.
-Debo ir a la aldea, necesito saber si puedo entrar…
-No hagas nada sin pensarlo, Kenji. Lo que quiere tu tío es atraparte a ti y de paso usar a Moroha para vengarse de nosotros, es obvio. Encontró el punto débil tuyo y nuestro. Por ahora ve para allá, yo reuniré un grupo de gente para ir hasta la aldea…
-¿Un grupo?
-Esto es la guerra ¿no lo ves? ¿O crees que el imbécil de tu tío va a actuar de manera sencilla? ¡Es evidente que nos va a esperar armados hasta los dientes!
-Iré a la aldea…prometo volver pronto- dijo Kenji cada vez más despierto. El lapsus de descontrol que de alguna forma había sabido manejar con las formas duras de su maestro lo había hecho sentir una determinación que aclaró su mente. Tenía mucho susto, era cierto. Pero su maestro tenía razón. No era momento para sus estupideces. Ni el hanyo mayor ni la miko alcanzaron a decir nada, Kenji se giró en sí mismo y corrió con prisa de vuelta a la aldea. En todo el camino el chico percibía con claridad el peso y olor duro de su propia sangre, elemento que se presentaba como el escenario perfecto para su aversión, la imágen ideal para que su pérdida de conciencia lo dominara. Pero, otra parte de Kenji, deseaba estar lo suficientemente despierto para torturar y mirar a los ojos de Koriu al momento que lo asesinara.
Luego de unos minutos su mente se distrajo, su instinto despertó y avanzó el último tramo hasta la entrada de la aldea en silencio. Los árboles frondosos y viejos que coronaban la entrada llamaron su atención, sobre todo porque de uno de ellos parecía que algo surgía. Cuando se acercó y entendió lo que veía su asombró fue tal que no fue capaz de emitir un grito. Solo se limitó a abrir inmensamente los ojos al ver que lo que decoraba el árbol era un cuerpo.
¿Estaba muerta…?
Sostenida de cada extremidad mientras su boca y cuerpo sangraban en grandes cantidades, yacía a medio morir Marita. Kenji dio un salto a una rama junto a sus brazos y la liberó de la ligera amarra, que en circunstancias normales una yokai como ella habría podido sacar fácilmente. Pero no era el caso, Kenji sabía por su aroma que estaba a punto de irse de ese mundo. Logró soltar su figura y la bajo en sus brazos con delicadeza. Solo cuando la tuvo en la seguridad del suelo y de sus brazos se atrevió a ver la gravedad de sus heridas; le habían destrozado el cuerpo por todo lo largo, golpeado y dejado casi ciega, a juzgar por la destrucción evidente de sus ojos. No solo eso, era innegable que al herirla también la habían envenenado.
-Amo- susurró la demonia de manera suave, mientras inútilmente intentaba hacer un contacto visual imposible - Perdóneme. Me obligaron a decirle mentiras.
-Tranquila…será mejor que no hable-
-Amo escuche. Koriu lo sabe todo. Sabe que el hanyo y la miko están bien, supo que usted mantenía contacto con ellos…y supo de la jovencita, la hija de ellos.
-Marita…¿Moroha está…?- Kenji no fue capaz de seguir su frase, el entumecimiento de ver lo crueles que habían sido con esa anciana yokai lo dejaron paralizado, solamente movido por el odio que cada vez crecía más en él y el autocontrol que a su vez se exigía.
-Ella está aquí. Está dentro del palacio, en un salón. Perdóneme, amo.
-Gracias. Está perdonada- terminó de decir el chico. Pero no supo si lo había escuchado, el cuerpo de la yokai se había puesto rígido y su respiración se había pausado.
Fuera como fuera, Kenji se levantó con el cuerpo de la primera persona que los recibió con cariño en ese horrible palacio. La primera demonia pura que en su primer encuentro no lo veía en menos, no lo trataba con desprecio. Se dijo a sí mismo mientras caminaba hacia el bosque que esto se iba convirtiendo en algo tan personal y tan propio de la mente retorcida de su tío que ya no había tiempo de dudas, tenía que jugar igual de duro.
Mientras andaba a paso lento, cuidando de llevar con respeto el cadáver de la mujer, Kenji pensaba en el grupo de rebeldes. De seguro Koriu los había atrapado. Pensó en la pobre Sayumi…y en Nomi. Las pobres muchachas debían estar atrapadas por su culpa. La intuición lo llevó hasta cerca de un lago, el mismo lago donde hace muchos años había sido abandonado medio muerto por Yorio, hasta que Shiori lo encontró y le salvó la vida nuevamente. Depósito a la demonia con cuidado y se detuvo a su lado. ¿Podría dejar el cuerpo ahí y solo marcharse? No alcanzó a responderse a sí mismo cuando sintió la presencia de más seres. Se puso en guardia tomando su espada, pero la soltó cuando sintió el alivio de percibir ese conocido aroma.
Junto a él apareció la figura menuda y de ojos verdes intensos de Sayumi, que al verlo soltó un suspiro profundo. Y detrás de ella, aparecieron varios de los yokais miembros del grupo de rebeldes, con Mineko al frente que al verlo sonrió, no como un gesto de alegría sino solo como una esperanza.
-Sayumi, Mineko…lograron escapar.
-Sí, que alivio verte a salvo- respondió la loba, mirando de lado al cuerpo de la yokai y soltando un gemido impresionado.- Marita ella…
-Logró decirme antes de morir que la habían obligado a engañarme. La forzaron a inventar que Myoga, el sirviente de Moroha y sus padres, me había citado con prisa. Fui un imbécil y salí de la aldea.
-Qué horrible- dijo esta vez el yokai de gran tamaño, acercándose al muchacho y dándole unas palmadas en la espalda. Varios de los otros demonios se aproximaron a la yokai que yacía en el piso- las cosas ya se complicaron, chiquillo.
-Lo sé…
-Ya no hay tiempo, la mitad de nosotros no pudo escapar. Entre ellos Megumi.- cuando escuchó eso, Kenji sintió una punzada de culpa inmensa.
-¿Y ustedes como…?
-Oí una conversación extraña de tu tío por casualidad, diciendo que habían logrado sacarte de la aldea y que todo iba acorde al plan. Cuando fui a verte y no estabas, supe que era cierto y que debía advertirle a Mineko- explicó la loba, mientras Mineko asentía.
-Sí, por mi parte puse en alerta a los que pude, pero varios ya habían sido capturados de manera silenciosa. De todas formas, si no fuera por esta valiente loba, ninguno de nosotros habría escapado.
Sayumi se sonrojó por ese cumplido y Kenji le sonrió enternecido y agradecido.
-No ocultamos aquí, con la esperanza de que te pudiéramos percibir por el aroma. Y ha resultado. Temíamos que hubieran querido sacarte de la aldea para matarte con más facilidad- se explayó nuevamente la demonia loba.
-No…el engaño tuvo otro motivo. Sayumi…Koriu raptó a Moroha. La engañaron de la misma manera que a mí, diciéndole que nos reuniéramos y ella salió del campo de protección de mis maestros. En cosa de instantes se la llevaron.
Los ojos de Sayumi en un instante se convirtieron en puro dolor. Dio un quejido tan angustiado que Kenji sintió el mismo su pesar.
-¡No! ¡Tenemos que entrar a sacarla Kenji! ¡No pueden dañarla, no pueden!-
-Por su puesto. No solo eso, voy a terminar con todo esto. Mi maestro fue a reunir aliados. No tenemos mucho tiempo para actuar…- esta vez, Kenji se dirigió a los demás demonios ya conocidos, mirándolos con congoja pero con mucha resolución. Todos a su vez le daban atención.- lamento ponerlos en esta situación, si bien sabíamos que en algún momento nos tocaría atacar, nunca imaginé que sería en estas condiciones. Soy consciente que gente importante para ustedes también está capturada dentro de la aldea. Por lo mismo, tendremos que actuar de manera inmediata. Llegó el momento.
Los demonios hablaron entre ellos, comentando con rostros de temor y con dudas, mientras Mineko se adelantó y habló por Kenji.
-¡Hey! No hay tiempo de dudar, esto es lo que hemos esperado por años, el momento de liberarnos del imbécil de Koriu que nos convirtió en unos ermitaños, que terminó con nuestra libertad. Ahora queda en nosotros rescatar a nuestra gente y de paso volver a ser el clan que fuimos alguna vez. ¡Es ahora o nunca!- gritó Mineko, logrando esta vez que todos se vieran más convencidos. Kenji se dio cuenta que debía agradecer el poder de liderazgo del demonio, algo que claramente él no había logrado a cabalidad. El hanyo siempre había sabido que la fuerza de convencimiento que podía tener sobre esa gente solo residía en que ellos y todos sabían que él era el "elegido" de la profecía. Nada más. De todas formas, estaba dispuesto a dar su vida por aquel pueblo y, por supuesto, por Moroha.
De manera fría, Kenji contabilizó cerca de cincuenta yokais de su lado, que unidos a los pocos que traería su maestro no eran gran fuerza versus su tío. Lo que sí, tenían de su lado los increíbles poderes sobrenaturales de su maestro y quizá de sus sobrinas. Aun así, todos tenían presente que debían resistir lo suficiente para que Kenji luchara con su tío y, una vez vencido, por derecho de sangre todos los demonios le obedecerían.
-Tengo una idea. Iré a la cueva más próxima, conozco una que obedece a mi padre. Si voy y les digo quien soy de seguro ofrecerán su ayuda.- explicó Sayumi un poco más reparada. Creo que mi hermano andaba por esos lados el último tiempo, si tengo suerte quizá se me una.
-¿Estás segura? Esto no es su responsabilidad…-
-Si le digo a Hiro que capturaron a Moroha estoy segura que no lo dudará dos veces.
Kenji le dió la razón a la chica. Y por primera vez agradeció ese amor obsesivo del lobo por la shihanyo. Sayumi no perdió el tiempo, haciendo gala de su habilidad de nacimiento desapareció del bosque en un remolino de viento.
Luego de trazar rápidamente el curso de acción, Kenji dejó a cargo a Mineko y volvió donde sus maestros. Se encontró solo con la sacerdotisa que estaba acompañada por Towa. Sin mayores demoras, el hanyo le explicó todo.
-Mataron a Marita, fue obligada a decir mentiras. Por suerte, Sayumi logró advertir a algunos rebeldes y nos preparamos. Aunque no tengo confirmación, no tengo dudas que Koriu me sacó de la aldea porque Moroha está dentro. Lo más seguro es que quiera enfrentarse a mi maestro y a mi…
-Inuyasha dijo que iría directamente hasta allá, nosotros será mejor que comencemos al tiro el contraataque.
Kenji miró muy serio a su maestra, la que a su vez parecía muy convencida de sus palabras que no hacían ningún juego con su abultado estómago.
-Tía, eso es imposible. No puede ir a luchar en estas condiciones.
-¡Estoy embarazada, no lisiada!- replicó la miko, pero antes de que Towa siguiera, Kenji se adelantó.
-No.
-¿Perdón?
-No. No lo digo solo por mí, lo digo en nombre de mi maestro y de su hija. Y no solo eso, hace mucho tiempo le prometí a su esposo que cuidaría de su descendencia, no permitiré que vaya a últimas instancias de su embarazo a involucrarse en eso. No, maestra. Además le juré hace poco tiempo que haría todo para traer a Moroha, así que por favor haga el favor de estar a salvo-
La fuerza de las palabras de Kenji dejó en blanco a Kagome, quien se quedó en silencio y soltó una lágrima solitaria.
-Tienes razón…confió en ustedes. Towa- agregó al final, decidida mirando a su sobrina- nosotras haremos un lugar para recibir heridos y cuidaremos de ellos de ser necesario.
-Eso es una gran idea, tía- dijo la hanyo aliviada de verla bajar su ansiedad.
Kenji entonces dejó el sitio para volver y reunirse con el grupo de rebeldes. Finalmente, cuando estuvo con ellos. Mineko, con gran decisión, los llevó hasta las cercanías de la entrada y para cuando vio llegar al jovencito de sangre mestiza, le hizo un gesto para que se pusiera al frente, donde le correspondía. Kenji, un poco entorpecido por sus propias dudas, se dispuso a esperar la inminente aparición de su tío en el umbral ceremonial.
En la espera, se permitió observar a los demonios que lo rodeaban. Como todo clan demoniaco de antaño, los rostros, cuerpos y formas de todos ellos respondían a los mismos patrones. Incluso él, en su condición de hanyo, calzaba muy bien con esas características tan especiales. Y al final no dejaba de ser curioso que siendo mestizo, estuviera a la cabeza de ellos. No solo eso, personas tan fuertes y decididas como Mineko se plantaban expectantes a sus actos pero ¿qué podían esperar de él? No había vivido mucho más que veinte pobres años, no tenía mucha experiencia de lucha y seguro que frente a la expertise de algunos de ellos no era más que un guerrero promedio al servicio de la katana. En medio de su recorrido y sus pensamientos, comenzó a sentir un dolor en la herida de su hombro y pecho, que asoció al miedo que lo acechaba. La herida…casi se había olvidado de ella. Pero en medio de esa tarde, casi noche, se tocó por encima de la tela de su ropa y su propio tacto le trajo a la mente el contacto íntimo de Moroha. Recordó con toda la claridad que pudo como lo había curado, como lo había rosado, como lo había besado en la misma…parecía tan absurdo y distante pensar en esos momentos con ella, cuando todo se veía paciente y prometedor. Porque ahora lo único que deseaba era que ella estuviera bien. Entonces, cuando sacó la mano de su propio hombro, la dirigió hasta el interior de su traje y sacó la olvidada cinta roja de la muchacha. Había decidido llevarla con él y agradecía que en ese momento hubiera aparecido como un recuerdo apacible. La shihanyo le había dado su preciado objeto con el único fin de que se lo devolviera intacto. Pero, en ese contexto, a Kenji le pareció un emblema que solo era suyo, así que con cuidado se amarró la cinta en la muñeca derecha ayudándose con la mano débil y sus dientes. Cuando consideró que estaba suficientemente sostenida, acercó la misma a su nariz y cerró los ojos para traer nuevamente, como su droga personal, la presencia divina de la niña de ojos cafés, ayudado por el increíble aroma cítrico que aún se conservaba en la tela carmesí. Sonrió irónico al pensar que en algún momento Moroha había dudado de él y de sus sentimientos, porque él estaba seguro hace muchísimo tiempo que estaba loco por ella y que era el único significado que podía tener la palabra amor en su mundo. Cuando Kenji terminó de divagar en sus sentimientos, sintió una energía tan renovada que cuando aparecieron unas figuras en medio de una especie de niebla frente a ellos no creyó estar atemorizado.
Su tío, Atae, Yorio, un grupo de soldados y…Ryu.
En primera instancia Kenji creyó que estaban en una posición debilitada, pero sabía también que el sucio de su tío nunca iba con juegos. Era inminente la aparición
de más soldados o de cualquier otra artimaña. El hanyo se limitó a observar con la actitud más confrontacional que podía, hasta que pasados unos segundos de mutua contemplación el demonio rompió el silencio en medio de una sonrisa rancia y sarcástica.
-¡Sobrino! ¿Qué es lo que está pasando? No entiendo porque te presentas así frente a tu tío…- las palabras en boca de ese tipo parecían aún más repulsivas en ese momento- ¡Mineko! ¿Tú también? No creí que te involucrarías…menos con Megumi dentro de la aldea…
-¡Deja salir de la aldea a todos los que lo deseen, si es que tienes algo de honorabilidad, sucio animal!- gritó Mineko, hasta que Kenji le hizo un gesto para que se detuviera. No tenía sentido hacer caso a sus tontas provocaciones.
-Oh…pero Mineko, eso es imposible. Han sido desleales con su líder. No puedo asegurar que mueran de inmediato, pero lo harán. Solo quizá antes nos divertíamos con ellos. Bueno, con ellos y con todo aquel que tengamos cautivo ¿No, Yorio?
El maldito de Yorio sonrió en dirección de Kenji, que se estremeció al percibir eso como una indirecta hacia él. Tuvo luego que poner su mano sobre el cuerpo de Mineko para impedir que se abalanzara sin pensar sobre ellos.
-Basta Koriu, sabes perfectamente que esto no puede seguir. Debes rendirte.- dijo esta vez Kenji, pero cuando terminó tanto su tío como todo su grupo rió fuertemente.
-Que osadía más grande querido sobrino…y que decepción, cuando supe que nos traicionabas dije ¡No es posible! No Kenji, no a él que lo criamos y lo entrenamos.
Kenji no respondió.
-Y cuando supe que habías fingido el ataque el híbrido…totalmente doloroso. Por eso me has forzado, Kenji. Pero no fue difícil encontrar algo importante para tus maestros de sangre sucia y para ti. Era…¡Pero mira!- se interrumpió a sí mismo el demonio, indicando con el dedo detrás del hanyo, haciendo que toda su comitiva mirara en esa dirección- ¡Pero si es el mismísimo asesino de mi padre! El híbrido que derrotó al demonio Naraku.
Kenji esperó hasta que su maestro se colocó a su lado. No sabía quién había venido con él, pero sentía olor a humano y probablemente el aroma de Setsuna.
-¡DEVUÉLVEME A MI HIJA MALDITO IDIOTA!
-¿Su hija?- dijo el demonio, fingiendo sorpresa- y yo creí que teníamos cautiva a la mujerzuela de mi sobrino.
La sangre se le enervó tan rápido a Kenji que sintió esta vez como él era detenido por Mineko.
-Cállate, deja las tonterías y di que necesitas para rendirte- volvió a decir Kenji, mientras Inuyasha gruñía en su sitio.
-¿Rendirme? Me parece absurdo. Lo que sí podríamos hacer, es llegar a un acuerdo- esta vez, el demonio se veía serio. A su alrededor los demás yokais tomaron la misma posición-si no se entregan el híbrido viejo y tu mataremos a todos los rebeldes y a la híbrida flaca.
-¿Y Nomi?- preguntó Kenji, un poco fuera de lugar pero deseoso de resolver aquella duda.
-Claro, esa puta. Ella va incluida con los rebeldes sobrino. Si te entregas ahora mismo, podría indicarle a mis soldados que te lleven con Nomi y la híbrida. ¿Estupendo no? Siempre supe que no eras un hombre de una sola funda, Kenji.
Varios demonios rieron. Kenji quiso ignorarlo pero notó claramente que Ryu estaba muy serio y silencioso, mientras mantenía los ojos clavados en él. ¿Querría decirle algo? De todas formas, no estaba dispuesto ni en condiciones de ponerse a divagar si Ryu era o no parte de los rebeldes. Si él estaba del otro lado, simplemente era el enemigo.
-Necesito pruebas de que todo el mundo está bien.- exigió entonces Kenji, sorprendiendo a su maestro que arrugó la frente. Eso no lo había hablado. La verdad es que Inuyasha solo esperaba el momento exacto para comenzar a patear traseros. Kenji pensó por un momento que quizá no era mala idea que ellos se entregaran a cambio del resto. Una vez dentro, podrían hacer cargo más rápido de Koriu que pasando por las etapas de sus soldados y cuidados.
Pero antes, necesitaba cerciorarse que estaban todos bien y que habría voluntad de liberar a la gente. Y de que realmente había intenciones de llegar a un acuerdo.
-Ryu dinos ¿está Nomi bien?- preguntó Koriu mirando fijamente al demonio, que asentía en una especie de reverencia. -Tráiganla
Al poco tiempo aparecieron dos soldados llevando de los brazos a Nomi, que cuando vió a Kenji subió la vista del piso. A simple vista se veía en buen estado, solo un poco sucia.
-¡Nomi! ¿Te han hecho algo?
La demonio negó con la cabeza, pero sin mirarlo directamente. Al mismo tiempo, Mineko se le acercó a hablarle cerca al oído.
-Esto huele mal, muchacho.
-¿Por qué?
-No lo sé, solo lo presiento.
-Como gesto de buena voluntad, la liberaré- con un chasquido de dedos, los soldados liberaron a Nomi, que se lanzó con rapidez a los brazos de Kenji.
-Kenji…oh Kenji, estaba asustada.
-Nomi ¿Moroha cómo está? - Nomi, cambiando la expresión a una más inquieta, le susurró que estaba a salvo. La sensación de alivió que sintió Kenji hizo que la sostuviera en sus brazos, como un gesto de agradecimiento. Pero la demonia se sentía muy rígida en su amarre, como una figura.
-Amo…- se escuchó una voz al frente. Kenji fijó su mirada en Ryu, quien en medio del grupo que acompañaba a su tío se dirigía a él directamente, clavando dos pares de ancianos ojos violetas en él. Algo, como un golpe de electricidad, recorrió la espina del joven hanyo, algo que más adelante comprendería que era sólo instinto. Al instante, soltó a la demonia que mantenía entre sus brazos con un gesto tan repentino que la misma dió un paso torpe hacia el lado, dando contra Mineko. Por un segundo, Kenji y Nomi se observaron. Se miraron tan profundamente que cuando el chico escuchó la voz nuevamente del Ryu, supo que era lo que estaba sintiendo.
-AMO. NO CREA EN ELLA. NOMI ES EL ENEMIGO, ELLA RAPTÓ A LA SEÑORITA SHIHANYO, ELLA LA TIENE CAUTIVA Y SE ALIÓ CON S…¡AHH!- la fuerte voz de Ryu fue lo único que Kenji sintió en ese momento. Y, en un segundo, una aversión tremenda lo bañó y quiso agarrar a Nomi quien presa del peligro corrió rápidamente de vuelta junto a Koriu. Cuando el hanyo quiso ir detrás de ella, Mineko lo detuvo. Y Ryu, que antes de poder continuar había sido sostenido por dos demonios, fue arremetido por todos los soldados a su alrededor que lo atravesaron con sus espadas en todas partes del cuerpo y en tan poco tiempo que Kenji solo alcanzo a abrir los ojos aterrado de ver cómo asesinaba a su maestro. Ni siquiera pudo gritar. Todo había sido muy rápido. Lo más horrible de ver fueron los golpes de katana en la cabeza, quitándole con precisión la vida al yokai. Pero todo el tiempo lo miraba, Ryu lo miraba.
¿Era…real?
Kenji sintió de nuevo la furia desmedida y la sensación de estar perdiendo su compostura. Habían matado a Ryu, su cuerpo totalmente despedazado estaba en el suelo sucio. Y Nomi, delatada tan horriblemente, había escapado. Nomi… una traidora.
-TE VOY MATAR- gritó Kenji, lanzándose contra su tío junto a todo el grupo que lo acompañaba y su maestro al lado.
El ataque directo de todo el grupo hizo que la gente de Koriu desapareciera en medio de una niebla generada por ellos, de la que solo se distinguió una luz proveniente de Atae. Pero daba igual, todos tenían buen olfato y si era necesario Kenji estaba dispuesto a dar golpes irracionales contra el enemigo.
Entonces, por un momento, se detuvo para fijarte que aquello que brillaba sobre ellos era una especie de conjuro, pero no sabía que.
Pero fue fácil descifrarlo porque cuando su maestro lanzó su característico viento cortante, vió aterrorizado que el ataque no funcionó.
-¿Qué pasa?- gritó Inuyasha al chico, parando en seco mientras los otros rebeldes se lanzaban contra algunos soldados de Koriu en medio de la suciedad y los gritos de los demonios.
-Creo que fue Atae, esa mujer debió lanzar un conjuro eliminando el poder de su arma…- y probablemente de cualquier arma con poderes demoníacos, pensó Kenji.
Inuyasha, contrariado, lo intentó de nuevo logrando nada. No pudo hacerlo por tercera vez porque un soldado se le lanzó y tuvo que defenderse mano a mano. Una vez lo dejó en el suelo, Kenji se le acercó a su maestro, mientras él mismo se liberaba de un demonio.
-¡Maestro, no los mire a los ojos! Recuerde los poderes del clan
-¡Lo que faltaba!- gruño Inuyasha, al mismo tiempo que usaba sus garras contra otro soldado y evitaba a duras penas hacer contacto visual .
El sabor de su propia sangre y los dolores agudos en todo su cuerpo despertaron a Moroha. Cuando intentó moverse fue consciente de que estaba amarrada de todas las extremidades por unas fuertes y pesadas cadenas. Junto con ello, apenas era capaz de abrir los ojos, uno de ellos le ardía infernalmente y únicamente su olfato le valía a cabalidad. Cuando dió un quejido de dolor por culpa de algo que sintió en la boca, notó que había escupido uno de sus colmillos.
¿Dónde estaba?
No lograba hacer que su mente funcionara, no alcanzaba a recordar casi nada…solo a su madre, a Myoga, la carta…
-Que asqueroso- dijo de pronto una voz de mujer. Moroha levantó la vista en medio de su intenso malestar para dar de frente con los ojos amarillentos de Nomi, que volvieron a perder el brillo violáceo que los caracterizaba. Y lo recordó, recordó como la chica la había dormido. La expresión repulsiva de la demonia hacía juego con su postura sutilmente a la defensiva. Aparte de eso, Moroha notó que estaba sucia y parecía exaltada.
-Suelt…suéltame maldita- gruñó Moroha con las fuerzas que tenía, que eran casi inexistentes. Poco a poco su mente iba resurgiendo, pero su cuerpo, estaba totalmente apaleado. De seguro la habían golpeado dormida porque no recordaba haber peleado con nadie.
-Aún no es posible- dijo la demonia, esa vez acercándose a su cautiva para mirarla con detenimiento.
-¡Cobarde!- logró gritar Moroha mientras soltaba otros alaridos de dolor. Sentía el olor de su propia sangre, pero no sabía de donde brotaba la misma- suéltame y lucha conmigo ¡que fácil tenerme aquí amarrada!-
-No intentes provocarme, no te servirá- le sonrió la demonia, mientras quitaba del rostro de la adolescente un mechón de pelo que le tapa el ojo amoratado- estás aquí para servir de cebo.
-No servirá de nada, no necesito que vengan a rescatarme
Nomi se rió fuerte en la cara de la shihanyo, que sintió muy de cerca su aliento. La peligrosa cercanía de la demonia hizo que oliera muy de cerca un familiar aroma.
-Hueles a Kenji
-Vaya, aun eres capaz de olfatearme, como una perra. Sí, estuve con él.
-De seguro le has seguido mintiendo como todo este tiempo.
Nomi, que parecía cada vez un poco más trastornada, giró en sí misma y se posó justo frente a Moroha, pero a cierta distancia. El lugar donde estaban no parecía un calabozo ni nada por estilo, al contrario, su decoración le indicaba a la adolescente que se trataba de un salón. Era muy probable que estuviera dentro del palacio de Koriu. Cuando la demonia notó que la niña estaba observando todo, pateó la base de madera que sostenía las cadenas, provocándole dolores por todo el cuerpo por el solo contacto de las mismas. Definitivamente se habían ensañado con ella mientras dormía.
-No servirá nada de lo que me digas, Moroha.
-Yo no intento nada…-susurró la shihanyo mirándola con su ojo "bueno"- no necesito decirte lo que ya sabes. ¡Eres una traidora!
-Cállate perra maldita
-Víbora asquerosa- contestó Moroha conteniendo su ira, haciendo que su prisionera levantara una ceja con expresión divertida.
-¿Acaso ya lo sabes?
-Claro. Kenji me lo dijo.
-Seguro- dijo entonces Nomi, pero esta vez cambiando su expresión a una rencorosa y venenosa a la vez- es bien sabido que a los hombres se les saca mucha información luego de que se les satisface.
Moroha, que puedo dar cuenta de cómo eso sí había logrado desequilibrarla, guardó sus comentarios y desvío la vista, desatando que la demonia se enfureciera aún más.
-Siempre te hacías la buena, la niña simple ¡terminaste siendo una cualquiera!
-No es nada como lo que dices- respondió al final la aludida, que en medio de sus dolores estaba analizando si esa distracción le serviría para lograr liberarse. Pero aún no veía como.
-No lo niegues, lo sentí en ti, ahora tu olor es el de una mujer, ya no el de una niña. Pero sigo sin explicarme que te vió Kenji, no pasas de una rata flaca, sin gracia y poco femenina. Sin contar tu aroma desagradable, de sangre sucia. Y no solo él, el lobo también. De seguro los embrujas con esos poderes de tu madre, si, eso ha de ser- las palabras de Nomi más que confiadas sonaban gradualmente más dementes. Y por primera vez Moroha notó lo desastrosa que podía verse la hermosa Nomi. Y sintió un poco de pena por ella.
"Absurdo". Pensó. Me tiene cautiva y siento pena por ella.
-¿No dirás nada?
Silencio.
-¡Híbrida maldita! Sucia y fea. Si te vieras ahora mismo…
"Y si te vieras a ti misma", pensó Moroha, sin quitarle la vista a Nomi, convencida de que lograría colapsarla y de alguna manera liberarse. La demonia se acercaba y alejaba de ella, dando movimientos erráticos y a veces torpes, como si quisiera golpearla pero a la vez no.
-Pero no importa, cuando termine esto Kenji comprenderá todo. El va a entender cuando yo se lo explique, le diré que necesita hacerse cargo de esto. Sí, le diré que hice esto por su bien ¡por su bien! Porque solo yo sé que aquí está su lugar, aquí, con sus iguales, conmigo.
-Estás loca- agregó Moroha al fin, aun mirándola pero cada vez con más lastima- sabes perfectamente que esto no es por Kenji.
-Cállate… tú no entiendes nada, no tienes responsabilidades, no tienes lealtades. ¡No necesito explicarle a una estúpida como tu porque los demonios hacemos las cosas!- gritó la yokai totalmente fuera de sí. Moroha creyó que hasta su cabello se había envejecido. Su cuerpo curvilíneo incluso se veía ya más bien desarmado, por cómo se movía desquiciadamente. Entonces, la adolescente comprendió que dentro de Nomi había más culpa que odio.
-Yo no te he pedido explicaciones. Eres tú quien las da.
-¡NO, NO! ¡Cállate!- gritó y, en medio de ello, se aproximó a la chica y la cacheteo con fuerza en el rostro, provocando un alarido de Moroha que tenía todo el rostro sensible. Unas lágrimas solitarias se derramaron por su mejilla amoratada y se odió un poco por ello. No debía verse débil frente a la desquiciada, pero era inevitable no sentir dolor. Ya estaba agotada.
-Sabes que eres una traidora. Tu…tu fingiste ser leal a Kenji. Yo siempre supe que no eras de fiar. Me da tristeza pensar que él sí creyó en ti, incluso después de que lo botaste por irte con su propio tío.
Moroha no supo si había abierto algo terrible en Nomi o si la había terminado de volver loca, pero su expresión se perturbó de tal forma que temió que la matara a golpes.
-¡Tú no sabes qué pasó entre nosotros! ¡No sabes lo que pasé! ¡No sabes lo que me hicieron!
-¡No, no tengo idea! ¡Pero si vi a Kenji preocuparse por ti, confiar en ti a pesar de todo! No te mereces ninguna lealtad y lo sabes. Y…me das lastima, Nomi.
-¡¿Qu..qué?! ¿Tu me tienes pena a mi? ¡Tu eres la cautiva, estúpida híbrida!
-No importa. Te tengo lastima porque traicionaste al único ser de este mundo que te ha querido de verdad, Nomi. Tu puedes tenerme amarrada, golpearme, hacerme lo que quieras, aun así sé que Kenji piensa en mí, confía en mí.
-No, no, Kenji me quiere, tú nunca entenderás por lo que pasamos…- murmuró casi para sí misma Nomi, mientras se dejaba caer al piso frente a Moroha. Se veía tan desvalida como demente a la vez- ¡¿Tu crees que yo quería ser concubina de Koriu?! No sabes lo que es ser de una familia de demonios de este clan. Se me dió el don de ser bella, ser talentosa con la katana y cuando llegó el momento no hubo con quien discutirlo ¡simplemente tenía que cumplir con lo que él quería!
Moroha volvió a guardar silencio. Imaginó por un momento a una Nomi más niña, igual de preciosa pero llena de miedos de entregarse a un tipo sucio como Koriu. Después de todo, incluso con la educación y crianza de aquella aldea, era imposible que una pequeña estuviera tan de acuerdo con ello.
-Yo…tenía que cumplir con lo que esperaban de mí. Intenté darle hijos pero pronto supe que era imposible, por la profecía. Y él lo sabía…así que yo solo era una de sus concubinas. Y Koriu no era como Kenji, no…él si estaba con nosotras- Nomi hizo una pausa para agachar la cabeza en sí misma, probablemente recordando. Ya la shihanyo no dejaba de mirarla. Ambas estaban desastrosas a su manera. Ambas vulnerables, de distintas formas- ¿crees que yo quería ser usada? No quería. Pero era mi responsabilidad.
-Nomi…eso no era tu obligación…- susurró Moroha con grandes esfuerzos, resistiendo los deseos de dormirse por los dolores.
-¡No intentes compadecerme maldita!- gruñó ella, levantando la cabeza para hacer contacto visual. Los ojos cafés ensangrentados de Moroha con los violáceos amarillentos de Nomi.
-Tienes que ser libre Nomi…tienes que irte y solo responder por ti misma…
Moroha ya no sabía que la movía, estaba siendo en extremo empática con la demonia que no solo la tenía cautiva, sino que quería para ella el amor de Kenji. Y, por un segundo, pensó en su madre. Era culpa de ella por hacerla siempre pensar en el resto, por siempre recordarle que la gente tenía luz y oscuridad dentro. Pero, volviendo a ese momento, Moroha solo podía pensar en Nomi como una joven como ella, apenas iniciando a ser mujer, que era entregada por la tradición a un tipo terrible. Y, además, siendo alejada del amor verdadero. Cuando despertó de su ensoñación, apenas atenta con lo que le permitían sus sentidos, vió con mucho asombró a Nomi con las manos en el rostro…¿llorando?. Al parecer, más que llorando, arrepintiéndose de toda su vida. Eso parecía.
-Eso…eso no es posible…- dijo entonces la demonia. Esta vez, con un tono suave, débil. Como un animal herido.
Pero antes de poder seguir sus palabras, ambas chicas sintieron unos pasos acercándose. Nomi se paró a duras penas del suelo, desvió la vista de Moroha y puso atención a la puerta, de la que surgieron dos soldados.
-¿Qué quieren?
-Nos envió el líder a ver si la híbrida de perro sigue viva-
-Déjenos- ordenó con poca fuerza la demonia, haciendo que los soldados se miraran entre ellos.
-Tu no nos ordenas nada. El líder mando a que si la prisionera sigue viva, la lleváramos e hiciéramos lo que quisiéramos. Lo que interesaba ya está hecho, el padre y el sobrino del líder ya están dentro de la aldea, peleando. Pronto morirán y esta híbrida a dejado de servir.
Moroha, al escuchar eso, sintió la peor punzada en el corazón de toda su vida. Ni siquiera el hecho de que estaba a punto de morir le importaba, el confirmar lo sádicos y malvados que podían ser los demonios de este clan la asustaba demasiado, incluso confiando en la fuerza de ambos, temía inmensamente por ellos.
-¿Qué harán con ella? Aun sirve que esté viva, podemos sacarle información .
-¿Información?- el soldado rió irónicamente- creo que la llevaremos a las barracas de los soldados, aún es una hembra ¿no? Será divertido.
-No, déjenla aquí yo me encargaré de ella, es mi presa- volvió a decir Nomi. Moroha, que estaba paralizada del miedo luego de escuchar lo que le harían, rogaba en su interior que la soltaran antes de llevársela. Así, al menos podría luchar.
-¡Cállate puta!- el soldado golpeó a Nomi tirándola contra el suelo, haciendo que el otro riera. Ambos demonios, aun divertidos por la escena, se acercaron a Moroha.
-Levanta su cara.
El segundo soldado obedeció, tomándola del cabello suelto y forzándola a mostrarles el rostro, que apenas mantenía un ojo abierto.
-No es tan fea si ignoras su olor y los moretones- dijo el yokai, mirando a Moroha muy de cerca, tan cerca, que la olfateó sin ningún recato sobre el cuello. La adolescente, asqueada, le respondió escupiéndole en la cara.
-¡Déjenme, no se acerquen!- gritó entonces, pataleando lo más que podía en su amarre. Pero eso solo enfureció al demonio, que con un gesto ordenó al otro que la golpeara en el estómago. Moroha chilló horriblemente y descubrió de paso que la herida que sangraba venía de ese sitio. Aun así, no se rendiría, así que cuando los dos demonios la golpearon y cachetearon ella volvió a escupirles, intentó gritarles y darles cabezazos algo inútiles.
-Es una salvaje, tendremos que llevarla maniatada o no va a dejarnos tocarla-
Aun pataleando, Moroha sintió verdaderos deseos de llorar. Quería salir de ahí y ya no ser fuerte. Deseaba ir con sus padres y no sentir que iba a morir manoseada por un grupo de malditos demonios. Quería ver a sus primas, a su tía, a sus amigos. A Kenji.
-Tómala de las cadenas y la arrastramos con ellas, sin liberarla de las piernas-
-Esperen- dijo Nomi de la nada.
-¡No insistas o le diremos al líder que quieres ayudarla!
-¡Yo no intento ayudarla, imbéciles! Intentó salvar el pellejo de todos nosotros.
-¿A qué te refieres?
-No es asunto tuyo, pero si no vuelves a dejarla donde estabas y te la llevas para hacerles las asquerosidades que piensan, Koriu va a matarlos con sus propias manos. Tengo que hablarle y explicarle por qué deben dejarme aquí.
Los soldados, curiosos y molestos, volvieron a mirarse. El que mandaba indicó con la cabeza que hiciera caso y volvió a dejar a Moroha como previamente.
-Quédense en la puerta cuidando. Iré a hablar con Koriu y volveré. Pero les juro que si hacen algo con ella, se lamentarán.- Nomi terminó de hablarles y con un estado increíblemente más respuesto que antes, se marchó del lugar. Moroha vió de reojo, apenas consciente, como la demonia se marchaba ¿acaso intentaba ayudarla en serio? O solo era otro embuste…
Los soldados, molestos, asintieron.
Nomi se dirigió hasta llegar al salón donde Koriu debía estar. El cobarde de seguro estaba bien cuidado de sus soldados, dejando que el resto peleara y huyendo de su sobrino, era obvio. La demonia antes de entrar al sitio hizo una pausa en que dió un gran suspiro. Y entró, para ver a Koriu mirarla con un gesto poco amable.
-¿Qué haces aquí?
-Vengo a decirte algo importante. Tus soldados fueron a buscar a la híbrida, pero no puedes entregársela.
-¿Y por qué no? No pensaba conservarla, ya comenzó la lucha y sé que pronto Yorio y los demás asesinaran al híbrido. Y de paso capturaré de vuelta a Kenji. No dejaré que vuelva a ver la luz del sol, no hasta que procree un niño. No me importa si tengo yo mismo que forzarlo.
-Es por eso mismo. Hay algo que no sabes.
-Habla Nomi ¡maldita sea!
-Los días que Kenji estuvo fuera, los pasó con ella. No puedes dejar que la toquen ni que la maten, porque es la única mujer con la que ha estado. Es posible que esté preñada ahora mismo.
-¿Qué? ¿Esto es verdad?
-Sí. Yo lo sospechaba y ella me lo confirmó- mintió Nomi, consciente de que Moroha nunca se lo había dicho- y tengo razones para dudar porque la híbrida ayudó a su madre a ser rituales de fertilidad, es posible que le hicieran efecto también a ella. Si lo piensas…quizá a eso se refería la profecía. La persona perfecta. Quizá es esta híbrida y sus poderes espirituales que ayudarían a otro híbrido, como lo es Kenji, a concebir.
Koriu guardó silencio, absorto en analizar aquellas palabras. Nomi supo que veía mucha verdad en sus dichos cuando volvió a mirarla llena de odio.
-¡Cómo es posible que lo ocultaras tanto tiempo!- gritó el demonio, parándose de su asiento, empujando a Nomi de paso y llamando a alaridos a Atae. Koriu le contó todo y la demonia, realmente sorprendida, le dió la razón.
-El problema es que aun es muy pronto para saberlo, han pasado solo días. Necesitamos al menos diez días más para saberlo por el olor o por el cambio de su sangre- explicó Atae- debemos tenerla en buenas condiciones hasta entonces.
Sin decir más, Koriu, Atae y Nomi fueron hasta donde tenían a Moroha. El demonio expulsó bruscamente de la puerta a los soldados y entró a la habitación.
-Eres una estúpida Nomi, mira en las condiciones que está ¡tendremos suerte si estaba preñada y después de esto lo sigue estando!
Moroha, tan asustada como sorprendida, miró a Nomi sin saber que intentaba.
-Dime, niñita- dijo Koriu acercándose a la adolescente - ¿Es cierto que te involucraste con mi sobrino? ¿Hay una posibilidad de que estés preñada?
La shihanyo no lograba emitir palabras ¿eso había dicho? Pero ella nunca se lo dijo…entonces, volvieron a mirarse levemente y Moroha vió en la convicción de los ojos de Nomi que quería ayudarla.
-Sí…
Eso basto para Koriu, que escandalizado, ordenó a Atae liberar de esas cadenas a la chica. Por un momento , Moroha quiso usar sus pocas fuerzas para golpearla y escapar, pero fue imposible. Con mucha suerte no se había desmayado. Atae la dejó sobre el suelo pero encima de su propio Kimono, el que se quitó y usó como distancia entre el suelo frío el cuerpo apaleado de la niña. Luego, usó unas amarras más simples para sostenerla, esta vez solo de los brazos.
-No creo que intente escapar, está casi inconsciente. En una hora traeré algo para hacer descansar su cuerpo y la llevaremos a una habitación. Es probable que muchas de sus heridas se curen en este tiempo, no será necesario curarla.
-Pero no la sueltes, mantenla amarrada siempre- agregó Koriu, para luego salir junto a la demonia, no sin antes hablarle a Nomi- y tu estúpida, tienes suerte de que no esté muerta. Cuida de ella y comanda a los soldados que dejaré en la puerta. Sí la chica muere o si tienes un aborto tu te vas con ellos.
Nomi asintió con la cabeza. Dejó que Koriu se fuera del sitio y maldijo en voz baja.
-Nomi…- murmuró Moroha desde su sitio. Sorprendemente, la demonia se le acercó y la miró desde la altura con la cara seria.
-Te traeré agua, espera aquí.
-No te entiendo…creí que me querías muerta-
-No te confundas. Si lo quiero. Pero…pero no hago esto por ti. Lo hago porque no quisiera ver a Kenji más infeliz por mi culpa, como tú misma me lo dejaste en claro.
-Entiendo…
-Y también- volvió a hablar la demonia, sin mirar a Moroha, un poco perdida en su fuero interno- porque nadie hizo esto por mi.
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La Vida Como La Soñamos
FanfictionEsta historia y los personajes no me pertenecen la historia pertenece a "Doratina" en fanfiction y twitter (@EmilyCyrine) los personajes pertenecen a "Rumiko Takahashi". Créditos a "Tokio cristal" por la portada. Moroha tiene un año, dado por sus p...