XIII

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JENNIE

—¿Jennie?

Silencio.

—¿Jennie?

Parpadeo para dejar de mirar al espacio y vuelvo a prestar atención a la doctora Jorgensen.

—Lo siento —me concentro en las arrugas que recubren su frente con simpatía. Simpatía. Recibo mucho de eso estos días— Es difícil sacarme de los recuerdos a veces...

Con comprensión, asiente y ofrece una sonrisa sensible.

—Debe haber sido extremadamente difícil presenciar el castigo de Lalisa.

¿Difícil?

—Fue horrible. Realmente pensé que podría morir ese día. Pero era mejor estar con ella a que la sacara de la habitación como siempre. Esas instancias eran mucho peores.

—¿Cómo es eso?

¿No es obvio?

—Porque nunca sabía si iba a volver, si ese era el día en que la perdería.

—Es comprensible. Hubo mucho que soportar —la doctora Jorgensen mira el bloc de notas que tiene sobre las piernas cruzadas, antes de levantar la mirada por encima de sus gafas de lectura de montura roja— Hemos hablado un poco del vínculo que formaron ustedes dos. ¿Cómo se sintió cuando ella eligió el castigo en lugar de a usted? Aquel día se jugó la vida.

—No lo veía así. Al final, dejó que fuera mi elección. Renunció a la posibilidad de ser libre por mí. Pero no se trataba de mí, no realmente. Se trataba de Lalisa, y su relación con su esposa. Se trataba de la elección, y de negarse a dejar que el titiritero nos quitara nuestra decisión de nuevo. Y si no hubiera acordado con Lalisa correr el riesgo, creo de todo corazón que habría hecho lo que le pedí. Aunque, sinceramente, si nos hubiéramos equivocado al rebelarnos, podría haber recibido la bala de buena gana. En ese momento, no sabía lo que era capaz de soportar.

Asiente.

—Puede ser traumático presenciar una agresión a alguien, especialmente en estas circunstancias. ¿Cree que esto fue un punto de inflexión en su relación?

Mi mirada se desvía por encima de su hombro y se posa en una maceta de suculentas. Habría dado cualquier cosa por tener un trozo de vida en esa habitación de cemento con nosotras. Es cierto que he comprado unas cuantas plantas de interior para intentar recuperar la vida, pero no he conseguido mantener ninguna viva.

—No estoy segura de que punto de inflexión sea el térMinho adecuado, pero fue un golpe de realidad.

—¿Oh?

—En ese momento supe que, hiciéramos lo que hiciéramos, obedeciéramos al titiritero o lo desobedeciéramos, encontraría la manera de hacernos sufrir. Se le ocurrían tareas que sabía que rechazaríamos o que no podríamos cumplir para justificar que nos hicieran daño. Y Lalisa haría todo lo posible para protegerme.




 Y Lalisa haría todo lo posible para protegerme

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