Capítulo 23

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Abbie despierta lentamente y se estira bajo las sábanas, sintiendo el calor de su esposo a su lado. Sus ojos se deslizan por su rostro aún dormido, y una sonrisa automática se dibuja en sus labios, un eco del amor que alguna vez sintió por él. Sin embargo, a medida que se va despejando, las emociones la arrastran hacia la cruda realidad de sus sentimientos.

"A quién quiero engañar", piensa con desazón.

Se incorpora de la cama con un suspiro profundo, sintiendo el peso de sus decisiones. Con pasos silenciosos, se dirige al baño, tratando de no hacer ruido para no despertar a su esposo. El agua del baño le brinda un breve alivio, un momento de claridad en medio del torbellino emocional que la consume. Mientras se enjuaga el rostro, sus pensamientos vuelven a la noche anterior y a lo que ha estado sintiendo últimamente. Los eventos recientes y el cambio radical en su vida se hacen cada vez más evidentes, y la melancolía empieza a apoderarse de ella.

Abbie se viste con prisas, casi de manera automática, sin detenerse a pensar en los detalles de su atuendo. La rutina matutina parece vacía, una mera formalidad. Cuando se dirige a la cocina, evita cruzar miradas con su esposo. No tiene ganas de compartir un "buenos días" que no reflejará la realidad de su estado emocional. Con una rapidez silenciosa, se despide de su hogar y sale sin dejar un rastro de su tormento interno.

En el camino hacia su trabajo, el tráfico parece arrastrar su mente en un mar de pensamientos sombríos. Cada semáforo en rojo, cada ruido del motor, se convierte en una metáfora de su estado interno. Se encuentra atrapada entre la melancolía y la culpa, recordando los momentos de engaño y la influencia de aquella rubia que ha alterado su vida de manera inesperada. Su mente se debate entre el odio y el deseo hacia ella, sin poder encontrar un equilibrio.

Siente una mezcla de rabia y anhelo, confundiéndose entre el deseo de olvidar a esa mujer que la hizo cuestionar todo y la necesidad de entender por qué la atrae tanto. El conflicto interno la consume mientras continúa su trayecto, preguntándose si alguna vez encontrará la paz con las decisiones que ha tomado o si seguirá atrapada en el caos de sus propias emociones.

***

Durante el transcurso del día, Sebastián intentó contactar a Abbie en varias ocasiones, sus llamadas y mensajes se sucedieron con una frecuencia molesta. Ella, sumida en un mar de tareas y distracciones, solo respondía cuando le era conveniente, siempre con excusas sobre la carga de trabajo que tenía. Cada vez que Sebastián insistía, su irritación crecía, y aunque sus respuestas eran cortantes, él no parecía dispuesto a dejarla en paz. Finalmente, en un tono que rayaba en la imposición, le dijo que la pasaría a recoger para llevarla a cenar en su restaurante favorito. Para Abbie, su demanda era solo un eco distante de un matrimonio que se había vuelto cada vez más insípido. La petición de Sebastián no le importó en lo más mínimo; de hecho, su indiferencia crecía con cada interacción, reflejando un estado de desilusión que parecía haberse apoderado de su vida.

Mientras tanto, la rubia, Karina, había enviado un mensaje a Abbie que la hizo sonreír con una mezcla de incredulidad y ternura. El mensaje era un sencillo pero cargado de emoción cumplido, que contrastaba de manera evidente con el vacío emocional que Abbie sentía en su relación con Sebastián.

*"Qué bella amaneciste hoy. No te he visto aún pero tampoco tengo dudas."*

Abbie, al leer el mensaje, sintió una chispa de calidez en medio de su fría rutina. Sin embargo, su respuesta fue una manifestación de la distancia emocional que estaba empezando a marcar entre ella y su esposo. Escribió de manera breve y casi desinteresada:

La Amante de Mi MaridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora