Karina llega puntual a la oficina, deja sus cosas para empezar a trabajar, y Sebastián entra segundos después. No se inmuta en darle los buenos días. Se dirige directo a la oficina y eso deja sin palabras a la rubia. No sabe qué hacer en ese momento, así que solo enciende la computadora y espera.
El magnate sale y deja sobre su escritorio una montaña de copias para que las archive. Toma su abrigo y sale sin decirle a dónde va o cuándo regresará. Karina bufó sorprendida, aunque en el fondo lo sabía, el magnate se sentía profundamente herido por su repentino cambio de actitud.
La rubia pasó toda la jornada trabajando hasta reventar. Miró el reloj, faltaban solo diez minutos para salir, así que apagó la computadora dándose un respiro. Antes de que pudiera tomar sus cosas, escucha la puerta abrirse detrás de sí. Sebastián se hizo presente con un colorido ramo de flores para ella.
Karina se encoge de hombros y muestra una media sonrisa. El magnate las pone en sus manos y deposita un suave beso en sus labios. Ella lo mira confundida y él se adelanta a regalarle una caricia.
—Sé que he estado un poco distante, perdóname. Es solo que te extraño mucho y no tengo tanto tiempo para los dos. Pero te prometo que esta noche será para nosotros.
La rubia evade su mirada, Sebastián la toma del mentón y ella se aparta al instante.
— ¿Qué es lo que te pasa?
—Siento que los dos hemos estado tan distantes, pero déjame reconquistarte esta noche.
—Mmm no lo creo—invade más su espacio aferrándose a recuperarla.
—Vamos, esta noche es para los dos.
—Por favor, alguien puede entrar—dice la rubia empujándolo por el pecho.
—Ya no te resistas más, te lo pido.
Cuando está por besarla, Abbie entra abriendo con dificultad la puerta. Eso les da tiempo para despegarse de inmediato y el magnate la miró con el corazón en la boca.
—Pienso que esta atrancada la manija. Deberías arreglarla, amor.
—Mi vida, pero ¿qué haces aquí?
—Quise sorprenderte, es que hemos estado tan distantes—centra su mirada en la rubia—. Buenas noches, Karina.
—Buenas noches, señora—relaja los músculos agachando la mirada.
—Ya es tarde ¿porque sigues aquí? ve a casa—el magnate voltea a verla con el ceño fruncido—. Amor, déjala descansar. No te gustaría que te viera como un explotador—le dedica una sonrisa cómplice—que descanses—la rubia le obsequia una sonrisa tímida y toma sus cosas rápidamente.
—Permiso.
El magnate solo suspira desganado por aguadarle la fiesta. Abbie le muestra unos catálogos de unas decoraciones para su hogar, pero Sebastián la interrumpe de forma distante.
—Estoy atareado de trabajo amor, pero gracias a que mandaste a descansar a mi secretaria, supongo que me quedaré a terminarlo solo—soltó un bufido molesto.
El magnate echó en olvido las flores y Abbie las tomó fingiendo sorpresa.
—Mi amor, que bonitas flores. Pensé que eran decoración para el escritorio, ¿son para mi verdad?
Le bajó la sangre hasta los talones. Lo primero que se le ocurrió fue evitar verse perturbado, así que mostró una sonrisa de oreja a oreja.
—Pero claro que son para ti, mi amor. Ven aquí—le da un beso y un fuerte abrazo— ¿qué te parece si nos vamos? debes estar cansada también.
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La Amante de Mi Marido
RomanceEl deseo se apodera de ella cuando la descubre, una seductora rubia que no solo transforma su vida, sino que lo hace de una manera inquietante. Esta mujer hermosa oculta un secreto insólito, uno que despierta una obsesión peligrosa. La protagonista...