Capítulo 3

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La rubia, visiblemente nerviosa, sigue las indicaciones que Sebastián le había dado para encontrarse con él. Cada paso que da la acerca más a la dirección que le proporcionó siguiendo todo al pie de la letra. Al ingresar a la habitación, se encuentra con un escenario sorprendente: luces tenues dispuestas en el suelo y fuegos artificiales que iluminan el espacio de manera deslumbrante. Todo parece estar meticulosamente decorado, como si el lugar hubiera sido preparado específicamente para una ocasión especial. Sin embargo, el lujo del entorno no puede disipar su creciente inquietud; una sensación de alarma comienza a aflorar en su interior.

A pesar de los lujosos detalles, no puede evitar sentir que algo no está bien. Llama a Sebastián en voz alta, pero su voz se pierde en el silencio de la habitación. La ausencia de respuesta la pone aún más nerviosa. Su mirada se detiene en la cama, donde nota unas esposas unidas a los extremos. La extrañeza y el miedo aumentan, confundiendola aún más.

Mientras avanza con cautela, una mano inesperada la rodea por detrás. Antes de que pueda reaccionar, siente un paño húmedo contra su piel. La sensación de mareo la invade rápidamente y, en cuestión de segundos, pierde la conciencia, desvaneciéndose en un sueño profundo y perturbador.

***

Cuando despierta, sus ojos se acostumbran lentamente a la tenue luz que emana de la habitación. Mirando a su alrededor con una mezcla de confusión y miedo, se da cuenta de que está esposada y con la boca sellada por una cinta adhesiva. Su corazón late con fuerza mientras intenta incorporarse, pero el peso de su situación la mantiene inmovilizada.

El sonido de pasos de tacón acercándose la pone aún más ansiosa. A medida que la figura emerge de la penumbra, el terror se apodera de su rostro al reconocer a la esposa de su amante frente a ella. Abbie avanza hacia ella con una intensidad implacable, examinándola de pies a cabeza mientras se aproxima. Finalmente, se sienta en una de las sillas frente a ella, su mirada fija y fría.

—Al fin te atrapé —dice Abbie con una determinación helada en su voz. La rubia está visiblemente aterrorizada—. Debo admitir que fue muy fácil descubrir que tú eras la amante. Desde el principio sospeché de ti, y casi me siento mal por eso, pero, cuando confirmé que eras tú, las ganas de hacer esto se volvieron inmensas.

Con una rapidez inquietante, Abbie se levanta y camina decidida hasta estar a unos pasos de la rubia. Sin previo aviso, le propina una bofetada contundente. La rubia emite un gemido ahogado de dolor, su rostro se contorsiona mientras la cinta impide que sus gritos se escapen.

—Aun no entiendo cómo es que te prefirió a ti—la pelinegra se sienta en la orilla de la cama para contemplarla más de cerca—es que, conozco a mi marido. Sé de sus gustos, pero —sigue viéndola como si la examinara con cuidado—tengo qué descubrir qué tienes tú para que haya decidido cambiarme—se pone a corta distancia hasta quedar a centímetros de su rostro—Bueno, debo admitir que eres muy bella, tus ojos son hermosos, Karina; pero eso no es suficiente, no para él—se queda pensando unos momentos sin perderla de vista—. Veamos qué más tienes—mete sus manos lentamente por debajo de su blusa y comienza a acariciar sus senos despacio, con mucha suavidad. La rubia se remueve sorprendida y Abbie sigue haciéndolo. Pellizca levemente sus pezones y logra escuchar cómo la rubia entre sus quejidos había gemido—Bueno, tienes lindos senos. Otro punto a tu favor—le dice sonriendo con malicia—. Aunque —desabotona su blusa y los deja al descubierto. La rubia comienza a respirar agitada por la adrenalina que sentía en ese momento. Abbie la miró directo a los ojos y después se inclinó hasta estar cerca de ellos—. Se ven suculentos, ¿será que se deleitó también saboreándolos? —observó de cerca uno de sus pezones y lo comenzó a succionar.

Hizo círculos con su lengua alrededor y después se pasó al otro pezón haciendo lo mismo. La rubia cerró los ojos para no verla haciéndolo, Abbie disfrutaba al desesperarla, sabiendo que no podía quitársela de encima. Continuó succionándolos mientras miraba a la rubia quien comenzaba a desesperarse cada vez más. Hacía ruidos con su boca al absorberlos para enfurecerla más.

La Amante de Mi MaridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora