Capítulo 24

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Con el paso del tiempo, la rubia comenzó a sentir un peso creciente en su corazón. La relación que compartía con Abbie había evolucionado de una emocionante aventura a una carga emocional que ya no podía soportar. La intensa pasión que había experimentado con la pelinegra se había transformado en una fuente de dolor constante. Mientras la relación entre ellas había comenzado con una conexión intensa, ahora se sentía como si Abbie la viera más como un objeto de deseo que como una persona con sentimientos y necesidades propias.

Cada encuentro que tenían estaba cargado de un deseo abrumador, pero para la rubia, lo que había comenzado como atracción se había convertido en algo mucho más profundo y complicado. La intensidad de sus sentimientos había crecido con el tiempo, y el amor que había empezado a sentir se hacía cada vez más difícil de ignorar. Sin embargo, Abbie seguía tratándola con una frialdad distante, como si el vínculo que compartían se redujera únicamente a la satisfacción física.

Cada noche que pasaban juntas, el conflicto interno de la rubia se intensificaba. El deseo y el anhelo que sentía por Abbie se mezclaban con un dolor creciente, al darse cuenta de que sus sentimientos no eran correspondidos de la manera que ella deseaba. Lo que había empezado como una atracción física se había convertido en una necesidad emocional que Abbie parecía incapaz o no dispuesta a satisfacer. Esto había dejado a la rubia en un estado de confusión y desesperación, sintiendo que sus esperanzas y deseos se estaban convirtiendo en una carga insoportable.

Después de varias noches llenas de intimidad, pero también de creciente decepción, la rubia tomó una decisión difícil y dolorosa. Decidió que era momento de poner fin a su relación con Abbie. No podía seguir viviendo en una situación donde sus sentimientos se sentían tan desbalanceados y su amor no era correspondido de la manera en que lo deseaba.

Sabía que romper con Abbie no sería fácil; de hecho, estaba segura de que sería devastador para ambas. Por eso, decidió que la primera conversación sería con Abbie, la persona con quien más había compartido y con quien el adiós sería más difícil, a diferencia de Sebastián. Quería que Abbie entendiera que su decisión no era impulsiva, sino el resultado de un dolor acumulado que ya no podía ignorar.

Le pidio que hablaran en el apartamento donde tantas veces habían estado. La pelinegra le dijo que se retrasaría un poco porque iría a dejar unos papeles importantes.

***

Miraba la hora en el reloj con creciente desesperación. Karina se sentía atrapada, el miedo de que Abbie la expusiera y la destruyera por ser amante de lo ajeno la atormentaba. Necesitaba comenzar de nuevo, aunque eso significara perderlo todo.

Finalmente, Abbie llegó y, sin decir una palabra, le plantó un beso en los labios y acarició su mejilla antes de descalzarse y acomodarse en el sofá. Su sonrisa resplandecía, pero Karina no podía concentrarse en nada más que en el nudo que sentía en el estómago.

—Lo siento, es que me salió ese asunto de última hora y tuve que ocuparme—dijo Abbie, dedicándole una sonrisa que parecía más un reflejo de su esfuerzo por ocultar el estrés.

—Está bien, no tienes qué disculparte—respondió Karina, aunque su voz temblaba. Se acomodó en el sofá, sintiendo el peso de lo que debía decir.

— ¿Querías hablar conmigo?

—Sí.

—Te escucho.

—Abbie, esto se terminó—Karina soltó la frase como si le hubiera arrancado un pedazo de su propio corazón. La pelinegra se quedó muda, sus ojos se llenaron de sorpresa y dolor mientras se levantaba abruptamente del sofá.

— ¿Qué?

—Me escuchaste bien, esto se acabó.

— ¿De qué me estás hablando? —exclamó Abbie, acercándose con furia y confusión, su rostro estaba a pocos centímetros del de Karina.

La Amante de Mi MaridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora