Epílogo

6 1 2
                                    


El día había sido uno eterno, y ahora que ellos tenían la libertad, era hora de divertirse. La fila para entrar al bar era eterna, pero los hombres eran miembros VIP. Los presentes notaron al grupo, lanzándoles miradas de fascinación y miedo, mientras ellos se acercaban a la entrada. Como si algo instintivamente les dijera las personas que debían correr, pero su fascinación no les dejaba mover ni un musculo. Todos irremediablemente se les acercarían, motivados por el seguro placer que sentirían opacando el miedo al peligro. Como una polilla a la luz. Los vampiros sabían lo que los humanos veían. Cinco hombres completamente perfectos en sus ropas negras. Los reyes de la noche, así los llamaban y actuaban en consecuencia.

En la entrada el guardia de seguridad los dejó pasar inmediatamente, llevándolos a un espacio lleno de bullicio. Donde el olor a alcohol, sudor, drogas y sexo se unían al mar de movimientos y música. Todavía no entendían como era que Leo adoraba este lugar, pero con la idea de pasar tiempo con él, ellos no pudieron resistirse. No fue difícil encontrarlo en un rincón alimentándose de una humana. Quizás demasiado para la pobre quien no parecía notarlo por el extremo placer que estaba sintiendo. El líder le dio un golpe en la nuca con la mano abierta para llamar su atención, Leo siseó enseñando sus dientes en respuesta con un gesto para nada agradable. La viva señal de: te arrancaré la yugular si no te alejas. Los ojos de N se avivaron en con un color rojo demostrando su dominio, haciendo que él se calmara de inmediato. Con un sonido mortificado, Leo volvió al cuello de la chica quien gimió cuando él pasó su lengua para cerrar la herida.

-Olvida todo. No sabes lo que ha pasado. Nunca has estado aquí –dijo Leo mirándola a los ojos mientras los suyos se miraban como cristales-. Si te preguntan no sabes quién soy. Vas a salir de aquí y tomar un taxi hasta tu casa. -Como un zombi la chica se giró y comenzó a andar hasta que se perdió de vista. Leo arregló su cabello largo antes de hablar.

-¿Es qué nunca dejaras esa costumbre? –Preguntó Ravi.

-¿Lo dice alguien que está en celibato desde los siglos de los siglos?

-No sé de qué hablas –Ravi decidió ignorar la puya de su hermano, e ir a buscar un asiento.


En pocos minutos Hyuk llegó a la mesa con una ronda de bebidas. No es como que esto iba a hacerles algún efecto, pero era bueno de vez en vez. En un momento, tanto mujeres como hombres se acercaron a su mesa en busca de su compañía. Declinando cada oferta, los vampiros estaban pasando un buen momento discutiendo lo sucedido en sus patrullajes.

-¡Las bebidas se acabaron! –Se quejó Ken.

-Ve por ellas –Se quejó Hongbin, contestando un mensaje en su teléfono. Seguramente de Gabrielle.

-Le toca a Ravi.

-¿De qué hablas? –El eludido no sabía que tenían turnos para ir a ordenar.

-Ve –Dijo N, viendo que Ken iba a empezar a armar una perreta.


Sintiendo que se quedó con el palillo más corto, Ravi se puso de pie, dirigiéndose a las escaleras del segundo piso donde estaban localizados. En el camino al primer piso, él escuchó una voz familiar que le hizo detenerse en el medio del paseo por las escaleras. La voz femenina era encantadora y llena de vida, y lo llamó como si no fuese la primera vez que la escuchaba.

-¡Kiki! –Dijo la mujer entre risas-. ¿Estás segura de que tu esposo no va a molestarse porque estés aquí?


Frente a él, Ravi pudo ver a quien le pertenecía la voz. La melena roja, caía en unos bucles desordenados. El vampiro no pudo dejar evitar pensar que ese color de cabello era uno muy peculiar, y cuando la mujer lo miró directamente, y si Ravi hubiese tenido un corazón latiendo, seguro que hubiese se hubiese saltado un latido. La mujer lo miró con curiosidad porque él estaba detenido en plena escaleras, pero como el vampiro no hizo ademan de moverse, la mujer se encogió de hombros y siguió su camino.

-¿Skye? –Llamó él sin pensarlo, haciendo que la mujer se girara en su dirección mirándose sorprendida.

-¿Te conozco? –Preguntó ella con confusión.


El vampiro sintió que su cabeza dolía, pero ¿cómo él sabía el nombre de esa mujer? ¿La conocía? No. Él podía apelar a que todo era una coincidencia. A lo mejor, Ravi escuchó a su amiga llamarla sin darse cuenta y uso el nombre que escuchó para llamar la atención de la mujer.

-No. Lo siento. Creo que te confundí con alguien –Era una mentira, pero ella no tenía por qué saberlo.


Ambos tenían la sensación de que ellos se habían encontrado en alguna parte... era como un sabor insistente que no podían obviar, pero que tampoco tenían una razón para existir. Con una sonrisa en los labios, Skye se despidió del desconocido y siguió su camino... y Ravi fue por los tragos de sus hermanos. 

Los Reyes de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora