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Ravi esquivó a Hyuk quien iba a atacarlo sin piedad. ¿Qué diablos? N esquivaba a Ken, mientras ayudaba a Hongbin quien se debilitaba cada minuto que pasaba. Sus hermanos estaban tan heridos, que ninguno de ellos quería añadir más dolor.

-¿Por qué nos atacan? –Ravi pateó a Hyuk quien no dejaba de atacarlo.

-¿Me tienes cara de adivino? ¿Qué voy a saber yo? –N empujó a Ken para ganar tiempo. Hyuk usó sus garras dejándole heridas en la cara a Ravi.

-Oh, pagarás por esto –A continuación se le olvidó que estaba peleando contra su hermano.

Ellos se volvieron en una pelea apretada. Ravi vivía para las luchas y para él siempre era algo de pura elegancia y fiereza. Muy al contrario de Hyuk, quien era toda la fuerza bruta, él analizaba los movimientos de su contrincante. En poco tiempo, Hyuk estuvo en el suelo con Ravi haciéndole fuerza para que no se levantara. Ponle el amuleto ahora, escuchó a Azure en su cabeza.

-Hongbin, rápido, el amuleto –Como siempre su lema era: hazlo y pregunta después por qué. Su hermano le lanzó el amuleto y Ravi lo colocó en el cuello de un Hyuk quien dejó de forcejear en el momento en que el aparato estuvo cerrado.

-Es hora de dormir a la razón... -susurró Hongbin-. N, debes colocar el amuleto en Ken. Ellos creen que nosotros somos los enemigos ahora. No podemos hacer nada para que se detengan.

-Lo siento –le dijo N a Ken-, esto te dolerá –Sin más N desató toda su fuerza y con un solo golpe Ken aterrizó en la pared contraria con la sinfonía de sus huesos partirse. Él tuvo su amuleto al minuto siguiente.

En un momento toda la estructura comenzó a temblar. ¡Como si fuera poco! Esto tenía que ser una jodida broma. Ni siquiera podían creer su suerte. Que era un asco, por cierto. Ravi se disponía a ayudar a Hyuk, quien estaba inconsciente, y a Hongbin quien apenas podía estar enteramente de pie. N se encargó de Ken. Justamente cuando iban a salir, Leo llegó. Bastante mal. Era un milagro que estuviera vivo. Sus heridas eran horribles, todas y cada una de ellas hechas por un rubí. Se derrumbó en sus pies al verlos.

-Esto no puede estar pasando -Masculló N. Estaban a punto de ser sepultados y ninguno de ellos estaba manteniéndose en sus pies –Ravi, como te debilites, considérate hombre muerto.

-Tengo cosas más divertidas que hacer que morir aquí.

-Vamos –N agarró a Leo, comenzando la retirada.

Tal como esperaban, una vez salieron, se encontraron con un montón de criaturas queriendo un pedazo de ellos. La estructura se estaba derrumbándose por lo que todos corrieron a refugiarse de los escombros. Aprovechando el momento, los vampiros fueron a poner a sus hermanos heridos en un lugar seguro. La mayoría del grupo no estaba en condiciones para pelear. Apestaba ser ellos en estos momentos.

-Estaremos bien –Aseguró Hongbin cuando vio la preocupación en los rostros de sus dos hermanos. Tomó su espada como el guerrero que era-. Nadie pasará por aquí –Le creían, pero él tampoco se veía como si pudiera durar mucho consciente. Los dos que estaban ilesos debían acabar con la pelea lo antes posible.

-Volveremos pronto –N sacó la espada, Ravi le siguió.

-Tío, es una pena que te pierdas el baile –Le dijo Ravi a Leo quien estaba volviendo a estar consciente.

Sin esperar respuesta, ambos dieron media vuelta y fueron a enfrentar la multitud. Como dijo Skye, una sola tajada de esa espada dejaba al adversario muerto. Lo que la bruja no había mencionado es que la criatura sufre de un dolor mortal antes de hacerlo. Joder, esa bruja era cruel en un nivel extremo. Seguramente se estuviera riendo a carcajadas de ver a las criaturas morir de esta forma. Luego, otros gritos se alzaron, muy diferentes a los de ser heridos por la espada. Cuando N y Ravi miraron para ver de qué se trataba, vieron a Hongbin y a Leo tomando de las gargantas de las criaturas de una forma nada bonita. Era de esperarse, ellos estaban debilitados de una manera muy significativa. La sangre era lo único que les devolvería la fuerza, aunque no les regeneraría las heridas, le ayudaran a mantenerse.

Las criaturas comenzaron a fijarse que los vampiros estaban matando a los demás a una velocidad sorprendente, por lo que en vez de desaparecerse como seres pensantes, se dividieron en grupos y se encargaron de atacarlos por separado. Otra vez, N vio como sus hermanos eran atacados con dagas de rubí y su temperamento hirvió. Él quería sangre, quería la sangre de su creador. N dejó salir todo lo que siempre mantenía bajo control. Por lo que fue nombrado el líder del grupo. Y ese poder corrió libremente, más rápido y espeso cuando vio a su creador en el otro extremo del campo. Le mostró los dientes con enojo. Su creador le devolvió una mueca, restándole importancia.

Con un solo objetivo en mente, N se comenzó a abrir paso por las criaturas. Sus hermanos adivinando su objetivo comenzaron a ayudarle. El rugido de Ravi penetró los oídos de N como una canción de miedo, al verlo no pudo evitar sentir dolor por su hermano. Aunque su cuerpo estaba cubierto de heridas y algunas hojas de dagas estaban alojadas en su cuerpo, él seguía luchando. Lo mismo pasaba con Leo, quien estaba luchando como si su vida dependiera de eso. Hongbin por otro lado, no corría con una suerte diferente. Mientras más se acercaba a su objetivo, menos accesible era. No importaba toda su fuerza y su furia, su creador había anticipado todos sus movimientos. Ellos eran así de predecibles, al parecer.

Un ruido ensordecedor hizo que N fijara la vista al frente. Ante toda incredulidad, montones de pequeñas balas hechas de rubí se precipitaban a ellos. Él trató de protegerse, pero unas les dieron irremediablemente en los lugares más peligrosos. N tosió sangre. Escuchó otro estallido, nuevas balas venían. Estaría muerto si recibiese esas, lo sabía. Entonces sintió como alguien lo protegía con su cuerpo, recibiendo la nueva oleada de balas. No tuvo que ver para saber que se trataba de Ravi. No, no. Él no podía recibir todo ese daño y estar vivo. Su cuerpo cayó sin mucha resistencia frente a los ojos horrorizados del líder. N intentó hacer algo, pero Ravi se estaba ahogando con su propia sangre. Ayuda, ayuda. Quería gritar estas palabras, pero nadie iba a ayudarles.

El chillido femenino a continuación, fue tan fuerte que le hizo sangrar los oídos. Azure. N vio como una muy enojada mujer se alzó, llevándose a todos sin ninguna piedad. Ni uno solo quedó en pie cuando comenzó a arrojar rayos, calcinando a cualquiera que osara a tratar de pelear con ella. El líder observó donde estaba su creador, para notar que esta ya emprendía la marcha. N rio sin humor, bebiendo su sangre antes de desmayarse.


Los Reyes de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora