4. La Marca Tenebrosa

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12 de septiembre de 1978

Amelie Rosier

Habían pasado ya unos meses desde Hogwarts, desde que había visto a James por última vez, y la verdad es que lo extrañaba demasiado. Era tan raro no verlo como casualmente lo hacía en Hogwarts.

Las cosas en mi familia se estaban poniendo complicadas, porque mis padres querían que mi hermano y yo lleváramos la Marca Tenebrosa para demostrarle lealtad a Voldemort. Yo no quería tener esa dichosa Marca en el brazo, solo de verla en otras personas me daba asco. 

No quería llevarla, no quería casarme si no era por amor y lo único que quería es que todo esto se acabara de una vez por todas, era algo frustrante y horrible.

Estaba cansada de tener que seguir las reglas de mis padres, si no me fui de mi casa el mismo día que termine Hogwarts era por mi hermano, porque ellos me habían amenazado con hacerle daño si yo tenía pensado irme. Yo no podía permitir que mi hermano sufriera por culpa mía, así que me quedé con él. 

Por mucho que me doliera estar ahí, era por mi hermano, de esa forma sabía que nada malo le pasaría porque yo estaría ahí para protegerlo siempre. Nuestra relación era algo rara, porque podíamos odiarnos a veces, pero los dos éramos capaces de dar la vida por el otro.

Desde pequeños habíamos prometido que siempre estaríamos para el otro y eso hasta hora lo habíamos demostrado, no dejaría solo a mi hermano, al igual que él no me dejaría sola a mí.

Por él sería capaz de hacer cualquier cosa, aunque a veces no estaba de acuerdo con él. Debía reconocer que él en ninguno momento me había hecho daño y si lo había hecho no había sido queriendo.

—Amelie —levanté la mirada de mi libro para ver a Evan acercándose a mí.

—¿Sí? —cerré el libro y me levanté. Me encontraba en los jardines de nuestra casa, ya que era el único lugar junto a mi habitación donde tenía paz.

—Mamá dice que nos tenemos que ir, ¿estás lista? —asentí y los dos entramos en casa donde ya se encontraban nuestros padres con una expresión seria en sus rostros.

—Ya era hora, por Merlín. No he visto a personas tan lentas como vosotros —soltó mi madre y yo me limité a voltear los ojos.

Papá no dijo nada, así que todos salimos y subimos a nuestro coche para ir de camino a no sé donde. Se me había pasado preguntarle a mi hermano sobre el sitio al que iríamos, así que solo me quedaba esperar a que llegáramos.

Una vez que llegamos pude darme cuenta de que era la Mansión de los Malfoy. Su casa era demasiado grande y en mi opinión muy lúgubre.

Los cuatro bajamos del coche y caminamos hasta la entrada donde nos esperaba el elfo de los Malfoy sosteniendo la puerta. Odiaba demasiado ver lo mal que se les trataba a los elfos, ellos no tenían la culpa de nada, si pudiera hacer algo para que no tuvieran que sufrir lo haría sin pensarlo. Mis padres y mi hermano entraron primero y yo paré un momento para ver a Dobby. Muchas veces tenía que presenciar como menospreciaban a Dobby y era algo horrible porque odiaba ese tipo de comportamientos. 

Sin duda alguna era muy diferente a mis padres y a mi hermano.

—Gracias Dobby —susurré con una pequeña sonrisa.

—No agradezca señorita Rosier —sonreí y le di un poco de chocolate.

—No lo niegues por favor, esto será nuestro secreto. Así que ten cuidado, no quiero que estés en problemas —susurré.

—Gracias señorita Rosier, gracias por ser tan amable conmigo —sonreí, Dobby sin duda alguna era un elfo demasiado encantador y adorable.

—No agradezcas, siento mucho que tengas que pasar por todo esto... No te lo mereces Dobby.

No Promises ||James Potter|| ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora