Intenabo
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En una agradable tarde con el característico viento de otoño, Conway se encontraba en la entrada del apartamento del rubio, esperando a que este apareciera por la puerta del hogar.
Su atención estaba solo en lo que estaba detrás la puerta cuando escuchó a esta ser abierta.
—Oh, ¿Jack? ¿Qué haces aquí?
Una suave y escondida sonrisa se plasmó en el rostro del moreno cuando observó de arriba a bajo el atuendo de Gustabo. Vestía con un pantalón chandal oscuro con una sudadera color rosado pastel de probablemente unas tallas más grande, además, unos rebeldes mechones de su rubio flequillo caía débilmente en su frente.
—Ayer dejaste en mi casa tu cartera y tu chaqueta, pensé que era buena idea venir— explicó ágilmente viendo como en el rostro del menor aparecía de manera repentina una mueca avergonzada.
Lo único que pensaba Gustabo era que lo tragara la tierra. Se sentía un idiota por dejar sus pertenencias en la deseada cita que disfrutó con Jack en su hogar. Pensaba que lo iba a ver con cara de atontado por solo tomar una sola copa de vino.
—Lo siento, no fue mi intención— se disculpó rápidamente para dejar pasar u olvidar el tema —. Pasa, te invito a beber algo— invitó con gentileza a su morada.
—No te disculpes, le puede pasar a cualquiera— dijo mientras dejaba las pertenencias del rubio en la mesa de la entrada.
—¿Te apetece café, whisky, café con whisky?— cuestionó en broma, calentando el agua de su amada cafetera.
—Un café estaría bien...— hizo contacto visual con el menor cuando ambos escucharon unas rápidas pisadas junto a una voz infantil resonar por todo el salón.
—¡¿Papá, donde ta' Señor Abrazos?!
Una dulce criatura. Una pequeña rubia de tan solo cinco años, apareció en lumbar de la cocina con un puchero en sus labios, esperando respuesta del que era su progenitor.
—Cielo, ayer lo dejaste en casa de Horacio— respondió mientras la pequeña camino hasta su padre y alzaba sus brazos, abriendo y cerrado sus manitas, para estar en sus cálidos brazos.
Se recostó en el hombro de Gustabo, viendo con esos curiosos y despiertos ojos zafiros a cierto señor trajeado que estaba en frente de ella, el cuál era totalmente desconocido en su vida.
—Sara, él es Jack Conway— Gustabo presentó al mayor, quién sonrió sutilmente brindándole confianza a la rubia—. Y Jack, ella es Sara, mi hija.
Conway paseaba su mirada oscura en ambos rubios. Veía como los dos tenían la misma cabellera blonda y sedosa, pequeños lunares adornando sus pomulos y especial chispa de locura que irradiaba en el brillo de sus orbes celestes.
Eran dos gotas de agua.
—¿Quieres mostrarle tu colección de peluches a Jack?— Gustabo le preguntó Sara, mirando de reojo como el moreno los observaba detenidamente con un particular y único brillo en sus ojos.
—¡Si!— contestó con entusiasmo alargando la última vocal de la palabra. De un salto, salió de los brazos del rubio para ir en busca de sus juguetes afelpados.
Cuando la niña se fue, Jack retomó la conversación.
—¿Así que padre soltero, eh?— murmuró tranquilo acercándose al menor, lo último que quería era hacer sentir mal o incomodar a Gustabo.
—Si, desde que ella nació he estado solo— musitó mientras buscaba las tazas para servir los respectivos cafés —Antes de que ella naciera, su madre se complicó y luego no resistió el parto... Siempre hemos sido ella y yo desde entonces.
El moreno percibió una vibra nostálgica y triste en el suspiro de Gustabo. Sabía lo difícil que era vivir así y mucho más estando solo, podía estar rodeado de muchas personas pero nadie era capaz rellenar ese vacío interno.
Hizo que Gustabo dejara de hacer lo que estaba realizando atrayéndolo y entrelazando una de sus manos.
—Deja que yo cure las heridas que aún no están cerradas. Yo te ayudaré de ahora en adelante— murmuró acariciando delicadamente la mejilla de Gustabo, quién posó su mano libre encima a la de Jack— Gracias por confiar en mí.
—Gracias a tí por no dejarme. Nunca le cuento esto a nadie por miedo a que...se agobien y se marchen.
Se unieron en un verdadero y acogedor abrazo, con solo estar así con sus cuerpos unidos, ambos sentían como se sentían tranquilos y reconfortados, sin sentimientos ni pensamientos negativos. Solo eran ellos dos con sus corazones sanadores palpitando a mil por segundo.
—¡Acá están mis lindos peluches!– chilló Sara desde el sofá del salón, soltando la gran cantidad y diversidad de peluches que tenía en sus brazos.
Ambos hombres, que aún seguían abrazados en la cocina, rieron de forma suave por la grata emoción que percibían en la infante. En el momento que se separaron, Jack dejó, inesperadamente, dos dulces besos la pálida cara, específicamente uno en la frente y el otro en una mejilla, dejando a Gustabo nervioso con un resistente color carmesí en sus pómulos.
Pasaron la tarde juntos entre risas y anécdotas graciosas por partes de la rubia, explicándole a Jack la historia que tenía con cada de uno de sus juguetes y como los había conseguido. Gustabo sonría como un bobo por el mágico lazo que habían creado el moreno y la pequeña rubia. Ya tenía una razón para vivir, por la cuál tenía que seguir adelante y luchando.
De ahora para siempre, eran tres corazones en un dulce y amado hogar.
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𝙊𝙣𝙚 𝙎𝙝𝙤𝙩𝙨 ; Intenabo y Rebornplay
FanfictionCortos relatos sobre las parejas Intenabo y Rebornplay, sin continuidad entre ellos.