𝙒𝙖𝙠𝙚 𝙐𝙥

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Intenabo

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Con pesadez, abrió sus ojos amielados, los cuales se acostumbraban lentamente a la luz natural que se colaba por las cortinas. Bajó su mirada, encontrándose con la adorable imagen de su Gustabín profundamente dormido a su lado, abrazando su fornido brazo como si fuera un suave oso afelpado.

Con una sonrisa plasmada en su rostro, dirigió sus ojos al reloj que permanecía en la mesita de noche, divisando que faltaban pocos minutos para que fueran siete de la mañana. Antes de levantarse de la cama y estirar sus tensados músculos, dejó con delicadeza al rubio a un lado del colchón, quién se removió ligeramente por el reciente movimiento, sin embargo, siguió descansando entre sus acogedoras sabanas.

Para espabilarse, entró al baño para echar agua fría en su cara adormilada y lavar sus dientes. Al entrar nuevamente a su habitación, vió como el rubio seguía dormido, abrazando unas de las suaves almohadas del pelinegro.

Se sentó en la orilla de la cama en el lado donde estaba Gustabo. Acarició sus mejillas y pómulos, pensando en lo increíblemente suaves y delicadas que eran estas. Pasó uno de sus dedos por la frente del contrario, quitando los mechones rubio que caían y peinándolos hacía un mismo lado.

—Hola, Jack— murmuró con sus ojos entrecerrados por la intensa luz del día, acercándose inconscientemente al tacto que le brindaba el azabache.

—Buenos días, capullo— sonrió al ver las adorables facciones del rubio.

Nunca se cansaría de despertarlo a besos y darle los buenos días. Nunca.

—Ve a ducharte. Yo haré el desayuno— dejó un cálido beso en la mejilla de Gustabo, quién envolvió su torso con sus brazos, uniéndolos en un necesitado abrazo.

—No quiero— murmuró contra el cuello de Jack, deleitándose con su agradable aroma.

—¿No quieres?— el mayor percibió como su pareja negaba —¿Quieres que te bañe yo o qué?

—Bueno, no estaría mal— sonrió, dejando un beso en la tersa piel del moreno antes de separarse —... Pero el caso es que, hoy no quiero ir a trabajar. Me quiero quedar acá contigo.

—No podemos, honey— dejó un casto beso en el puchero del rubio —¿Quién cuidará comisaría mientras no estoy? Esos anormales no saben cuidarse solos.

—Está Volkov, Greco e Ivanov. Tus tres comisarios de confianza— Gustabo con una media sonrisa y ojos de cachorrito logró que el corazón de Jack se enterneciera ante su ternura — Anda, hazlo por mi.

— Ahg, está bien— murmuró chasqueando la lengua —. Siempre te sales con la tuya, rubito.

—Para eso tengo mi pico de oro, cariño— sonrió triunfante, viendo como su novio se levantaba nuevamente de la cama —. Eh, ¿a donde vas? ¿me vas a dejar solo?

—Que va, solo voy a escribirle a Volkov— tomó su móvil, que estaba en el escritorio de la habitación —. Me da pereza llamarle.

Gustabo asintió en silencio, admirando al hombre que tenía enfrente. Ese pelinegro amargado se veía jodidamente atractivo con tal solo textear un mensaje en su móvil estando de pie. Jack era una persona tan reservada con su vida privada, que el rubio nunca imaginó que fuera tan cariñoso y detallista con él. No tenía palabras para expresar su amor hacía él.

—Venga, a dormir— murmuró Conway, dejando su celular en la mesita de noche antes de entrometerse suavemente entre las sábanas.

Gustabo volvió a acurrucarse entre las mantas, sintiendo la calidez que éstas le brindaban. Jack apenas se acercó al rubio, ambos se abrazaron, mimando uno al otro sin tener que pedirlo. El azabache acariciaba delicadamente las caderas y muslos del menor, mientras este se limitaba a pasar sus dedos de manera suave en el cabello del contrario, sintiendo como el sueño volvía a apoderarse de su ser.

—Te quiero, Jack — sonrió sutilmente, antes de caer dormido en el cómodo pecho del azabache.

—Te quiero mucho más, muñeca —besó su rubia cabellera, percibiendo el aún persistente aroma floral.

𝙊𝙣𝙚 𝙎𝙝𝙤𝙩𝙨 ; Intenabo y RebornplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora