Prólogo

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Si a Aaron le hubiesen dado la tarea de definirse a sí mismo, diría que es una persona: Fracasada.

No es el omega más colorido de la pecera, es bastante bajito, con severos problemas de visión y algunas lonjas en la barriga; no tiene ninguna figura 90, 60, 90 de la cual presumir. Finge ser beta al esconder su aroma natural con supresores que le arrancan parte del presupuesto de su billetera.

No va a la Universidad y apenas terminó la secundaria, trabaja de noche para poder sobrevivir... No, no labura en el mercado de prostitución. Duerme de día y llora en las noches junto a las neveras llenas de cerveza, cuando debería estar sudando los centavos con los que se alimenta.

No es muy sociable y su único mejor amigo, es el culpable de darle los peores consejos que le llevan a situaciones complicadas que atentan contra su seguridad.

Su pasatiempo predilecto es dormir. Su comida favorita son las donas. Su color favorito es el rosado. Adicto a la cafeína y los cigarros. Piensa que en el futuro va a morir de cirrosis o cáncer en los pulmones ... O de ambas enfermedades al mismo tiempo, y espera que su predicción sea a corto plazo.

¿El mayor de sus problemas?

Llegar a fin de mes. A sus veintitrés años, es un delincuente que roba el cambio de sus clientes borrachos y aún así le cuesta llegar a la quincena.

¿El menor de sus problemas?

Tiene un irremediable flechazo por su vecino.

Vive en un complejo departamental, y todavía se pregunta, qué mal hizo para que le pusieran un adonis al lado de su puerta.

Sebastián.

Sebastián es un alfa de ensueño para cualquier omega. Dolorosamente alto para cualquier nuca. Conquistadoramente agradable para el arte de la seducción. Desgarradoramente atractivo para cualquier humano que pueda ver.

Aaron jamás se preguntó por qué llegó a tomarle gusto a Sebastián. Sabía la respuesta, el alfa era una cálida masa adicta a la vida saludable, e irremediablemente atrayente por su futuro como docente en un jardín infantil.

Hubiese sido pecado no gustar del chico... Y para pecadores habían muchos, solo que algunos vasallos del mal, se negaban en admitir que eran infractores, almas débiles que caerían al purgatorio.

Alexander.

Alex es el vecino de Sebastián. Ricitos de oro, con la piel de porcelana y dos pedazos de mar en los ojos. Quizá un poco ególatra al ser consciente de su innegable belleza natural, Alexander es un omega bailarín de cuerpo estilizado.

De temple orgulloso, se niega a admitir que ha caído en la trampa del conquistador, porque él no quiere ser un juguete de un solo uso. Por su irremediable atracción hacia Sebastián, levanta muros para protegerse de lo inevitable.

¿Cuál es el segundo mayor problema de Aaron?

Estar en medio de una encrucijada de un romance cliché externo a él, entre sus vecinos: Sebastián, la personificación de lo imperfecto y Alex, la personificación de lo perfecto. Ambos chicos parecen empezar a pasar del amor al odio cada día.

Mientras aquel par eran los personajes ideales para protagonizar una historia de amor adolescente, él solo era aburrido omega gordito con problemas de visión.

No era un personaje principal del que todos quisieran saber su historia. No era un personaje secundario al que todos amarían... Él era solamente ese que se miraba pixelado en la cámara, un extra.

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