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Para cuando llegó a casa, podía oír las risas de los niños en la planta alta, sonrió con alegría al comprobar que estaban bien y que su madre no había arruinado su felicidad.

Hoseok se deshizo de su chaqueta, dejándola colgada en el perchero y también se despojó de su corbata, desabotonó un poco su camisa para luego buscar a Seokjin o a su madre. No había rastros de ellos dentro de la casa y eso le estaba preocupando más de lo que realmente debería.

Él quería a Seokjin, de eso estaba seguro... y más que nada lo quería en su vida, pero el pálido podía ser algo charlatán, por no decirlo en otras palabras y solía hablar de ciertas cosas que no a todo el mundo le agradaban.

Siendo su última alternativa, se encaminó hasta el jardín.

Bajo la pérgola se encontraban charlando su madre, Seokjin y la madre de Jaerim, Jiwon.

Su madre y Jiwon hablaban amenamente, como si ellas se conocieran desde hace años, reían y se hacían bromas. En el otro extremo estaba Seokjin, con su cara roja de cólera y mordiendo una de sus uñas, sumamente serio, probablemente odiando que Jiwon estuviera allí.

Hoseok aclaró su garganta haciendo que las mujeres dejaran de parlotear y que Seokjin lo mirara con los ojos sumamente negros, de furia, probablemente. Él ni siquiera era capaz de mirarlo a la cara, sabía que Seokjin lo mataría una y mil veces con la mirada.

―¡Hijo! ― chilló Yeonu ― ¡Qué bueno que has llegado! ¿Ya conoces a Jiwon?

―Y vaya que la conoce ― murmuró Seokjin.

Hoseok desencajó su mandíbula y miró al enojado pelimorado, que con o sin intención, había soltado tal comentario. El castaño hizo su mejor esfuerzo por no gritarle y miró a su madre que observaba aquellos intercambios de miradas y comentarios lanzados al viento.

―Nosotros nos conocemos de antes ― interrumpió Jiwon ―, y nos llevamos de maravilla, ¿no es así, Hoseok?

Hoseok miró de reojo al pelimorado, juraba que escuchaba los dientes del pálido crujir.

―Por supuesto ― sonrió algo incómodo.

Yeonu los observó y luego, con una sonrisa cómplice, asintió.

―Ya veo... Hoseok es un buen hombre, ¿no es así, Jiwon?

―Ni que lo dudes ― la mujer recorrió lentamente con la mirada el cuerpo de Hoseok.

―Bueno... ― el castaño interrumpió ― ¿te quedas a cenar, Jiwon?

―Por supuesto ― le sonrió coqueta ―. ¿Quieres que hagamos la cena juntos?

Su cambio de conversación había salido mal. Muy, muy, mal.

Instintivamente miró a Seokjin, quien mantenía sus ojos fijos en él, con un claro mensaje en su rostro; "Di las palabras equivocadas y te cortaré los huevos".

―En realidad... Seokjin lo hará, él sabe más que nadie cómo alimentar a los niños.

―Bueno... podríamos ser los tres, no hay problema.

―Tranquila, Jiwon ― habló por fin Seokjin, con su voz sospechosamente amigable ―. Tú eres nuestra invitada, quédate con la señora Jung hablando, nosotros nos ocuparemos.

―Seokjin tiene razón, querida ― coincidió la mujer ―. Déjalos a ellos.

―No todos los días Jung Hoseok te cocinará ― Seokjin la miraba con una sonrisa, pero era tenebrosa.

―Vamos ― Hoseok lo arrastró dentro.

֍

Había intentado, por lo menos tres veces, hablar con el pálido desde que se alejaron de las mujeres, pero Seokjin simplemente pasaba de él, como si no le estuviera hablando.

―¿Vas a dejar de ignorarme ya? ― preguntó algo irritado el castaño ― Eres peor que un niño, Seokjin.

El pelimorado se giró y lo enfrentó, si hubieran sido algún tipo de dibujo animado estaría seguro de que Seokjin estaría largando humo por las orejas. Él tenía sus labios juntos, apretándolos para seguramente no soltar alguna barbaridad.

De todo lo que Hoseok esperaba, Seokjin no hizo ni la mitad, simplemente se giró y siguió cortando verduras.

―¡¿Me has aplicado una especie de "ley del hielo", Seokjin?! Déjame decirte que no es muy maduro de tu parte.

Viendo que Kim ni siquiera se dignó a mirarlo, comenzó a preparar la cena en silencio, soltando de vez en cuando alguna maldición por no conseguir la atención de Seokjin.

Cuando sintió unas manos en su espalda, que lo recorrían lentamente y de vez en cuando le brindaban algún masaje, supo que Jin ya estaba más tranquilo, pero se haría el difícil, no se iba a voltear hasta que Kim por lo menos le hablara.

Por el contrario, Seokjin arrugó su nariz cuando el horrible perfume floral llegó a su nariz, aquella mujer estaba afuera y aún lo sentía, era repugnante.

Terminó de hacer la masa para la comida y se dio la vuelta.

El cuchillo que traía en su mano cayó directamente, salvándose por un pelo de no cortarse el maldito pie.

Jiwon estaba, literalmente, como una garrapata a la espalda de Hoseok y el muy infeliz lo estaba permitiendo, en su puta nariz.

Al parecer, con el ruido del cuchillo caerse, Hoseok se percató de que él estaba ahí. Y como si un demonio hubiera recibido agua bendita se alejó de Jiwon.

―Seokjin... ― murmuró Hoseok, pálido.

―Usen una habitación, yo estoy cocinando ― el pálido habló, tratando de sonar tranquilo.

Escuchó la tonta risita de Jiwon, como si estuviera abochornada, para luego tomar la mano del castaño e intentar llevárselo de la cocina. Seokjin quería golpearla.

Hoseok reaccionó a tiempo.

―No, Jiwon. Ve con mi madre.

―Pero... ― ella lo miró con ojos de cachorro mojado.

―Ve con ella ― esta vez sonó más autoritario.

Sin replicar nada, ella salió de ahí, cuando escucharon la puerta cerrarse, Hoseok comenzó con su discurso.

―¡Eres increíble, Hoseok! ― por fin soltó, lleno de cólera ― ¡En mis narices! ¡Por lo menos hubieras tenido la decencia de hacerlo y que no me diera cuenta! ¡¿Piensas que soy tan estúpido?!

―¡No, Jin! No es lo que piensas... y-yo pensé que eras tú.

―¡Claro! ¡Por supuesto! No tengo las manos de una fémina y mucho menos ando con un horrible perfume floral.

―¡No lo noté! Te juro por los mellizos que no lo noté. Nos dijimos muchas cosas Seokjin y no te voy a defraudar ahora ― la rigidez que tenía en su cuerpo disminuyó un poco al escuchar las palabras de Hoseok. Lo miró, esperando que siguiera hablando ―. Sé la fama que tengo, soy completamente consciente de ello, pero como te dije una vez, me gusta la exclusividad.

―¿Entonces no la reconociste?

― ¡No, Jin! Sólo te quiero a ti...

―¿Y no sentiste su horrible perfume? Porque yo lo sentí desde ahí ― apuntó donde anteriormente estaba.

―Estaba cortando verduras y el olor de las mismas no me dejó sentirlo.

Seokjin, inconscientemente hizo un pequeño puchero y se cruzó de brazos.

―¿No la quieres?

Hoseok sonrió y no esperó mucho más para estampar sus labios contra los de Seokjin. Éste se quejó al principio, pero luego comenzó a besarlo también.

―Te quiero a ti, tonto.

Seokjin enredó sus brazos en el cuello de Hoseok y lo miró directamente a los ojos.

―¿Me lo prometes?

―Te lo prometo.

Un nuevo beso selló aquella promesa.

𝙻𝚘𝚜𝚒𝚗𝚐 𝙲𝚘𝚗𝚝𝚛𝚘𝚕 [𝐻𝑜𝑝𝑒𝐽𝑖𝑛]  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora