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De todas las veces en las que se había puesto ebrio, ésta, definitivamente era la peor. Estaba consciente y recordaba lo doloroso de la situación, sin embargo, su cuerpo se sentía entumecido, sus reflejos no eran los mismos y estaba seguro de que ante el mínimo toque colapsaría en el suelo. Se había hecho amigo de un señor mayor que se encontraba en la barra, estaba seguro de que ese hombre estaba en una situación más deplorable que la de él por lo que  dejó que le contara su trágica vida.

Sabía que el amanecer estaba por llegar, ya que poco a poco las personas que se encontraban en el bar comenzaron a salir, algunos suertudos llevaban alguna hermosa dama en sus brazos, otros pocos no tuvieron tan buena racha, pero se marchaban ebrios. Él siguió hablando con el hombre y con el barman.

―Muy bien, muchachos. Debo cerrar este lugar. A dos cuadras hay otro bar que sigue abierto ― les informó el hombre que se encargaba de las bebidas.

―Es suficiente por mí hoy ― dijo el anciano, poniéndose de pie y sacando un sombrero del que no se percató en toda la noche ―. Fue un gusto conocerte, muchacho ― él arrastró un poco sus palabras.

Hoseok vio que el hombre intentaba sacar el dinero de su bolsillo con movimientos torpes y antes de que él pudiera pagar, sacó unos cuántos billetes de su bolsillo.

―Cobra lo mío y lo de él ― señaló con la cabeza a su compañero de tragos.

―No hace falta que lo hagas.

―Vendré más seguido aquí, la próxima puedes pagar tú ― le aseguró.

Sintió un leve apretón en su hombro y luego el hombre se había ido. Refregó un poco sus ojos y se puso de pie.

―¿Quieres un taxi? ― el barman preguntó.

―No, caminaré. ¿Puedes decirme dónde estoy exactamente?

Recibió las indicaciones lo mejor que su cabeza le permitió, según lo que entendió estaba cerca de su viejo apartamento, si tenía suerte, el portero lo reconocería y lo dejaría entrar.

Al salir del bar, una fría ráfaga chocó contra su cuerpo, comenzó a temblar, necesitaba apurarse o se descompensaría en el medio de la calle. Antes de irse, miró a su auto, no lo iba a hacer, tenía dos vidas a su cargo, no sería tan estúpido.

Humedeció sus resecos labios y los sintió fríos, apostaba que ellos estaban azules. Quiso dar un paso más y sintió que su mundo comenzaba a temblar, la saliva comenzó a acumularse en su boca, y a transpirar salvajemente.

―No, por favor ― murmuró antes de comenzar a devolver todo lo que ingirió en las últimas horas.

Si había algo que odiaba en la vida, era vomitar.

―¿Hoseok? ― con la manga del saco limpió los restos que quedaban en su boca. Observó al joven hombre que estaba a sus espaldas de reojo y trató de alearse de él ― Hey, ¿qué sucede? ¿Quieres que llame a Seokjin?

Quiso hablar, sin embargo, horribles arcadas comenzaron a aparecer.

―¿Estás ebrio? ¿Quieres que te lleve a casa?

―Estoy bien. Solo tengo que llegar al siguiente edificio.

―De acuerdo. Voy a ayudarte ― él lo tomó por los hombros y lo ayudó a dar algunos pasos ―. Estás congelándote, Hoseok.

Rodó los ojos, sino fuera porque lo estuviera ayudando a llegar a salvo lo hubiera sacado de su lado, en cuanto menos contacto tuviera con los amigos de su ex, mejor.

Cuando finalmente llegaron a su edificio, Jimin no se detuvo a preguntarle al portero dónde debía dejarlo, se dirigió al ascensor y pulsó el botón que los llevaba al séptimo piso.

―Ese no es mi piso. Vivo en el pent-house ― anunció.

―¿Realmente vivías aquí? Pensé que estabas tan ebrio que no sabías lo que decías.

―No soy tan estúpido como piensan.

―¿De qué rayos estás hablando?

―No te hagas el tonto conmigo. Ustedes par de idiotas se deben haber reído de mí durante todo el tiempo que estuve fuera.

―No sé a qué te refieres.

―Vamos, ya me enteré de que Seokjin me puso los cuernos con mi primo.

―¿Disculpa? ― el aspecto del más joven era de un claro asombro.

―Lo que oyes. Tu amigo me engañó, con mi puto primo. Oh, ¿y sabes cuál es la cereza del postre? ― una irónica risa salió de su boca ― Se conocen hace un mes. ¡Un maldito mes le bastó para dejarme! ― el dolor en su pecho, el mismo que sintió cuando estuvo en el hospital había vuelto, apretó allí, donde le dolía, pero sabía que no era físico ― Es muy injusto ― sus rodillas amenazaron con fallar ―. ¿Acaso soy tan reemplazable? No le fui suficiente, Jimin.

Aquellas palabras salieron desde sus miedos más profundos, miedos que no sabía que tenía hasta que esto sucedió. ¿Acaso estaba pagando por todo el daño que causó?

Limpió rápidamente las lágrimas que se escapaban.

―¿Cómo se supone que deba dejarlo ir si no quiero hacerlo? ¿Cómo le digo adiós cuando mi corazón y mi cuerpo quieren quedarse con él? ¿Cómo le digo adiós si sé que esta vez es para siempre?

―Creo que uno nunca está preparado para dejar ir a la persona que amas y jamás lo estarás... cualquier despedida se te hará pequeña si realmente lo amaste.

𝙻𝚘𝚜𝚒𝚗𝚐 𝙲𝚘𝚗𝚝𝚛𝚘𝚕 [𝐻𝑜𝑝𝑒𝐽𝑖𝑛]  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora