Capítulo 12

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-La verdad es que me muero por besarte-una chica pelirroja se acercó a Pedri y él sonrió.

-Hazlo, nada te lo impide-él le retiró el pelo de la cara y fue juntando su boca poco a poco.

Y ocurrió, el canario y la pelirroja se besaron salvajemente. Comencé a sudar, quise gritar y no pude, quise alejarme y tampoco pude. Mis ojos presenciaron la peor situación que pude haber vivido.

Me levanté agitada a mitad de la noche, el corazón me latía a mil por hora. Me llevé la mano al pecho y en mitad de la oscuridad me replanteé la gran duda que me estuvo atormentando horas y horas. ¿Aquello fue una pesadilla o mi cerebro volvió a recordar.

Tragué saliva y salí de la cama. Bajé descalza y a oscuras hasta la cocina. Prendí la luz y miré la hora, las tres y media de la madrugada. Reinaba el silencio, tanto que podía escuchar como mi corazón latía con fuerza. Miré fuera, al jardín, mientras mi mente se autoconvencía de que no hacía tanto frío y podía resguardarme en los sofás del porche mientras me atiborraba a galletas y a chocolate.

Abrí el armario prohibido, así lo catalogó Pedri y saqué todo lo que pude. Me entró ansiedad y solía matar la ansiedad comiendo todo tipo de dulces. Antes de salir cogí una manta para resguardarme del frío y apagué la luz. Encendí un par de farolillos y me senté sobre el sofá admirando las dos palmeras que se situaban al lado de la piscina. Abrí un paquete de donuts y me comí dos mientras pensaba en Pedri y en todo lo que significaba él para mí. No era consciente de que teniéndolo al lado mi vida estaba asegurada, prefería no pensar en eso. Me llegué a replantear tantas cosas que durante muchos años de mi vida viví ausente. Y es que el pánico a otra desilusión se instaló en mí. Porque miedo a la soledad no tuve, ya estuve una vez sola y fue muy reparador. Muy típico eso de "la soledad nunca traiciona", pero esa era mi realidad. A veces los mejores planes eran los que hacía conmigo misma, dentro de mis posibilidades. Porque me privaron de muchísimas cosas solo por ser quien era. Yo quería salir de fiesta y bailar, ir a la playa o a los recreativos, salir a la calle sin llevar a dos seguratas dos metros por detrás. Volar en vuelos comunes y no en jets privados. Sentirme medianamente segura al caminar por la calle y no sentir que vivía en un constante peligro. La gente me envidiaba porque eran unos plenos ignorantes de mi vida. Desconocían la realidad de ser un personaje público, de ser una persona mediática. Que sí, que lo tenía todo, pero me faltaba una cosa, la libertad.

-¿Me haces un hueco?-la voz de Fernando me asustó.

-Me has asustado-me llevé la mano al pecho tratando de recomponerme del susto.

-Lo siento-rió.

Me hice a un lado y él se sentó. Le tendí el paquete de filipinos y no los rechazó. Es más, agarró unos cuantos. Me apoyé en su hombro y fue una pena no poder ver las estrellas porque hubiera sido precioso aquel momento.

-¿Triste?-preguntó, yo negué.

-Más bien aturdida-suspire-. ¿Tú hermano me ha puesto los cuernos alguna vez?

-Que yo sepa no, ¿a qué viene eso ahora?-colocó su mano en mi cabeza y la masajeó.

-Bueno, digamos que he tenido un sueño en el que él se liaba con una chica y no sé si era un sueño o que simplemente he recordado otra vivencia más-la sesión de incertidumbre me mató poco a poco.

-Pues ha sido una pesadilla Casi, no te tortures. Mi hermano besa el suelo por donde pisas. Te lo digo en serio, está muy enamorado-sonrío y al verlo yo también lo hice.

-¿Debo sentirme mala persona por no sentir lo mismo que él?- me separé de su pecho para mirarlo a los ojos-. O sea, sé que me gusta, que lo quiero muchísimo y que me estoy empezando a enamorar, pero al ver que él siente más que yo me veo en la obligación de que todo fluya más rápido y tengo miedo a cagarla.

365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora