PEDRI
— ¿A dónde me has traído? —rodeé mi cintura con sus brazos y fundí mi cara en su cuello depositando varios besos húmedos en él.
— Es la casa de campo de mis padres, como has podido comprobar no está nada lejos del Palacio y si caminamos en aquella dirección —su mano señaló hacia nuestra derecha —llegaremos a los establos —sonrió de forma natural, por lo poco que indagué en su día cuando la conocí y no podía sacármela de la cabeza, descubrí que desde bien pequeña montaba a caballo y que lo dejó por una mala caída que tuvo a los quince años y desde entonces por el trauma, que se supiera públicamente, no volvió a montar.
— Me parece increíble este lugar —me quedé ensimismado admirando como la naturaleza nos rodeaba —. Gracias por haberme traído.
— Sí queríamos intimidad, este es el sitio idóneo, no creo que nadie nos vea y si por algún casual lo hacen, será el personal de servicio —sus manos se posaron sobre las mías y con muchísima delicadeza se soltó de mi agarre.
Casilda entró ambas maletas, tampoco llevábamos mucha ropa, yo lo justo y necesario para pasar el fin de semana fuera de casa y ella cuatro conjuntos para pasar los días en aquella casa tan bonita. Me sorprendió que tuvieran aquella casita en medio de la nada, según ella todo aquel territorio seguía siendo suyo, estaba dentro de la finca aunque tuvimos que coger el coche para llegar y no fueron precisamente cinco minutos los que tardamos. Aquella vez fue la primera que la vi conducir y para mi sorpresa lo hacía súper bien, no es que me sorprendiera el hecho de que condujera, sino el hecho que supiera hacerlo. Tenía tanto prejuicios acerca de su persona que verla conducir con soltura me sorprendió. A ella la llevan a todas partes, apenas la había visto coger el coche. Siempre tenía un chófer a su disposición que la llevaba donde ella quisiese, pero fue raro, raro y peculiar presenciar cómo se comportaba con soltura delante del volante.
— Perdona que te lo pregunte así sin más —me aclaré la voz una vez dentro de la casa —, pero ¿desde cuando conduces? —ella rió, asintió con la cabeza y me indicó que me sentara junto a ella en el sofá.
— Desde los dieciocho —contestó aparentemente muy orgullosa de sí misma —. Fue un capricho —se encogió de hombros —mi madre insistió en que esperara un poco más a hacerlo, pero siendo sincera no podía esperar, necesitaba matar el tiempo haciendo algo con mi vida mientras me sacaba segundo de bachillerato. Nací en enero que supongo que para estas cosas es una ventaja y en junio ya tenía el carnet. Cojo mucho el coche, aunque claro, siempre voy de incógnito y siempre realizo los mismos trayectos. Solamente voy sola en el coche cuando voy a ver a mis amigos, y no a todos, solo a Adrián, Telma, Rodrigo, Toño y Borja.
— Interesante —sonreí —. Espero que algún día me los presentes, tienen pinta de ser muy majos —Casilda chasqueó la lengua.
— Son majos todos menos Adrián, el cual no creo que quiera conocerte. Estábamos, bueno realmente nunca estuvimos, era mi amigo, pero bueno, ya sabes... —dejó caer, por alguna extraña razón le costó decirme que se acostaba con él.
Sabía perfectamente quien era Adrián. El típico cantante que estaba muy bueno y que movía un gran fandom, mi prima era muy fan suya y por desgracia conocía bien su discografía. No tenía el gusto de conocerlo, pero siendo sincero tampoco es que quisiera hacerlo. No lo veía trigo limpio, siempre pensé que detrás de esa fachada se escondía alguien turbio y el tiempo me acabó dando la razón.
— Ahora que lo pienso a Adrián sí que lo conozco, tipo de vista y tal, vamos que sé quien es —ella asintió rodando los ojos.
— Ahora mismo está en México si no recuerdo mal, estos dos meses está de gira por Latinoamérica —comentó mirando al cielo, supongo que intentando recordar bien las fechas —. Así que podríamos aprovechar para organizar una cena, no hace falta que sea hoy, pero igual mañana sí y conoces al resto que seguramente te van a caer de locos —me acarició la mejilla y se acercó a darme un beso en los labios.
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365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZ
FanfictionUn contrato sin validez, pero para la familia es primordial. 365 días para volver a enamorarse, de lo contrario deberá renunciar al que un día fue el amor de su vida. Una coronación en juego, un futuro prometedor y algo indispensable, la memoria, e...