Capítulo 4

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Ha nacido lo único que amo de lo único que odio! ¡Demasiado temprano te encontré sin conocerte y demasiado tarde te conozco!-leí en voz alta sin darme cuenta.

Cerré el libro y suspiré. Cerré los ojos muerta de dolor, hice una mueca y Pedri no dudó en acudir a mí. Se sentó a mi lado y me inspeccionó de arriba a bajo. Su mirada penetrante se clavó en mi cuerpo buscando algo que me delatara o al menos que le hiciera ver que estaba bajo su supervisión.

-Amor, estoy bien-con mi mano acaricié su mejilla-. Desdichada fue la hora en la que te conocí y maldigo no acordarme de lo que una vez sentí.

Mi tono dramático y metido cien por cien en el papel de Julieta no pasó desapercibido por los ojos del canario, los cuales denotaron confusión. Me arrebató el libro de las manos y acarició la portada. Romeo y Julieta la traducción de Pablo Neruda. La encontré en uno de los estantes de la habitación de invitados, según Pedri era mío, me hicieron leerlo en el instituto en Literatura Universal. Me picó la curiosidad y lo cogí para matar el tiempo. Desde el choque que tuvimos mis días estuvieron predestinados al sofá de piel blanco que decoraba el salón. Me cansé de ver series y maté mi aburrimiento con la literatura.

-No recuerdo que eso último saliera en el libro-ojeó las páginas por encima.

-Porque es mío, cabeza hueca-le quité el libro y me reí-. Que me ha salido decírtelo al momento.

-Pues que bonito-sus ojos penetraron los míos con fuerza y rabia, inspeccionando mi alma, buscando algo de dolor-. ¿Te encuentras bien? ¿Quieres algo?

-No jures por la luna, la inconsciente, que al girar cada mes cambia en su órbita, no vaya a ser que tu amor cambie como ella.

-Vamos a dejar los clásicos a un lado y vamos a centrarnos en lo importante. ¿Te duele algo?

Negué con la cabeza, lo cierto fue que estaba bien. El accidente fue lo de menos, bastante tenía en la vida como para darle importancia a un simple susto. Por suerte el choque no fue excesivo, me pusieron un collarín y me fracturé la muñeca izquierda. Con suerte para la gala del Balón de Oro solo tendría en mi muñeca una venda bastante sutil.

Pedri a veces podía llegar a ser muy intenso, por más y más que le juraba que estaba bien, siempre venía corriendo preocupado. Tres días estuve sin hacer nada, se encargó él de todo, me sentí súper dependiente y le hice ver que no estaba cómoda y se disculpó conmigo por su actitud. Y me supo fatal porque sentí que estaba hiriendo sus sentimientos. Él solo quería ayudarme y yo solo buscaba algo de independencia.

-Ya está lloviendo de nuevo-se quejó mientras se levantaba para cerrar la ventana que daba al jardín.

-Me apetece algo dulce, chocolate, mucho chocolate. Me ha bajado la regla hace un rato amor-hice pucheros y él rió.

-Voy a pedir comida a domicilio, pobre el repartidor, nos va a matar con la que está cayendo-perdió su mirada en la lluvia que caía fuera.

-Si no te empeñaras en no comprar chocolate, yo ahora sería feliz-me burlé sacándole la lengua.

-¿Torre de tortitas o gofres?-alzó la mirada.

-Las dos cosas amor, ¿qué pregunta es esa?

Pedri rió mientras pedía. Me dio por llamarle amor y él estaba más que encantado. Me salió solo el día del accidente, de mi segundo accidente, estábamos en urgencias. Me dolía tanto el brazo que le dije "Amor, abrázame con cuidado, tengo frío y me duele mucho el brazo". Noté como sonrió al escuchar aquel apelativo cariñoso y quise devolverle el afecto que me mostraba día tras día. Su mi reina me volvía loca y yo quise volverlo loco a él.

365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora