Capítulo 58

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PEDRI

-Me pone nerviosa no estar viendo nada-se quejó ella agitando los brazos en el aire.

-Estamos llegando-solté una risilla algo piadosa.

-Sí, eso has dicho hace media hora-se cruzó de brazos, puso morritos haciéndose la ofendida.

-En realidad han pasado cinco minutos desde la última vez que me los has preguntado-negué con la cabeza en cuanto hizo el amago de darme un manotazo, pero no lo acabó haciendo-. Eres muy poco paciente, Casilda.

-Y tú eres insoportable que lo sepas. Te odio, Pedri-resopló fuerte y de nuevo tuve que aguantar las ganas de reírme que me entraron.

Casilda llevaba aproximadamente diez minutos con los ojos vendados, quise darle una sorpresa y para ello era clave que ella no viera nada. Le estresaba mucho lo desconocido, para ella fue un mundo no ver. Era muy poco paciente, le gustaban las sorpresas, pero le ponían muy nerviosa. Tenía que saberlo todo, controlar la situación y solo así respiraba tranquila. Quise sacarla de su zona de confort, quise ponerla a prueba y sorprenderla. Sabía que el plan que había preparado para aquella noche le iba a gustar, volveríamos a recordar el pasado, pero que ella no supiera nada lo hizo todavía más especial.

En cuanto llegamos al hotel, metí el coche en el parking privado. Ya me estaban esperando. Fue Genoveva la encargada de organizar todo, se lo comenté por encima y de la ilusión que le hizo me propuso ser ella la que lo organizase. Y no me opuse por una sencilla razón, estaba más que acostumbrado al desastre y intuía que algo no saldría bien. Dejándole el marrón a otra persona todo me resultaría más fácil y así Casilda no me acabaría pillando. Con ella no era fácil mentir, me conocía tan bien que mis caras me delataban. Por momentos me costaba mucho ocultarle cosas, ella me acabó conociendo mejor que nadie.

Me bajé del coche, bajo sus aplausos al sentir que el coche se había detenido. Salí riéndome, era tan impredecible que siempre acababa sorprendiéndome. Me ajusté el cuello del polo y caminé hasta abrirle la puerta. La ayudé a bajar, coloqué mi mano en su cintura y la guié hasta el ascensor. Me abrumó la cantidad de hombres vestidos de negro que nos rodeaban. Genoveva insistió en qué eran muy necesarios para nuestra seguridad y protección. Yo solo quería discreción y al menos allí había quince personas que se acababan de convertir en nuestros cómplices. Con una sonrisa algo tímida me metí dentro y suspiré en cuanto las puertas se cerraron.

-¿Estamos en un ascensor?-preguntó con desesperación.

-Sí-me apoyé en la pared y la miré.

Vestía unos pantalones de traje color burdeos con un chalequito en crema. Un outfit demasiado serio para lo que solía ser ella. Aunque nunca la juzgué, nunca tuvo un estilo definido. Casilda era de las que se vestía según le daba, nunca tuvo inconveniente en ponerse según que prendas. Por eso mismo, a la hora de regalarle ropa era mucho más fácil acertar. Le gustaba todo, menos lo que le elegían el equipo que tenía de vestuario y protocolo. Despidieron sin consultarle a sus estilistas de confianza y al no sentirse nada bien con los nuevos estilistas, su actitud con los nuevos era bastante mejorable.

-¿Me puedo quitar la venda de los ojos?

-No.

-Joder, Pedri. Ya verás el mareo que voy a pillar cuando me la quite.

365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora