Capítulo 10

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-De verdad, cállate un rato-dije levantándome de la mesa.

-Que - te - den - por - culo-gritó Pedri alterado.

Fruncí los labios y salí de su casa dando un portazo. Miré al cielo, el maldito decidió tronar en cuanto abandoné el hogar de los canarios. Caminé calle abajo buscando algún parque donde sentarme y llorar porque eso era lo único que quería hacer, llorar hasta vaciarme. Y es que no entendí como todo se jodió de la noche a la mañana. A priori pasamos una buena noche en aquel hotel, nos besamos hasta que nos hartamos. A las doce le felicité y nos comimos una tarta que encargué y volvimos a besarnos hasta que nuestros labios decidieron darse un respiro. Dormimos juntos y abrazados y al despertar de nuevo nos comimos a besos, reímos y hasta nos dijimos algún que otro apelativo cariño, pero todo se jodió en el maldito coche, a la vuelta de Madrid a Barcelona. Él dijo algo que no me gustó y yo me enfadé hasta el punto de hacerlo enfadar a él también.

-No deberías de ser tan buena con la prensa-espetó cabreado ante mis declaraciones.

-Haré lo que me salga del coño que para eso es mi vida-traté de defenderme.

-Hay veces que no te soporto Casilda, ¿dónde está la Casilda de la que me enamoré?

-Quizás ya no quede nada de esa Casilda. Aprende a vivir con esta o me piro de tu vida.

-Pues a lo mejor es lo mejor que podrías hacer.

-¿No era el amor de tu vida Pedro? Acaso me estás diciendo que me vaya. ¡Eres un cabrón!

-Vete a la mierda.

-Eres gilipollas.

Y así fue como estuvimos tres horas soportando un silencio incómodo y estremecedor y todo por culpa de no aceptar las decisiones del otro y joder me cabreé sin sentido. Solo querían mi bien, pero las declaraciones que di no eran para nada comprometedoras.

Muy pronto haré una aparición pública y contaré toda la verdad. No hagáis caso a lo que van diciendo de mí, son todo habladurías.

Eso fue lo que le molestó y me pasé más de una hora analizando aquellas oraciones punto por punto y no logré sacarles nada malo. Simplemente quise aclarar que todo lo que se decía era falso y que siempre se me ponía a mí en el punto de mira. Cansada de escuchar barbaridades sobre mí salí en mi defensa y por lo visto fue un error.

Caminé hasta el parque más cercano y me senté en un banco de madera a recapacitar sobre lo que estaba ocurriendo en mi vida. De nuevo los truenos se hicieron reincidentes, pero me dio igual, la lluvia solo sería un pequeño porcentaje malo en mi vida, ni siquiera me importó mojarme. Subí los pies al banco y abracé mis piernas mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas y la lluvia me empapaba.

La convivencia no era fácil y quizás nuestro error fue juntar a dos conocidos muy desconocidos juntos. Me encantaba pasar tiempo con él, pero a veces sentía que no se me estaba dando mi espacio y me agobiaba. Al igual que él se agobiaba cuando los profes de protocolo estaban en casa y tardaban en marcharse. Quizás nos precipitamos o quizás lo nuestro no tenía porque ser de aquel modo y lo mejor era dejarlo estar.

Tuve un lío de cojones, apenas conseguía aclararme y pensar sola no ayudaba. Mi mente fue mi peor enemigo y con el paso del tiempo me acabé dando cuenta de ello. Quizás no era consciente, pero pensaba las cosas demasiado y cuando iba a tomar una decisión ya me encontraba entre la espada y la pared. Siempre quise complacerlo a él y me fui olvidando de mí.

-Casilda-la voz de Fernando me embriagó-, te vas a resfriar.

-Me da igual-dije a la defensiva.

-Anda, vamos a casa-negué con la cabeza y me sorbí los mocos.

365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora