Capítulo 47

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-¡Casilda!-gritó mi madre en cuanto abrí la puerta de casa-. ¡¿A dónde vas?!

-A acabar con esto. No podemos seguir así-dije señalando la puerta principal-. Llevan dos semanas ahí, ya no aguanto más.

Mi madre apretó los labios con disconformidad, pero no dijo nada, simplemente calló y me dejó la libertad de hablar con los periodistas que estaban fuera. Dos semanas estuvieron en la puerta de casa, todo el santo día esperando a que alguna saliera para poder acosarle a preguntas e intentar rascar algo de información. No los juzgaba, al final aquel era su trabajo, pero estaba cansada de estar encerrada en el Palacio. Yo quería irme a mi piso y vivir de nuevo tranquila. Me agobiaba pasar tanto tiempo rodeada de gente, extrañé mucho la soledad de mi casa.

Abrí la puerta de la cancela y todos se pusieron a mi alrededor. Suspiré hondo varias veces y traté de reorganizar todo lo que Pedri y yo habíamos hablado previamente. Estuvimos toda la mañana de aquel domingo de febrero planeando una tapadera que fuera creíble y por el momento desviar la atención pública. Tarde o temprano acabaríamos confirmando la relación, pero todavía no era el momento. El canario se sentía muy presionado y desde el club le estaban pidiendo explicaciones. Todo se fue de madre en cuestión de segundos, todo por culpa del maldito Adrián.

-Antes de que empecéis a preguntar-levanté las manos pidiendo silencio-. No voy a responder a ninguna pregunta. Sólo os pido que por favor nos dejéis en paz tanto a mi familia como a mí. Pedri y yo no estamos juntos, lo nuestro terminó hace unos años como bien sabéis. Así que por favor os pediría que respeteis nuestra privacidad, no está siendo fácil. Sí, estuve ingresada, pero fue por un cuadro de ansiedad tras haber perdido a mi abuela. No saquéis las cosas de contexto y os pido ante todo respeto. Por favor, dejad el tema. Por nuestro bien y por el vuestro no os conviene seguir hablando de esto. De verdad, entiendo el interés y el morbo que puede crear una exclusiva de estas características, pero no es el caso. Por favor, dejadnos en paz a ambos. Gracias.

Al terminar de hablar me metí dentro de casa y cerré la puerta. Caminé a paso rápido, sintiendo el frío calarse por cada poro de mi piel. Froté mis brazos hasta llegar al interior de la casa, Petra me esperaba con una manta que me colocó por encima.

-Solo a ti se te ocurre salir así-rodó los ojos y yo solté una risilla.

Siempre fui propensa a resfriarme en cuanto sentía un poco de frío. Y la pobre Petra era la que me cuidaba siempre. Estaba acostumbrada a tenerla conmigo siempre, en todos los momentos de mi vida, que imaginar que algún día no la iba a tener conmigo me provocaba un dolor muy fuerte en el pecho. Es verdad que mientras vivía con Pedri y Fer, ella no estaba, pero me refugié en mi cuñado y no me fue tan mal.

-De verdad hija que bien mientes-dijo mi madre apagando la tele.

-¿Lo han echado en directo?-pregunté con curiosidad y ella asintió-. Han tardado poco por lo que veo.

Me senté en el sofá y agarré la taza de chocolate caliente que descansaba sobre la mesita. Una mujer del servicio nos sacó una bandeja con pasteles y dulces y yo miré a mi madre sonriendo. Sabía que ella no era partidaria de que me atiborrara a comer dulces, pero mi situación no era nada favorable y ella sabía que en ocasiones necesitaba dejar fluir mi ansiedad comiendo.

-¿Podéis contactar con Adrián?-pregunté mirando a un punto fijo.

-¿Para qué?-mi madre se puso seria y yo hice una mueca de asco.

-Quiero hablar con él-le di vueltas al chocolate caliente y estiré el brazo para coger una napolitana de chocolate-. ¿Son caseras?-mi madre asintió con la cabeza.

-No creo que sea lo mejor, Casilda. ¿De verdad quieres hablar con él? ¿Acaso eso te va a ayudar?-se acercó y me abrazó.

Me apoyé en su pecho y me encogí de hombros. No sabía realmente lo que quería. Pero si algo tenía claro era que quería dejarle las cosas claras. Estaba cansada de que se metiera en mi vida todo el tiempo. Llegó un punto en el que rozaba la obsesión todo lo que hacía y tuve miedo a que aquello pudiera ir a más. Nunca me di cuenta de como era realmente, llevábamos juntos toda la vida, lo consideraba mi amigo, pero a la vista estaba que a esas alturas no me podía fiar de nadie. Todo el mundo acababa traicionándome a la mínima de cambio. Me dolió su traición porque aunque yo lo viera solo como un amigo, para mí lo era todo. Con él pasé momentos tan buenos y tan especiales que perderlo fue muy doloroso. La amistad se acabó convirtiendo en algo más, pero todo se jodió porque conocí a Pedri y él nunca aceptó que yo me enamorara del canario. Y a día de hoy agradezco haberme topado con Pedri porque cuando me di cuenta de como era Adrián realmente me asusté y mucho. Si era así siendo amigos en una relación no me lo quise ni imaginar.

365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora