PEDRI
Levantarse, esa simple acción que hacemos todos en cuanto abrimos los ojos, ese simple gesto aquel día fue un sueño. Ella estaba junto a mí, abrazada a mi pecho, respiré su olor y me perdí en su dulce aroma. Tenerla conmigo aquella mañana fue una puta locura. De la noche a la mañana recuperé la ilusión que con el tiempo fui perdiendo poco a poco. Me di cuenta que no la había superado, simplemente la evité y pude olvidarme de ella, pero no del todo. Porque siempre quedó la esperanza de volver a verla cara a cara. Quizás nosotros no podíamos, pero queríamos y eso fue lo que marcó la diferencia.
-Casilda-susurré dándole un beso en la frente-. Casilda.
Ella se quejó y a mí me salió la típica sonrisa tonta que solo me salía con ella. Y es que no me importó en absoluto haber desperdiciado tanto tiempo intentando olvidarla, ella era única y aunque lo lograse, era mirarla y entender que ni en mil años yo sería capaz de olvidarla. Ella era mi vida y si ella no estaba conmigo yo no tenía vida.
-Casi-susurré de nuevo, pero esta vez estrechándola más fuerte entre mis brazos.
-Shhh-esa fue su respuesta.
Provocó en mí una carcajada bastante sonora que acabó de despertarla por completo. Casilda no solía tener un buen despertar, aunque iba por días, cuando se levantaba sobre mis brazos ese genio que le salía no era tan fuerte. Y es que entendí que había que darle su espacio, no le gustaba madrugar, como tampoco le gustaba que la despertaran.
-Tenemos que bajar a desayunar-dije y ella se levantó automáticamente de mi pecho.
Ni siquiera me miró, se recogió el pelo con una pinza y me dio una buena panorámica de su espalda desnuda. Agarró el teléfono y marcó al servicio de atención al cliente.
-Hola, buenos días-dijo y por la voz supuse que estaba manteniendo aquella conversación con los ojos cerrados-. Me gustaría pedir dos desayunos completos-bostezó-. Sí, para tomar en la habitación... Vale, muchas gracias.
Colgó y me miró, sonreí al verla tan natural, unas ligeras ojeras se marcaron en su linda carita, recién levantada era preciosa, ella misma era increíble, pero su naturalidad fue lo que realmente me conquistó. Siempre fue una chica muy espontánea y natural, no tuvo nunca miedo a dar su opinión y aunque en la mayoría de veces no estábamos de acuerdo, nos complementábamos.
-¿Has visto qué fácil?-preguntó agarrando la sábana y cubriéndose.
-¿Acaso no quieres bajar con el resto?-alcé las cejas y ella se rió.
-Bajar con el resto conllevaría no hacer esto-sin verlo venir se colocó sobre mi regazo y me besó.
Su boca buscó la mía con ansias de más, sus manos rodearon mi cuello y las mías fueron directas a su trasero. La besé con ganas, disfrutando de los pequeños momentos que nos quedaban juntos. Porque ambos éramos conscientes de que al salir por la puerta de la habitación, debíamos actuar como dos personas con un pasado en común, pero que no se llevaban especialmente bien.
-¿Cómo estás?-me preguntó.
-Contigo siempre estoy bien-le coloqué un mechón que se le escapó detrás de la oreja y sonreí-. No sabes la sensación de vacío que sentí al no tenerte.
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365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZ
Fiksi PenggemarUn contrato sin validez, pero para la familia es primordial. 365 días para volver a enamorarse, de lo contrario deberá renunciar al que un día fue el amor de su vida. Una coronación en juego, un futuro prometedor y algo indispensable, la memoria, e...