Capítulo 51

2.7K 186 18
                                    

-Acaban de ganar-suspiró Telma desde el palco.

-¿Acaso lo dudabas? Yo estaba convencida de que ganarían-miré el suelo y me alejé para aclarar mi mente.

No sabía en que punto estaba con Pedri. La cosa iba bien, seguíamos en contacto, pero desde la última vez que nos vimos en mi casa antes de que me marchara a Londres la relación se volvió tensa. No me enfadé, él tampoco se enfadó, pero sí se creó una cierta hostilidad que no nos beneficiaba. Los mensajes que nos mandábamos eran muy simples, se alejaban mucho de nosotros. Comprobábamos que estábamos bien y a lo poco nos desentendíamos.

Sentí una clara diferencia entre los dos. Hubo veces en las que nos enfadábamos por el mismo motivo, pero las consecuencias eran muy distintas. Cuando yo me enfadaba me catalogaban como una persona que se irrita con bastante facilidad y como que me enfadaba por todo. Cuando era él el que se enfadaba, era el pobrecito. Y me acabé cansando de ser la culpable del todo.

-No puedes seguir así, tienes que hablar con él. ¿Muevo hilos y te vas esta noche a su hotel?-me propuso mi amiga y yo me encogí de hombros.

-No lo sé-me crucé de brazos-, no sé si será lo más conveniente.

-Sea o no lo más conveniente, tienes que darle prioridad a lo que es importante para ti. Deja de pensar las cosas Casilda. Deja el orgullo a un lado por una vez-aparté la mirada siendo incapaz de admitir que Telma tenía razón.

Volví a mirar al suelo, buscando los pros y los contras. Deseando que todo fuera más fácil, buscando una vía de escape, pero todo se teñía de negro. No había luz en el camino, todo estaba oscuro y vacío. No sé en qué momento se torció todo, quizás fue con el aborto o con la muerte de Adrián. Pero aunque pensábamos que estábamos bien lo cierto fue que no. Volvimos al principio de nuestra segunda etapa juntos, a ese segundo inicio donde ocultábamos los problemas por miedo a salir heridos. Siendo incapaces de hablar y de sincerarnos. Me costó mucho dar el paso, pero a él también. Cuando se juntan dos personas con mucho orgullo es lo que pasa.

-Casilda, tienes que bajar-dijo Telma derrotada-. Suerte.

Asentí mientras le daba un beso y seguí a aquel hombre que formaba parte del cuerpo de seguridad. No sé en qué momento acepté venir, supongo que a mí también me iba el morbo de que nos viesen juntos y especulasen a nuestras espaldas, nunca me gustó estar en boca de todos, pero me divertía. Puede sonar contradictorio, pero cuando me aburría me ponía a leer noticias sobre mí, algunas eran verdad, la mayoría mentira, pero me lo pasaba bien leyendo. Fue como si yo fuera la protagonista de una historia irreal donde esperaba que algún día pudiera afirmar aquello de "y fueron felices y comieron perdices".

Mis pies tocaron el verde del campo y suspiré. La afición blaugrana estaba eufórica. Le habían ganado al eterno rival en una la Champions, le habían ganado la final al Bayern. Podría ser un momento histórico para el club viéndolo desde aquella perspectiva. Mi papel allí fue dar apoyo moral, o eso me dijeron, más bien fui por aparentar y porque les convenía que me viesen apoyando el fútbol, nuestro fútbol. Y no me negué, aparte de que no tuve más remedio, quise ver a Pedri.

Me coloqué sobre la tarima y me volví la reina del hielo. Mi expresión fue seria en todo momento, solo curvaba los labios cuando saludaba a los jugadores. En cuanto pasaron los del equipo alemán sentí como mi corazón fue incrementando el ritmo de sus latidos. Sabía lo que se venía, sabía que en cuestión de segundos iba a tener a Pedri delante y aunque tenía muy claro como actuar, con él nada podía salir bien.

Con el rabillo del ojo vi como subía. Me puse recta y me chupé los labios. El canario se paró delante de mí, sus ojos y los míos se miraron buscando explicaciones.

365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora