Capítulo 19

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-Has vomitado tres veces-escuché a Fer desde el otro lado de la puerta.

-Tengo un nudo en el estómago que no es ni medio normal-le contestó Pedri de forma altiva.

Apoyé mi cuerpo en la puerta y cerré los ojos por unos instantes. Quise huir en aquel momento, perderme en algún lugar del mundo y desear que toda mi vida fuese una puta broma. Estaba tan segura de lo que quería que cuando llegó supe ver que no era lo que más me beneficiaba. Y me acabé dando cuenta que por mucho que queramos algo a veces no es lo que nos hace bien. Y por culpa de las malas decisiones que para mí eran buenas, pero para el resto no, me fui hundiendo poco a poco en la miseria de la soledad más profunda.

Domingo, hubiera sido un domingo cualquiera, pero no, aquel día fue diferente. Nuestro mayor temor se hizo realidad, España entera volvería a votar, la monarquía estaba en manos de la población y yo, yo estaba perdida y sin rumbo. Queriendo una cosa y deseando otra. Y me acabé dando cuenta de que se me estaba escapando mi vida queriendo otra distinta.

Nunca asumí mi posición social, no fui consciente hasta que estuve delante de la más cruda realidad y entonces fue cuando pánico me inundó. Y joder, dolía callar y asentir, no poder hablar de mí porque si lo hacía todo lo que rodeaba me abandonaría.

Salí de la habitación y mi mirada se cruzó con la de Fernando. Mi móvil no paraba de sonar, mi madre insistía una y otra vez a pesar de haberle dejado claro que no quería hablar con ella en aquel momento.

-¿Va todo bien?-pregunté haciendo como que no estaba enterada del tema.

-Podría ir mejor-se quejó Fer pasándose las manos por el pelo.

Asomé la cabeza y vi a Pedri vomitar, se me removió el estómago. Asentí con la cabeza y me apoyé en la pared. Fernando me miró, estiró su mano y la agarré agradeciendo su muestra de afecto. Casi las ocho de la tarde, no nos atrevimos a mirar las noticias. Suspiré hondo, mi madre seguía llamando, insistía y eso solo podía significar una cosa.

El timbre sonó, el del delivery acababa de llegar. Le solté la mano a Fer y caminé desganada hasta la puerta. Agarré la comida con cierta parsimonia y puse la mesa en el salón. Enchufé la tele y suspiré esperando que la peor y la mejor noticia que me podían dar no acabase con mi vida. Escuché a Pedri a Fernando bajar y cuando sus voces se hicieron más notorias fue cuando la tele habló.

-Casilda del Castillo Núñez de Lara se convierte en la Reina de España tras una votación muy dura en la que los españoles han tenido clara cuál era su preferencia.

Apagué la tele, no quise saber nada más. Respiré hondo y me giré para mirar a Pedri. Sus ojos y los míos conectaron y el miedo y la desolación entraron en acción. Fue una situación incómoda porque ambos sabíamos que lo nuestro estaba entre las cuerdas. Acababa de arruinar su carrera profesional, estábamos casados y él automáticamente se convirtió en el rey consorte. Las dudas me atormentaron, mi mente se bloqueó y fue entonces cuando quise hacer la última de las opciones. Estar casado conmigo conllevaba dejar atrás su vida profesional y centrarse al cien por cien en el Estado. Y no iba a pretender que él dejara escapar su sueño solo porque yo me acababa de convertir en Reina.

-Pedri-mencioné su nombre, pero hizo caso omiso.

Le susurró algo a su hermano y se largó de casa. Ni siquiera supe valorar lo que estaba pasando, no supe valorar la relación que teníamos. De la noche a la mañana todo cambió, él cambió y yo también cambié. Me dejé caer en el sofá, tapé mi cara con mis manos y suspiré tratando de apaciguar la ansiedad que me entró en cuestión de segundos.

-Casilda-noté la mano de Fernando descender por mi espalda, levanté la mirada y pude apreciar como su expresión facial me indicaba que nada iba a salir bien.

365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora