Capítulo 55

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Doblé aquella hoja y me la llevé al pecho como si se tratara de mi posesión más valiosa. Me prometió que me correspondería con una carta y aunque pasó un tiempo, cumplió. Cerré los ojos, buscando que mi respiración volviera a la normalidad. Las lágrimas ya habían cesado y mi corazón solo quería latir en sincronía con el suyo.

Me bajé de la cama y descalza, bajé las escaleras hasta la parte baja de la casa. Antes de irnos a Santorini, quisimos permanecer juntos un par de noches en mi casa de campo. Pedri se encargó de acomodarla a nuestro gusto. Mi madre nos la regaló, tuvo ese pequeño detalle con nosotros y tanto el canario como yo se lo agradecimos.

Cuando queríamos evadirnos de la realidad íbamos a aquella casa, desconectábamos del mundo y disfrutábamos de nuestra compañía. No era muy fan del campo, es más, siempre me dio algo de repelús, pero a Pedri le encantaba aquel ambiente de soledad y por él me adapté. La verdad que no supuso un drama porque estando junto al futbolista, yo me sentía a salvo.

-Pedri-mencioné su nombre algo más alto de lo normal, no lo encontraba-. Pedri-repetí abriendo la puerta.

-Aquí atrás-escuché de fondo.

Me calcé las chanclas y caminé por el sendero hasta la parte de detrás. Pedri compró un pequeño jacuzzi y no tardó en instalarlo. Nuestros momentos favoritos eran estar juntos bajo el agua, sintiendo el calor mientras nuestras pieles desnudas se rozaban.

-¿Pasa algo?-me preguntó pasando una mano por su pelo de una forma muy sexy.

Me quedé quieta, paralizada disfrutando de las maravillosas vistas. Estaba sudado, tenía el pelo revuelto y una barba de unos cuatro días relucía sobre su lindo rostro. Tan solo vestía unos boxers blancos, que para ser sincera, dejaba muy poco a la imaginación.

Acorté la distancia y me abracé a él, me dio igual el sudor de su cuerpo, en aquel momento solo quise darle las gracias. Aquella carta me marcó, aunque en parte podía saber lo que pensaba. Él siempre fue más expresivo que yo, Pedri nunca tuvo inconveniente de hablarme de sus problemas. Tenía esa facilidad para venir y decirme "Casilda no estoy bien". Yo, sin embargo, era todo lo contrario, me costaba la vida abrirme y poder hablar con total confianza sin sentirme mal. Fue algo que intenté muchas veces cambiar y siento que con el paso del tiempo pude abrirme, por lo menos con él, y contarle como me sentía. Con él todos los miedos se fueron, aquel dolor que permanecía en mi pecho de forma constantemente, poco a poco fue desapareciendo hasta que dejó de existir. Y cuando dejó de existir todo fue a mejor porque pude disfrutar de nosotros sin sentirme cohibida.

-Gracias-murmuré-. Gracias por existir.

Sus manos se perdieron por mi pelo mientras que sus labios rozaron de una forma muy sutil mi frente. Lo noté sonreír sobre mi piel, disfrutando de aquel momento tan bonito. Junto a la carta había un ramo de tulipanes rojos, y una pequeña nota en la que ponía:

El motivo - Maka
Desde el primer segundo hasta el último.

-Te la debía-de nuevo sus labios besaron mi frente.

-Anda deja eso, vamos dentro-agarré sus manos e hice que nuestros labios tocaran el cielo.

El cielo comenzó a teñirse de rosa, el sol comenzaba a emprender su viaje hasta desaparecer de nuestro cielo dejando paso a una luna menguante y a miles de estrellas. Sus labios sobre los míos consiguieron apaciguar la sed que desprendía el dolor que nos quedaba. Sus besos fueron el oasis perfecto donde poder buscar la calma que tanto tiempo anhelé.

-¿Te ha gustado la sorpresa?-rozó su nariz con la mía y yo asentí-. En un pedestal yo te tengo, a veces de rodillas rezo pidiéndole a Dios que nunca me falten tus besos.

365 días para recordar ▪︎ PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora