Capítulo 26. Mía

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Mauro

27 de octubre del 2029

—Hoy no es un día cualquiera—anuncia Matías en voz alta—. Hoy estamos festejando dos grandes cosas, la primera—me señala y sonrío abrazando con más fuerza a Sabi—, Mauro nos recordó a todos y vuelve a ser el mismo cursi de siempre.

—Sé que extrañaron mi cursilería.

—Mucho, mucho — murmura ella contra mi pecho, dejo un beso en su cabeza y Matías continúa.

—También la llegada de un nuevo integrante. Hace algunas semanas festejamos la llegada de Ailén y ahora... La de Dakota.

Grito y aplaudo cuando Agustín se acerca a su esposo con la pequeña en brazos. No hay rastros de la recién nacida, ya está grande y es hermosa.

—¡Qué bonita es!— exclama Mar y yo asiento estando de acuerdo.

—Esperamos mucho por ella y ahora, no puedo explicar lo feliz que estoy. Bueno, estamos.

—Dakota es legalmente nuestra hija.

Aplaudimos y luego Dakota va pasando de brazos en brazos. Agustín es algo egoísta con su pequeña, no lo culpo, me pasa lo mismo con mi bebé.

—Es bonito — murmura Sabrina.

—¿El qué?

—Ver a mi hermano formar una familia.

—Lo es.

—¡Papi!— Willow se acerca corriendo y la miro, está agotada y tiene las mejillas sonrojadas, también está empapada de sudor.

—¿Qué pasa cielo?

—Quiero agua.

Asiento y suelto a Sabrina para agarrar su mano y llevarla a la cocina. Donde me encuentro con mamá y Olga, ambas conversan acerca de no sé qué.

—Hola por aquí.

Mamá sonríe mucho y pareciera que va a llorar, ha estado así desde que le conté que volví a recordar. Quiere complacerme en todo.

—¿Necesitan algo?

—Agua, por favor —pide Willow y yo asiento. Olga sirve un poco y le da.

—Es una tarde agitada, festejos por aquí y por allá — murmuro abrazando a mamá por el hombro, ella asiente.

—Es mejor festejar a que sufrir, ¿no crees cariño?

—Claro que sí, mami.

Willow deja el vaso sobre la mesada y se va corriendo.

—De un día para otro Willow estuvo rodeada de niños — murmura Olga, la observo con curiosidad, todavía me parece loco que hasta hace algunos meses no sabía quién era, pero ahora... Recuerdo incluso cuando los encontré a ella y a Oliver salir de una misma habitación colocándose bien la ropa, los jefes y empleados no pasan viendo películas en una misma habitación, ¿verdad? Y mucho menos luego de una fiesta. Pero en fin, cosas de ellos.

—Antes solo tenía a Lucas y casi nunca se veían para variar — comenta mamá.

—Quizá por eso fue siempre muy selectiva y algo grosera.

—Ahora está rodeada de niños que la quieren mucho—aseguro, ambas mujeres asienten estando de acuerdo.

—Hola, hola — escucho la voz de Agustín, viene junto con Emanuel, ambos con sus bebés. No veo la hora de cargar al mío también.

—Yo quiero — extiendo los brazos hacia Ailén, Agustín ni siquiera me permite pensar en cargar a Dakota. Emanuel, por otra parte, es más solidario.

Querido amor de mi vida [libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora