XV☆彡El Soldado de la Fortuna

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     PARA AEMOND, LOS PRIMEROS MESES SIN HARLEN EN LA FORTALEZA ROJA fueron eternos, aunque las cartas y los regalos ayudaban, no era lo mismo. Su falta de presencia fue notoria en las calles, así como en la corte. Había dejado un vacío que ni Ser Luthor Largent pudo volver a llenar en la Guardia de la Ciudad.

    Había conocido a Thaegel Lazadhor, el hermano mayor de Harlen cuando su padre lo nombró señor de Cueva Negra y paso Lago Frondoso a Laegor, el menor de las hienas que ahora era un joven casi diez años mayor que él. Aemond lo detestó desde el primer momento y le fue imposible poner buena cara durante el banquete que su madre organizó como celebración del estrecho de lazos entre la corona del reino y de la Fe.

    Aunque no fue el único de carácter acerbo esa noche, su tía Bashira estaba malhumorada, aunque Aemond se preguntaba si el enojo solo era con su padre o también con Harlen por no haberse decidido. Ella se marchó temprano y Tyland se quedó solo con Tavion, su primo tampoco la pasaba bien, poco le faltó para echarse a llorar cuando Aemond le contó que su tío no regresaría.

     El príncipe no era alguien paciente, las primeras dos semanas había estado intranquilo y extremadamente irritable más allá del dolor e incomodidad del ojo que estuvo cubierto por vendas alrededor de su cabeza casi por un mes. Ahora llevaba un parche dónde una vez estuvo su ojo izquierdo. En los entrenamientos y los callejones del Lecho de Pulgas, ya habían comenzado a llamarlo Aemond "El Tuerto".

     —Eso suena aterrador—Tavion había opinado en una de sus visitas a Pozo Dragón, la partida de sus sobrinos los había acercado, ahora era habitual que lo acompañará a ver a Vhagar mientras Gymax colgaba de sus hombros—, la gente te temerá.

     Aemond sonrió complacido ante la idea—Que lo hagan, sabrán a quien se enfrentan sí tienen el poco cerebro para hacerlo.

     Había el miedo de la gente hacia sus tíos Daemon y Harlen, nadie osaba enfrentarlos, mucho menos los cuestionaba. Él quería eso y su dragona le había permitido oscilar una posición de nueva confianza que estaba dispuesto a exprimir hasta la última gota. Ser Criston Cole se había estado esmerando en sus últimas sesiones de entrenamiento donde Aegon ya no era frecuente, pues su hermano había estado prefiriendo prostituirse en los burdeles de la Calle de la Seda.

     —Un poco de placer en la vida no me matará—solía decirle cuando Aemond le cuestionaba dónde había estado después de no aparecer una noche o llegar a su cuarto a altas horas, el príncipe tenía un sueño ligero, así que solía escuchar su llegada y por instinto, se levantaba de su cama para ir a ver.

     Aegon no daba mejor imagen que la de un ebrio y la decepción de su madre con él solía crecer en silencio, sólo su abuelo era el único con el que se comportaba, más por miedo que por genuino respeto. De las pocas personas que Aegon admiraba, era Harlen y ya no estaba, no tenía que probarle nada a nadie más después de que se esfumo, pues al contrario de Aemond, su fácil sedición al exilio, lo dejo herido y decepcionado.

SINNERS ─── Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora