──── P R Ó L O G O

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Volantis, 101 d. C.


     —ME HAN ENVIADO A PONIENTE para unirme al consejo de Máximos Devotos—Kadar anunció altamente optimista apenas entró en los jardines traseros de su palacio dónde sus dos hijos jugaban bajo la vigilancia de dos de sus sirvientas mientras Saera estaba a unos metros, sentada y haciendo las cuentas semanales que sus burdeles le entregaban.

     La que una vez fue princesa de los Siete Reinos, levantó su vista con sonrisa irónica, si no es que amarga en el fondo por sólo escuchar de un tema relacionado con la Fe de los Siete.

     —¿De verdad? Me alegro, espero que estés satisfecho y que te vaya muy bien. No se te debería olvidar escribir, ya que en Antigua no tiene mucho más allá de un Faro gigante, vino decente y una gran biblioteca. Son tan devotos que no los soporto—Saera murmuró con un tono más áspero del que esperaba. Aun así, la sonrisa satisfactoria de Kadar no se desvaneció, nadie podría arrebatarle la primera victoria de su plan, porque para el antiguo triarca, la vida se trataba del destino y de la grandeza, que sólo eran capaces de obtenerse sí se estaba dispuesto a todo por ellas.

      —De modo que, no piensas acompañarme — dijo sin intentar ocultar su decepción cuando el más pequeño de sus hijos tiró de sus indumentarias de hilo de plata, ya que ni siquiera se había cambiado. Apenas recibió la noticia del cuervo, hizo que el carruaje fuera del septo lo llevara a su hogar.

      —¿A ese nido de ratas con olor a muerto? —la mujer Targaryen soltó una risa seca que se acompañó con una mirada agria, su recelo sólo se aplacó con el gorgoteo del bebé en brazos de Kadar. El pequeño Harlen recién había cumplido un año y Thaegel estaba por pasa su segundo día del nombre —. ¿Para qué volver cuando aquí tengo mi propio reino y todo lo que necesito?

     —¿No me extrañarías a mí?

      Saera sonrió torció sus labios tomando la diminuta mano de Harlen—Hay miles de hombres en esta ciudad, pero supongo que te extrañaré... un poco, de vez en cuando.

      —¿Sabes que tu hermano Baelon ha muerto? —Kadar preguntó con voz más suave al inclinarse ligeramente hacia ella. La noticia le había llegado hace dos semanas, pero debido a la aparente tranquilidad de Saera, no mencionó nada sin antes cerciorarse que era cierto.

      Espías y amigos al otro lado del Mar Angosto se lo confirmaron, el heredero al trono de hierro había muerto por una ruptura visceral tras una cacería.

       —Se le acabaron las primaveras —Saera comentó más seria al tomar a Harlen de los brazos del septón cuando su hijo intentaba alcanzarla al mover sus pies y manos desde el regazo de su padre.

       Kadar carraspeó su garganta—Tú padre ha organizado un consejo en Harrenhal para decidir quién será su sucesor. Tú podrías reclamar el trono.

       La rubia se burló abrazando a su hijo contra su pecho—Puede irse a los Siete Infiernos junto a su asiento maldito, aún me sorprende como no lo ha cortado como a Maegor. Siempre nos contó el terrible tirano que era y se convirtió en lo mismo. Primero me encerró con las Hermanas Silenciosas y luego le prohibió a mi madre verme, haberme ido fue lo mejor que pude hacer.

       —El perdón es importarte, querida, sino te envenena el alma. Tal vez es hora que, veas a tu padre.

        —No de nuevo en esta vida — Saera selló su decisión cómo comúnmente lo hacía: con un buen trago de vino tinto de Dorne—. Puedo asegurarte que no sería un reencuentro amable para ninguno de los dos. No reclamaré nada, pero Joren me ha escrito, dice que ya ha tomado un barco hacia el Rejo y creo que el padre de Baharis tiene la misma idea... —Saera mordió su labio negando.

       —¿Qué?

       —Nada, sólo me imagino la cara que mi padre pondrá al escuchar que he tenido hijos con diferentes hombres, tal vez no lo sorprenda, pero puedo rezar un poco al Desconocido para que lo ilumine antes.

       —¡Mujer! Hablar así de un rey es de mala suerte, y además, es tu padre—Kadar se escandalizó ante la naturaleza fría de Saera con el viejo rey.

       —Oh, por favor, tú no te escandalices por esto. Él no se merece mi compasión, y no es lo peor que has escuchado de estos labios.

       —Ah, pues al menos espero que ellos no hablen así de mí en los próximos años. ¡Oh, ven aquí, Thaegel! — Kadar se inclinó para coger a su hijo mayor que no había parado de usar sus piernas desde que aprendió a caminar, era como una saeta. Era su orgullo, podía ver el hombre fuerte y el guerrero audaz en el que se convertiría —. Aún no lo entienden, niños, pero yo me encargaré que sus vidas se conviertan en asuntos de estado. Van a ser vitales por ahí a donde vayan, dignos hijos de su madre y de mí.

      —¿Hablas de una cortesana real y un ex triarca reformado? — Saera bromea con esa mirada picaresca que lo había enamorado desde la primera vez que la vio en el más caro y refinado de los burdeles de Lys.

      —No digas tontearías, mi apasionada dragona, hablo de una princesa Targaryen y la futura voz de los dioses en este mundo terrenal —corrigió soñadoramente al besar la coronilla de sus dos hijos.

       —¿Sigues con la idea de ser Septón Supremo?

      —Estaré en Poniente pronto, como Máximo Devoto. Será solo cuestión de tiempo; un par de propiedades, beneficios y en tal caso... oro.

      —Eso es simonía, septón Kadar.

      —Sí es por seguir su voluntad, los Siete me perdonarán. No temas por mi alma.

      —¿Tienes una? — Saera exclamó con una sonrisa vacilante.

      —Sólo la que te pertenece a ti. Mi alma está contigo.

      —Pero no tu carne —la rubia refutó con burla, obteniendo un suspiro junto a la mirada de resignación.

       —Por eso te lo pido, ven conmigo a Poniente. Ni siquiera estarás en Desembarco del Rey, sino en Antigua. Podría conseguirte una villa a las afueras y yo iría después de cumplir con mis tareas en el Septo Estrellado.

      Kadar intentó convencerla una última vez, pero no estaba seguro si eran sus talentos de lengua de seda los que se habían oxidado desde sus tiempos en el mar o era el fuego de Valyria ardiendo dentro de Saera lo quemó sus razones ante su propia elección templada en hierro.

      —Mis hijos y yo, sólo pisaremos Poniente cuando el Viejo Rey muera. 

SINNERS ─── Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora