XIV☆彡El Tuerto

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      LAS NOCHE ES OSCURAS Y ALBERGA HORRORES, Saera lo había escuchado infinidad de veces en Lys y Volantis. R'hllor era un dios sin muchos seguidores en Poniente, pero sus fieles en Essos eran miles, sí ella aún tuviera fe en algún dios, probablemente hubiera seguido al Dios de la Luz, iba demasiado acorde con el lema de su casa, más sin embargo tenía una visión más pragmática del mundo: La vida era lucha de la vida contra el Gran Otro.

     Hubiera deseado que lo que iba a decirle a su hijo fuera tan simple como eso, pero lo que sus dioses le enseñaron es que no hay vida fácil sin devoción, Saera ya estaba harta de servir. Primero con su padre, luego con Kadar. Sólo quería ser libre de preocupaciones, pero cuando se tiene hijos, eso es imposible.

     Un hijo o hija es para toda la vida.

     —Harlen—Saera tocó a la puerta de su hijo—, soy tu madre. Abre, tenemos que hablar.

     La puerta se abrió de inmediato, Harlen apareció con su camisa negra desfajada y las botas a medio quitar, la armadura ya había sido colgada y, por si fuera poco, su hijo estaba bostezando.

    —Disculpa sí estabas por dormir, sé que ha sido un largo día.

     —Descuida, madre. Aún tenía planeado sacar a Fantasma Gris para que coma, sólo descansaba un poco.

     Saera se sentó en la mesa donde había una cena a medio terminar, pues entre el pescado blanco asado y las espinacas, la princesa dudaba que su hijo quisiera terminarla cuando el tema de una boda entrara a una mesa.

     —¿A esta hora? ¿Por qué no solo dejas que los mozos de aquí lo alimenten? No son los guardianes, pero tienen su experiencia.

     —Fantasma no come cuando son extraños quienes lo alimentan—Harlen explicó al volver a comer—. ¿Hipocrás?

     Saera asintió, necesitaba anestesiar un poco la quemadura. Su hijo le sirvió, pero tenía esa sonrisa socarrona entre labios.

    —¿Qué?

    —Tienes esa cara de "estas bebiendo mucho".

    La platinada soltó una breve carcajada—Por los Siete, ¿Cuándo me has escuchado decir eso? Yo misma necesito un par encima cuando tengo que estar en estas sosas y deprimentes reuniones.

    —Ciertamente, sólo nos reunimos para bodas o funerales.

     —Ah, la regla de oro, ya ves—Saera suspiró, por primera vez en mucho tiempo con añoranza. Sí miraba a su juventud, no recordaba que fuera así, su familia podía pelea, pero jamás se habían enemistado al punto que Viserys con su esposa e hija, no, ella creció entre hermanos que la amaban y padre que creyó que lo hacía.

    O tal vez no la amaron lo suficiente cuando vieron quien era en realidad. ¿Tan malo había sido? No, claro que no, gracias a su rebeldía, ella estaba viva. Tras ese pensamiento y con fuerzas renovadas con un trago largo al vino dulce, Saera miró seriamente a su hijo.

SINNERS ─── Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora