XXVI☆彡 Lo Que Siembras

310 40 7
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


     LAS CÁMARAS EN EL BASTIÓN DE MAEGOR SE HABÍAN SUMIDO EN EL SILENCIO cuándo la temporada de cuervos acabó ante la rápida muerte de Lucerys Velaryon a manos de su tío Aemond Targaryen hace una quincena. Casi dos semanas desde que el título de asesino de parientes pesaba sobre los hombres del príncipe, su familia a excepción de Aegon se habían enfurecido con él.

    Su madre ya ni siquiera lo miraba a los ojos desde que su rey hizo un banquete para celebrar la muerte de su sobrino traidor.

    —¡Qué la madre se apiade de nosotros!— la reina Alicent había vociferado, tan pálida como un muerto al imaginar la sed de venganza que despertarían en sus enemigos cuándo la noticia fue revelada al consejo.

    La Mano del Rey no fue menos amable—¿Cómo puedes ser tan ciego habiendo perdido sólo un ojo?

    —Mi hermano nos ha dado un gran comienzo, él sólo cumplía con su deber al defender los derechos de su rey sobre esta tierra. Además, ¿Desde cuándo ha sido un crimen matar a los bastardos que por naturaleza son traidores?— había cuestionado Aegon al pequeño consejo, claramente ninguno se atrevió a contradecirlo.

     Aemond no había dicho una palabra para defenderse así mismo, y se sintió extraño que otros que no fueran Harlen o su madre buscarán abogar por su hombre. Ambos le habían dado la espalda, su madre porque en su maquillada moral lo veía como otro hijo corrompido por la locura que llevaba la sangre de dragón, una decepción más. Y Harlen... él había estado ausente, recluido por voluntad en sus habitaciones mientras el luto cubría por segunda vez a los Lazadhor y Aemond lamentaba su corazón roto por el sufrimiento de la pérdida. El padre de Harlen y su sobrino estaban muertos; el propio Aemond aún no podía asimilar la idea de haber visto a su amigo en la cena y ahora su cuerpo era devorado en algún lecho marino por los carroñeros del mar.

    Durante la noche en Bastión de Tormentas, las negociaciones habían salido bien y Aemond pudo convencer a los Baratheon de unirse a su causa tras una oferta de matrimonio hasta que Vhagar partió a Arrax como una rama bajo sus dientes. El grito agónico del dragón aún lo perseguía por las noches, pero había otras dónde el rostro aterrado de Lucerys era el de Tavion y Aemond tenía que ver como los rastros de escamas de jade era desparecido por el inmenso mar de los dioses de la tormentas.

     La casa Durrandon no había subestimado a la naturaleza cuando hicieron que Brandon Stark construyera su castillo, sabían del poder de sus deidades y lo respetaban, algo que Aemond no hizo cuando salió a cazar al muchacho de su media hermana.

    —Fue un accidente— había dicho esas tres palabras más veces de las que quería en los últimos días, pero no con la persona que le importaba.

    Apenas había visto a Harlen y ni una vez hablaron adecuadamente, que su amante ignorara su presencia era peor castigo que el desprecio del reino. A pesar de eso, Aemond había intentado mantener la calma, diciéndole así mismo que debía darle espacio a Harlen para vivir su duelo... aún y cuando la amenaza de los Negros estaba cruzando la Bahía.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 29 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SINNERS ─── Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora