;capítulo 31.

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;capítulo 31.

—¿Alex...?

Levanté la vista al escuchar cómo su voz me llamaba. Bajo mis ojos se encontraban unas enormes ojeras y mi piel estaba mucho más blanca de lo normal. Al verlo, sonreí sin energía alguna. Vaya, todo iba más rápido de lo que creía. 

Tras explicarle a Sasha todo lo ocurrido aquella misma mañana, hacía exactamente dos horas y un par de minutos, volvió al pueblo en busca de Carl y mi padre. Decía que debía darles una buena despedida. En mis ojos se formaron nuevamente lágrimas. Noté mi labio inferior temblar y estiré un brazo hacia ellos. Mi padre se dejó caer al suelo. 

—Cielo —murmuró, cogiendo mi cara entre sus manos. Observó el mordisco en mi hombro y nada más verlo me abrazó con fuerza, haciendo que mi rostro quedara pegado a su pecho—. Pequeña, no... No puedes hacerme esto, no tú. 

Al decirme eso, estallé en sollozos. Pensé en Merle, pensé en Beth, y ahora en mí. ¿Qué pasaría con mi padre? El universo parecía estar de acuerdo en quitarle todo lo que quería y le importaba, por poco que fuera. Mi respiración, a estas alturas, era realmente ronca. 

—Lo siento... —hablé como pude. Se alejó, y entonces pude verlo, estaba llorando—. Papá... —subí una de mis manos hasta la derecha de él y la acaricié—. Lo siento.

Se dejó caer del todo al suelo, sentándose a mi lado, y cogió mi mano con fuerza. Sabía que eso lo había hecho para dejar que Carl pudiera acercarse. Sasha seguía de pie frente a nosotros, mirándonos. El resto, ni si quiera era consciente de lo que estaba pasando ahora.

—Alex... —repitió el pequeño Grimes. Joder, le sacaba dos años, pero él era mucho más fuerte que yo en todos los sentidos, por mucho que me negara a aceptarlo.

—Te quiero —fue lo único que dije. Y a él pareció bastarle. 

—o—

—¡No vas a dispararle, Sasha! —escuché el grito de mi padre de fondo. Y digo de fondo, porque así lo notaba yo, por muy cerca que estuvieran—. ¡Es mi hija!

—¡Se está muriendo, la han mordido! —le devolvió el grito la morena, algo que cabreó a papá—. ¡Mírala, Daryl! ¡Está sufriendo, le duele!

—Perdón... 

Y mi voz sonó tan baja, que ninguno de los tres se percató de que resbalé hacia uno de los lados, cayendo al suelo y sabiendo que, por mucho que quisiera, no volvería a abrir los ojos.

Una Dixon.《Carl Grimes.》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora