;capítulo 27.
Mierda. Así íbamos, hechos una completa mierda.
Muerte. ¿Nuestro grupo? El fiel amigo de ella.
Agua. Desaparecida, escasa.
Comida. Já, menudo chiste. ¿Debíamos comernos los unos a los otros? Oh, espera. Ese es un chiste aún más gracioso.
Miedo. Lo tenía, sí.
Bob. Tyreese. Beth. Gente que no debería haber muerto, ahora bajo tierra. Enterrados por nosotros mismos. Dedicadas unas palabras a alguien que ya no estaba. Nos habíamos convertido en un puñado de casos perdidos que poco a poco se estaba creando una montaña. Cada día una montaña más grande. Hora por hora. Segundo a segundo.
Caminaba en silencio entre las personas que quedaban del grupo, sin decir nada con nadie, sin intercambiar palabra alguna. Hacía unos días que nos encontramos con el primer regalo de nuestro 'amigo'. Botellas de agua, llenas hasta arriba. Una cosa estaba clara, alguien nos observaba. Y de bastante cerca, según pudimos apreciar en la nota.
Otra nueva y sorprendente noticia (no para mí) es que no había cura. Eugene había estado engañando a todos para recibir protección a cambio. Realmente, una táctica muy buena. Hacer creer a los demás que sabes la cura contra la infección para que cuiden de ti como si de un bebé recién nacido se tratase. Cabrón inteligente.
Después de la lluvia, llegó la tormenta, seguida de aquel árbol que por poco nos mata sin darnos cuenta. Estuvimos refugiados en un granero, entre pajas, dándonos calor los unos a los otros. Luego, como por arte de magia, apareció Aaron. Nuestro 'amigo', el chaval de las notas y los regalos. Según él, su pueblo nos quería como nuevos integrantes. La idea, en un principio, no era demasiado tentadora. ¿Quién querría en un grupo a otro más pequeño? Alguien completamente idiota.
Alejandría, así es como se llama. El nuevo mundo, el resucitar. Nuestra puta salvación. Y cómo no, Rick aceptó la propuesta de formar parte de su gente. No me gustaba la manera en la que todo estaba yendo. ¿En qué momento las cosas se torcieron tanto?
—Hey —escuché que Carl pronunciaba a mis espaldas. Aprovechando que tenía una cama para mí, lo que más hacía era descansar—. ¿Por qué no damos una vuelta por aquí?
—No pienso ir a dar una vuelta por aquí —recalqué las últimas dos palabras. No me agradaba este sitio, no me causaba buena impresión. Lo único que quería era largarme. Y ya estaba pensando una manera de hacerlo.
—Tendremos que saber dónde estamos, ¿no? —debatió. Y el muy idiota sabía que tenía la razón.
Tras un pequeño tira y afloja para ver si íbamos a dar una vuelta o no, me levanté de la cama. Lo primero, en cuanto salimos de la casa, fueron unas palabras que hicieron que en mi estómago se instauraran los nervios.
—Chicos —habló Rick, desde el final de las escaleras del porche—, ¿queréis ir a su casa con su hijo Ron? Tiene tu edad, Alex.
Joder, ¿adolescentes?
—o—
—Aquí tenemos de todo: videojuegos, televisión... —comenzó a hablar el supuesto hijo de la rubia, guiándonos por un pasillo hacia su habitación.
Una vez estuvimos dentro, otro de los chicos nos saludó. Allí, en el cuarto, habían tres personas a parte de nosotros. Una chica entre ellos.
—¿Qué os apetece hacer, entonces? —se giró Ron hacia nosotros—. También hay un billar en su casa —señaló al que había saludado hacía unos segundos—, pero su padre trabaja allí.
—Si queréis ir, podemos —añadió el del billar.
—¿Y bien? —cuestionó Ron, con una sonrisa en la cara. Ni Carl ni yo dijimos nada, era todo tan confuso. De no tener nada a tenerlo todo.
—Poneros al día —murmuró la chica de la habitación, pasando la página del cómic que leía.
—Que te jodan.
Y ahí estaba Alejandra Dixon y su carácter de mierda.
—o—
—¿Qué os parece todo? —preguntó el mayor de los Grimes.
Todo nuestro grupo estaba reunido en el salón de nuestra casa. Los muy desconfiados, después de decir que tanto nos querían aquí, nos tenían en observación. Yo ya no descartaba la idea de que nos hubieran puesto cámaras para escucharnos y vernos.
—Son unos putos blandos —mi padre y yo pronunciamos a la vez. Le miré, me miró, y de nuevo los dos a Rick.
—Lo son —dejó caer Carol también.
—No se acatan a lo que decimos —comentó Abraham, con una mueca en la cara—. Si no nos hacen caso, ¿para qué nos necesitaban?
—Abraham tiene razón —habló Rosita, asintiendo—. Querían nuestra ayuda, ¿para qué? Cuando les decimos algo, nos ignoran.
—Rick... —Glenn levantó la cabeza hacia él.
—Lo sé —dijo, tragando saliva. Puso una mano en su cintura y continuó—. Si no nos escuchan, nos quedaremos con esto.
Y todos parecen estar de acuerdo, ya que ninguno dijo nada al respecto.
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Una Dixon.《Carl Grimes.》
FanfictionDía y noche cazando, ¿alguna pega? La sangre Dixon corría por mis venas. Lo que yo no sabía es que todo lo que había vivido lo tendría que poner a prueba... O al menos, eso pensaba por aquel entonces. |No se admiten copias ni adaptaciones (©). Cualq...