;capítulo 4.

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;capítulo 4.

—No cojo nada... —Carl pronunció, con la cabeza agachada. Mi mirada, sin embargo, estaba fija en el hombre que había con nosotros.

—Es que lo haces mal —hablé, en el mismo momento que sentí algo subir por mi pierna. Le di un manotazo a la hormiga y ésta cayó muerta al suelo. 

—Sí, las malditas saben que estamos aquí —añadió Shane, hablando por primera vez desde hacía unos minutos. También podría haber mantenido la boca cerrada un rato más—. Lo haremos de otra manera.

Se metió en el lago y, tras arremangarse la camisa que llevaba, comenzó a golpear el agua. ¿En serio? Carl se echó a reír, sin dejar de mover su red en un intento por cazar alguna rana. Inocente crío. A nuestras espaldas, unos pasos llamaron mi atención. Giré un poco mi cuerpo, entrecerrando uno de mis ojos por el molesto sol, y pude apreciar la figura de Lori allí.

Esperé a que Grimes recogiera sus cosas y en cuanto pudimos, nos largamos del lugar. Aquello me olía a pelea entre los dos adultos, pero me hice la tonta y regresé junto al chico al campamento. La verdad es que Carl era guapo. Moreno, de ojos oscuros y estatura como la mía. Esto último me hacía preguntarme si es que yo era muy alta o él muy bajito. Estaba confundida.

—No quiero alarmaros, pero creo que tenemos un problema... —Dale habló, en tono autoritario. ¿Y ahora qué? Señaló en lo alta de la colina de nuestra izquierda y miré hacia ella. Jim parecía estar cavando como si la vida le fuera en ello. 

Un par de minutos más tarde, y tras varias preguntas por parte de algunos de los del grupo, se decidieron a acercarse al chico, con la esperanza de saber qué hacía. Yo no dejaba de pensar en mi padre, en qué estaría pasando ahí fuera. Soy dependiente, pero muchas veces me desespera no saber nada de él por varias horas. Es decir, cualquiera se fía hoy en día.

—Oye, Jim —en cuanto llegamos a su altura, Shane pronunció—, ¿puedes parar un momento para hablar?

No respondió. Bueno, ¿y a éste qué le pasa? ¿Es sordo o algo? Me crucé de brazos y noté a Eliza darme unos toquecitos en el brazo. Me giré hacia ella y la vi abrazando su muñeca. Nunca he tenido una cosa de esas, ¿qué tienen de interesante? Además, jugar con eso es ridículo.

—Te harás daño a ti mismo, no puedes hacer esto —desvié mi atención hacia Dale nada más dijo aquello.

—¡Claro que puedo, mírame! —gritó, pillándome desprevenida. Di un diminuto paso hacia atrás, algo sorprendida. Mierda, que no, que yo no me asusto.

—Ellos no te lo van a decir, así que lo haré yo —Lori caminó, a penas dos pasos, hacia él. Anda, pero si realmente tiene coraje y todo—. Asustas a los críos —terminó de decir, y me sentí insultada. A mí no me asustaba.

—No tienen nada de que asustarse, Lori —Jim suspiró, mirándonos a nosotros, más fijamente a mí—. ¿Cuál es el problema? Estoy aquí solo, ¿porque no os vais y me dejáis en paz?

—Hey —ya estaba el pasado de turno, Shane—, para un rato, ¿vale? Necesitas reponer fuerzas. Dentro de un rato vendré y te ayudaré yo mismo. Dame esa pala, amigo —estiró su mano para agarrarla, pero el otro la echó hacia atrás. 

—¿O qué?

—O nada, solo te lo pido. No quiere tener que quitártela.

—¿Y si no te la doy? —vaciló, alzando las cejas. Jim, tú también me caes un poco mejor—. ¿Qué harás? ¿Me romperás la cara como a Ed en el río el otro día? Eso es lo que pasa cuando alguien se interpone ante ti, ¿no?

—Eso fue diferente.

—Tú no estabas allí, Jim. Estaba descontrolado —empezó Amy, frunciendo su ceño—, pegó a Carol.

—¡Es su esposa, no la de él! —gritó de vuelta Jim, señalando a Shane con toda la rabia posible—. ¿¡Quién coño te votó a ti para ser el jefe, eh!?

—Mira, no quiero discutir, ¿está bien? Dame la pala, ya —dijo, acercándose a Jim, pero éste se apartó, de nuevo. Jim le quiso golpear con ella, pero Shane se agachó y se tiró encima suya para placarle. Tenía un verdadero problema con hacer eso.

—¡No tienes derecho! —se retorció en el suelo, queriendo librarse del otro.

—Nadie te va a hacer daño, ¿me oyes?

—Deja de mentir.

—No miento, Jim. Nadie va a hacerte nada —le aseguró Walsh. Mentira, todo mentira. 

—Le dije lo mismo a mis hijos... Les mentí.

Una hora más tarde, tanto Lori como Carol nos enseñaban cosas de un antiguo libro del colegio. Bueno, más bien se las enseñaban a los otros cuatro, porque yo estaba perdida en mis pensamientos, observando a Jim, el cual estaba atado en el tronco de un árbol. Shane se acercó con un vaso de plástico lleno de agua y le echó un poco por encima, intentando bajarle la temperatura. 

—Lo siento si os asusté, no era mi intención.

—Has tenido una insolación no es tu culpa —Lori miró a Jim y negó con la cabeza.

—Lo hacía porque soñé algo, pero ya no me acuerdo.

[...]

La noche cayó sobre el cielo y nos pusimos alrededor de la hoguera otra vez. Ni mi padre ni los demás habían vuelto todavía, y me estaba empezando a preocupar de verdad. Amy se levantó sin terminar de cenar, y Andrea, como hermana sobre protectora, preguntó: 

—¿Dónde vas?

—Al baño —dijo entre dientes, poniéndose roja—. Dios... Una trata de ser discreta y... —dejó la frase en el aire. Entró en la caravana, pero enseguida volvió a abrir la puerta, después de un par de segundos—. Oye, ¿no hay papel higiénico? 

Me giré hacia ella para responderle dónde estaba guardado, pero cuando iba a hablar, vi algo moverse a sus espaldas. Ella se quedó esperando a mi respuesta, que jamás llegó. Saqué la navaja que llevaba en una de mis botas y salí corriendo hacia donde estaba, pero no llegué a tiempo para evitar que un caminante de todos los que venían le mordiera el brazo. Abrí mis ojos de par en par, paralizada. Mierda.

Los hombres agarraron a todas las mujeres y niños, menos a mí, y crearon un círculo en el centro del campamento. Una vez más se demostraba cuánto le importaba yo a todos. Retrocedí sobre mis pasos, sin querer hacerlo realmente, pero sabía que si me quedaba ahí, me alcanzarían.

Andrea fue hacia Amy, corriendo, y le tapó la herida del brazo para que no se desangrara. Decidí ir con ella, pero alguien me empujó y terminé en el suelo, con uno de los caminantes intentando cogerme. ¿Nadie lo notaba? Una bala le atravesó el cráneo y su sangre me salpicó entera. Pude ver la rabia en el rostro de mi padre, que me cogió y me cubrió con su cuerpo. Cuando todos los enemigos acabaron muertos, Jim habló:

—Ahora me acuerdo de qué he soñado.


Una Dixon.《Carl Grimes.》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora