;capítulo 5.

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;capítulo 5.

Al día siguiente, el ambiente estaba mucho menos tenso. Decidimos que sería una buena idea quemar a los caminantes y enterrar a las personas muertas del grupo. Entre unas cosas y otras, me enteré de que Jim había sido mordido, y por eso mismo, Rick pensó que sería una buena idea ir al centro de cuarentena. ¿Era la única a la que aquello le parecía una locura? Al parecer, sí. 

—Escuchad —Morales habló, captando la atención de unos cuantos—, nosotros seguiremos por otro lado, queremos encontrar al resto de la familia.

Shane luchó por convencerlo, pero el hombre se mantuvo firme con respecto a su decisión. Iluso Morales, no llegaréis muy lejos los cuatro solos, pensé. Mi padre subió a una pequeña camioneta y yo no tardé en pegar un brinco y colarme en el asiento del copiloto junto a él. Miré por la ventanilla de atrás y observé su moto en la parte trasera. Apoyé mi cabeza en el cristal y, bueno, terminé por dormirme.

Llegamos al centro pasada la tarde, faltaba poco para que comenzara a anochecer. Una de dos, o allí no había nadie o nos estaban ignorando, pues las puertas continuaron cerradas a pesar de los gritos y los golpes que dábamos. Los caminantes se habían empezado a dirigir hacia nosotros, y si no salíamos por patas de allí cuanto antes, nos atraparían. Definitivamente, a Rick se la había ido la cabeza. Nos gritaba que una de las cámaras se había movido, que había alguien detrás.

Justo cuando estábamos a punto de irnos, a nuestras espaldas se escuchó un sonido metálico. No me jodas, ¿de vedad hay alguien ahí? Pasamos al interior, con las armas levantadas. Yo mantenía la pistola en mi mano, apuntando al frente. Agradecía a mi padre que me dejara tener una.

—¿Algún infectado? —la voz de un hombre me sorprendió. Giré rápidamente en dirección al emisor y fruncí el ceño. 

—Había uno —Rick habló, levantando la voz para que la persona desconocida pudiera escucharle desde lo lejos. Él tenía una escopeta entre sus manos. ¿Quién narices guardaría un arma así en un laboratorio?—, ya no está.

Sheriff —pronuncié su nombre en tono seco, por lo bajo. Grimes me miró—, no sueltes demasiada información sobre el grupo.

Sabía que tenía razón, que no debía decir nada sobre nosotros, pues se molestó. Volví a fijarme en el hombre; llevaba unos pantalones vaqueros y una bata blanca puesta por encima de su ropa. 

—¿Qué es lo que queréis? —preguntó el científico canoso, y por unos segundos miré a mis espaldas. Los caminantes no estaban muy lejos.

—Una oportunidad.

—Eso es mucho pedir en estos momentos, ¿no crees? 

Diez puntos para el loco, que estaba pensando de manera decente en esos momentos.

—¿Y qué nos importa? —gruñí, y noté la mirada de mi padre puesta en mi nuca. Rodé los ojos y le ignoré. Me estaba pasando. 

—Valiente la chica —se dirigió a mí, bajando su escopeta. Hice una mueca de asco y reí irónicamente.

—Me halagas.

—Os haréis un análisis de sangre, es el precio de la admisión —continuó él, y yo palidecí. Agujas, odiaba las agujas. 

—o—

Un vez entramos todas nuestras cosas, Grimes adulto fue directo a saludar al hombre de la bata. El científico loco no me caía bien, quería pincharme, sacarme sangre. ¿Acaso no es suficiente con mirarme? Sigo hablando, no le quiero comer. ¿Qué más quiere?

—Dr.Edwin Jenner.

Estúpido nombre para estúpido tío. Subimos al ascensor, sumidos en un incómodo silencio, y bajamos en una de las plantas subterráneas del lugar. Nos empezó a explicar alguna que otra cosa, un par de normas, y cosas sin importancia alguna. Me aburría.

—Las instalaciones están sin energía —decía, caminando entre los pasillos mientras nosotros le seguíamos—. Incluso las habitaciones, así que tendréis que quedaros aquí. Los sofás son cómodos, pero hay camas plegables si lo preferís. También hay una sala de jugos que os gustará, chicos —esto último lo dijo refiriéndose a Sophia, Carl y yo—. Pero no conectéis los videojuegos, ¿está bien? —Carl asintió educadamente. Tío, sé un poco menos amable—. Y para los otros, si os ducháis, no malgastéis demasiado el agua caliente.

Se alejó y se encerró en uno de los cuartos con un cartel con su nombre pegado en la puerta. Será rarito.

—¿Acaba de decir agua caliente? —Glenn se giró hacia nosotros, empezando a sonreír. Me gustaba su sonrisa, era bonita.



Una Dixon.《Carl Grimes.》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora