;capítulo 29.

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;capítulo 29.

—Joder, papá —murmuré, haciendo una mueca al pasar por su lado. Que peste—. Hueles a mierda, ¿no te has duchado todavía? —cuestioné. Estaba sentado en la barandilla de la casa, con una flecha en la boca y tocando las cuerdas de su ballesta para tensarlas. No respondió—. Iré a dar una vuelta, pásalo bien con tus axilas cantarinas.

—¡Eh!

Frené de golpe al escuchar que intentaba llamar mi atención. Me giré hacia él y esperé a que hablara. Ahora la flecha estaba apoyada en sus piernas.

—Hace un rato ha pasado un chaval preguntando por ti —dijo, y yo me encogí de hombros. ¿Por qué todo el mundo parecía tan molesto de eso?

—¿Y qué? 

Apunto estuve de darle el pregón, es decir, de explotar y gritarle que por qué narices todos se molestaban, pero no lo hice. Eché a andar nuevamente y en poco tiempo llegué a la entrada de Alejandría. Una mano tocó mi brazo, saludando con un 'Hola'. La voz. Tan solo con escucharla, giré sobre mis talones y me alejé unos pasos. No entendía por qué su presencia me desagradaba tanto.

—¡Oye, Alex!

—¡Ni me hables, chica! —levanté la voz, queriendo que me escuchara. No me pararía a escuchar palabras sin importancia de una cría.

—o—

Después de dar una vuelta por el pueblo, volví a casa dispuesta a tumbarme en la cama para descansar. Al abrir la puerta de la entrada, vi a Carl sentado en el sofá, mirando la televisión fijamente. Wow, eso sí daba miedo y no lo que había fuera. Cerré la puerta sin cuidado alguno, consiguiendo llamar su atención.

—Alex —se acercó hasta mí, cogiéndome del brazo. Joder, que manía tenían todos con hacer eso.

—¿Puedes soltarme? Por Dios —murmuré cansada. 

—Quiero hablar contigo, ahora. Aclarar unas cosas que...

—Pero yo no quiero hablar —fruncí el ceño, dejando los labios entreabiertos. Carl pareció captar ese gesto, pues bajó los ojos hasta mi boca. 

—Pues no hables, solo escucha —habló por lo bajo. Agitó la cabeza y volvió a fijar su mirada en la mía—. Mira, le he estado dando vueltas a una cosa, pero exageradamente. Y creo que por fin tengo algo claro en la vida.

—A ver qué dices ahora, que tenemos una menor presente —señalé con la cabeza a Judith, la cual se encontraba en el sillón del que Grimes se levantó.

—No me seas idiota —rio en voz baja, continuando después—. Te quiero. Y lo digo en serio. Eres la persona más importante para mí en estos momentos. Sí, están mi hermana y mi padre, Michonne y el resto, pero ellos quedan muy por detrás y tú estás en el primer puesto. 

Me quedé congelada, sin saber qué decir. Ahí fue cuando me di cuenta del por qué de mi actitud estos días. Me gustaba Carl Grimes, y el hecho de que hubiera una chica de nuestra edad me producía temor. Miedo a perderlo. 

—No sabes lo que...

—¡NO! 

Los dos nos miramos sin entender nada del por qué de ese grito, y sin pensármelo, salí corriendo de casa. El pequeño Grimes gritó mi nombre e intentó que no saliera, pero no pudo impedírmelo. Llegué hasta donde iba a ser la reunión de aquella noche y me quedé estática al ver al alcalde de aquello en el suelo, muriendo poco a poco desangrado por un corte en el cuello.

—Hazlo —respondió la mujer de este, con lágrimas en los ojos. Sin embargo, su rostro mostraba sed de venganza.

Rick sacó su revolver del pantalón y tras esperar un par de segundos apuntando a la cabeza de Peter, disparó. Todos se quedan mirándose entre sí, sorprendidos. Chicos, bienvenido a la nueva era. El mundo del cual lleváis tanto tiempo ocultos. Alguien pronunció el nombre de Rick, por lo que me giré y vi a mi padre acompañado por Aaron y un hombre de piel oscura que no sabía quién era.


Una Dixon.《Carl Grimes.》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora