;capítulo 7.

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;capítulo 7. 

Enterarte de que realmente no había cura para la mierda que estaba pasando era algo duro. Bueno, lo era para el resto del grupo, que al parecer tenían verdaderas esperanzas sobre el tema. Seguía sin entenderlo. Llevábamos varias horas por la carretera, sin ningún rumbo. De vez en cuando veía a mi padre y éste parecía notar mis ojos clavados en él, pues giraba la cabeza hacia mí y yo devolvía la mirada al frente. Todavía seguía dándole vueltas a un tema de semanas atrás. Te quiero, le dije. Agité mi cabeza, tratando de olvidar.

La caravana que nos dirigía empezó a bajar de velocidad, y al asomar mi cabeza por la ventana con la intención de ver algo, me di cuenta de que estaba echando humo por la parte delantera. Fruncí el ceño y me recoloqué en el asiento. Le mencioné a mi padre la situación y él aparcó el coche a un lado, junto a los de los demás.

—Os lo dije —escupió Dale molesto, abriendo el capó del vehículo. Una nube de humo salió hacia arriba.

—¿Algún problema, Dale? —preguntó Shane. Me aguanté las ganas de resoplar, pero es que era tan molesto escuchar su voz.

—Oh, nada —pronunció con ironía, girándose hacia el moreno—. Simplemente estamos en mitad de ningún sitio.

—Aquí hay muchas cosas —escuché a mi padre hablar y enseguida le miré, al igual que todos—. Buscaremos lo que sea que se ha jodido y nos iremos.  

—Iré a coger gasolina mientras —T-Dog abrió el maletero de uno de nuestro coches y agarró una botella de él, alejándose luego en dirección a los miles de vehículos que habían esparcidos por la carretera.

—Quizá haya comida, o agua —Carol se encogió de hombros tras decir eso. Yo asentí.

—También puede haber una gran cantid... —no pude terminar mi frase sarcástica, pues Lori me interrumpió.

—Esto es un cementerio, no me gusta.

Mientras Dale hacía todo lo posible por intentar arreglar el motor, los demás nos encargábamos de buscar cosas de los coches. La verdad es que, eliminando toda la mierda de la zona, habían cosas bastante útiles. Encontré una mochila en uno de los asientos de una furgoneta roja, pero cuando estaba a punto de cogerla, Rick vino corriendo en mi dirección y me obligó a meterme dentro de ella. Por un momento me quedé estática, pero enseguida miré por encima de sus hombros y me encontré de cara con una enorme cantidad de caminantes. 

La furgoneta en la que me encontraba tenía ventanas en la parte de atrás, por lo que podía ver con claridad al resto del grupo, dividido por el lugar, cagados hasta los pies. Tragué saliva cuando sin querer golpeé la pared del vehículo, justo cuando pasaba uno de los muertos. Llamé su atención, y eso me asustó. Me asustó porque ahí dentro no podría salir corriendo. Luego vi a mi padre acercarse y clavarle su cuchillo en la cabeza. Abrió la puerta lo más rápido posible y se coló conmigo. 

—¿Qué has hecho? —pregunté nada más verlo a mi lado, entre susurros.

—Si uno se acerca, le siguen los demás —respondió, y yo asentí—. No vuelvas a hacer algo tan estúpido como eso.

Y dolió. Dolió porque sus palabras eran probablemente las únicas que conseguían afectarme. Tal vez eso se debía a que lo quería. Te quiero, volvió a repetirse y gruñí. Un par de minutos más tarde, salimos, y nada más hacerlo, observé cómo dos caminantes perseguían a Sophia. ¿Qué narices hacía esa niña con su vida? Negué con la cabeza y quise salir detrás suya, pero los brazos de mi padre me detuvieron. Me removí, intentando escapar de entre ellos, pero no pude. Quería gritarle, pero tampoco pude. Si lo hacía, los demás caminantes me oirían.

Rick cogió con fuerza su arma y salió disparado detrás de ella. Por favor, tráela de vuelta, pensé. Pero no por la chica, si no, por Carol. No necesitaba eso justo ahora. La rubia era lo único que le quedaba de familia. Entonces, después de acercarme al resto de personas, hice algo de lo que me sorprendí; la abracé. Sus brazos me rodearon fuertemente y noté su pecho temblar contra el mío al sollozar.

—¿Por qué no buscamos todos? —propuso Carol, con la voz algo ronca de tanto llorar. 

—Hay que apartar los coches para darle la vuelta a la caravana —mencioné por lo bajo. Sabía los planes que tenían los del grupo.

—No nos iremos sin mi hija —habló, manteniéndose firme con sus palabras. Yo agaché la cabeza, pues eso haríamos. Si nos quedábamos, sería peor. 

—Eso tenlo por seguro, Carol —Lori habló, mintiendo. Premio a la falsa del año.

—Rick y Daryl la encontrarán, ¿vale? Es cuestión de tiempo —murmuró Shane, algo serio.

—Espero que sea rápido, aun sigo asustada por el grupo de antes —Andrea añadió. Vaya, casi me había olvidado de ella. 

—Sí, ¿que narices ha sido eso? —Glenn hizo una mueca hablando—. Todos juntos... Parecían 

Todos volvimos a seguir buscando más cosas. Yo no paraba de pensar en Sophia, completamente sola, en medio del bosque. Si fuera yo, sabría lo que hacer, pero siendo ella... Vamos, no tiene ni idea de cómo sobrevivir. 

—¡Buh! —asusté a Carl, que miraba por una de las ventanas del coche amarillo que teníamos delante. 

—Joder... —murmuró, algo molesto—. ¿Se puede saber qué haces?

—¿Qué miras? —ignoré su pregunta, mirando por la misma ventanilla que él miraba. 

—La bolsa —dijo señalándome algo de dentro.

—¿La cogemos?

—Pues claro —dijo abriendo la puerta del coche, para hacerse el valiente. Alcé mis cejas. Verás tú.

Se subió al coche, despacio, para coger la bolsa. En un movimiento, el caminante muerto que estaba sentado en el asiento, con la bolsa sobre sus piernas, se movió, echándose hacia delante. Gritó asustado y yo estallé en carcajadas, descruzando mis brazos, que hasta el momento había tenido sobre mi pecho. Él mismo había movido al caminante.

—¿De que te ríes? —preguntó molesto, levantándose del suelo, tras caerse con la bolsa encima. 

—Eres muy gracioso.

Echamos a correr en dirección a Shane, orgullosos por haber descubierto algo importante. Un arsenal nuevo. Completamente nuevo.

—¡Shane! —gritó Carl, acercándose a él. 

—¡Tienes que ver esto! —dije del mismo modo, aunque no con tantas ganas por hablar con el adulto.

—Entregádselo a Dale  —espetó nada más llegar a su altura. ¿Perdona?

—Pero, nosotros hemos cogido ésto y... —empezó a hablar, pero Shane le interrumpió.

—Chaval, dáselo a Dale, ¿vale? —gruñó, y enseguida acudió Lori al rescate de su hijo. 

—Pedazo de imbécil —escupí con asco, girando sobre mis talones y alejándome de allí.

Una Dixon.《Carl Grimes.》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora