;capítulo 1.

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;capítulo 1.

Ya hacía un tiempo que todo esto había pasado. Me refiero a que las personas muertas andaran y te intentaran comer. Al principio fue duro para todos, no lo voy a negar. Tener que matar a tus seres queridos y todo eso era una gran putada, pero ahora se había convertido en una costumbre.

Mi nombre era Alejandra, Alejandra Dixon. Tenía el pelo castaño, los ojos marrones y una estatura normal para una niña. Solía sobrevivir junto a un grupo de personas, entre ellas habían mujeres, hombres y niños; yo era uno de los cinco críos de allí. Esos a los que no se suele escuchar casi nunca. 

Éramos tres chicas y dos chicos, aunque tenía mucha más relación con Carl y Sophia que con los otros dos. De todas formas, dudaba que ninguno de ellos pudiera llegar a ser mi amigo. Simples conocidos, compañeros de grupo, y ya está. Lori y Carol nos solían enseñar a hacer cosas básicas para la vida de aquel entonces, y también nos enseñaban un par de asignaturas durante el tiempo libre. Desde mi punto de vista, un completo desperdicio de tiempo. Pero bueno, al menos me entretenía.

Si fuera por mí, iría a cazar con mi padre, pero él no quería arriesgarse a perder a "su pequeña". Mierdas que soltaba. Mi tío Merle, sin embargo, le comía la cabeza siempre que podía para que me dejara salir. Él opinaba que ya era lo suficientemente mayor como para hacerlo. Aquellas charlas terminaban en peleas cuatro de cada cinco veces.

—¡Shane! Ven aquí y contesta —gritó Dale, un anciano que actuaba como padre de todos. En el fondo hasta me caía bien. Señaló la radio por la cual el otro grupo se intentaba comunicar y volvió a hablar—. ¡Maldita sea! ¿Quieres darte prisa?

—Ya voy, viejo —dijo, acercándose a él a paso lento. Cogió el walkie talkie y empezó a hablar, buscando alguna respuesta de la gente que había al otro lado.

Una vez por semana, el grupo se dividía en dos. Una parte se quedaba en el campamento y la otra iba a la ciudad a por suministros. La radio tuvo varias interferencias, y finalmente, alguien contestó; era T-Dog. Había costado mucho que respondieran, maldita sea, ¿qué narices pasaba para que tardaran tanto? 

—Estamos atrapados —la voz del moreno sonó agitada, y mis ojos se dirigieron con rapidez al aparato, esperando las nuevas palabras del chico—. Repito, nos han rodeado. 

Shane volvió a ponerse recto, mientras que con una de sus manos eliminaba el sudor de su frente. Se quitó la gorra que llevaba, echó su flequillo hacia atrás y se la puso de nuevo. Hice una mueca en su dirección. ¿Iba a hablar de una vez o esperaría a que nevara? Joder, cuando quería era un lento.

—Ya lo habéis oído —habló, y yo puse los ojos en blanco, para luego rodarlos—. No podemos hacer nada.

—¿¡Cómo!? ¡Mi hermana está allí! —gritó Amy, al borde de un ataque de nervios. Desde que la conocía, me había dado cuenta que le daban muy a menudo—. Se prestó voluntaria. ¡Voluntaria para ayudarnos a todos, Shane!

—Lo sé, y ella conocía los riesgos. Todos los conocían —comentó como si nada, como si perder a aquella parte del grupo no importara lo más mínimo. ¿Era idiota o se lo hacía?

Giré mi cabeza y observé a Carl, el cual, tras notar mis ojos puestos en él, me devolvió la mirada y se encogió de hombros, para luego volver su vista a Shane de nuevo. Hice lo mismo, y con una gran cantidad de calma, algo que me estaba costando muchísimo reunir, hablé en voz alta, para que así me escuchara bien.

—¿Y Merle? —pregunté, fijando mis ojos en los suyos. No me achantaría. Quizá fuera un completo capullo, pero yo sabía cómo tratar con ellos.

Como era de esperar, no hubo respuesta.

Una Dixon.《Carl Grimes.》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora