;capítulo 12.

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;capítulo 12.

La operación de Carl había sido un par de días atrás, y por suerte, todo iba a mejor poco a poco. Al menos ahora podía caminar y salir de aquella habitación. Alcé mi mirada al cielo y observé algunos pájaros volar por encima de mi cabeza. Se veían tan libres, sin preocupaciones. La voz de Grimes menor me hizo volver a poner los pies en la tierra.

—No te preocupes tanto.

Fruncí mi ceño, sin comprender si me lo decía a mí o a Lori, la cual andaba detrás de su hijo veinticuatro de siete para comprobar que estaba bien.

—Es mi deber —contestó ella entonces. 

Entiendo, de todas formas no sé cómo podía haber pensado que alguien se preocuparía por mí.

—No lo es, eres ama de casa —pronunció con una diminuta sonrisa en su rostro, en tono burlón. 

—¿Eso piensas? —preguntó, lanzándole un par de semillas—. ¿Ves mi casa por aquí cerca? 

Yo no intervenía en la conversación madre-hijo que tenían, no pintaba nada. Mantuve mi cabeza gacha en todo momento, sumida en mis pensamientos. Pero de nuevo, su voz me sacó de éstos. 

—No tienen madre.

Levanté la barbilla y le miré, encontrándome de lleno con sus ojos azules clavados en los míos.

—Estará por ahí —respondí, encogiéndome de hombros.

—Puede que se la hayan comido, todo es comida de alguien más —dijo él, cortándole la respiración a su madre. Lori, bonita, tu niño ha crecido.

—o—

—¿En qué pensaba? —preguntó Lori, guardando un arma en su pantalón. ¿Qué pensaba quién? Me apoyé en la pared de la caravana y agudicé mi oído para poder escuchar mejor. 

—Quiere aprender a disparar, me lo ha pedido —informó Shane. Espera, ¿esto iba con Carl?

—No me gusta la idea —respondió la mujer. Rick colocó una mano en su cintura y con la otra rascó su barbilla—. No me hagas quedar como la irracionable, Rick.

—Oye, también me preocupa pero... —comenzó a decir él, pero fue interrumpido.

—¿Pero qué? —espetó furiosa, arqueando ambas cejas—. ¿Le acaban de disparar, vuelve a caminar, y ya quiere un arma?

—Es mejor que tenerles miedo, Shane le puede enseñar y...

—No quiero que mi hijo vaya armado, ¿entiendes? —continuó con la pelea que tenían entre ellos. Yo cambié mi peso de una pierna a otra, luchando contra mis instintos para no entrometerme. 

—Está creciendo, gracias a Dios —intentaba convencerla Grimes—. Creo que ya es adulto como para saber que tiene que tener cuidado con estas cosas, Lori. 

—¡Pues que actúe como tal! 

—No jugaré con ella, mamá —habló entonces el menor, sorprendiéndome—. Sé que no es un juguete, ¿vale? Sólo quiero ayudar en el campamento, eso es todo. 

—Shane es el mejor instructor que conozco, ha enseñado a niños más pequeños que Carl.

—Tómatelo enserio y hazle caso a Shane—acabó cediendo Lori, hablándole directamente a su hijo. Después de aquello, no quiso saber nada más de ninguno de los tres.

—o—

Por la tarde, sobre las cinco o así, yo me encontraba cogiendo piedras e intentando golpear a la rama que sobresalía del árbol. Mis zapatillas llevaban más de media hora secándose en el hilo que Carol y las demás colocaron para poder tender la ropa. No había sido tan buena idea eso de ir a dar una vuelta. 

—Hay caminantes en el pajar—soltó Glenn, de la nada. Levanté la cabeza de golpe, mirándole con el ceño fruncido. Yo ya lo sabía, se lo había contado, pero aún así, ¿por qué lo diría? Mierda, mi mente se empezaba a confundir. 



Una Dixon.《Carl Grimes.》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora