Era un joven chico de al menos 14 años. De tez blanca y cabellos negros, los cuales iban cubiertos por una gorra blanca con manchas negras. Sus ojos penetraban con la mirada y las leves ojeras que tenía lo hacían ver algo cansado.
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El joven se puso de rodillas para recibir a la pequeña peliblanca que se abalanzaba a por él.
-Siento mucho lo que ha pasado pequeña.
-!Padre es muy malo, ha matado a nana!
-Lo sé.. llora cuento necesites.
-La pequeña que no dejaba de llorar fue cargada por el pequeño hombrecito hasta un sillón donde se sentó dejando a la pequeña en su regazo.
El joven sabía que nada de lo que le dijera a la pequeña lograría calmarla por lo que decidió quedarse callado mientras la peliblanca lloraba.
A base de caricias y palabras tranquilizadoras logró que la pequeña se tranquilizara y quedara dormida. Éste se quedaba viéndola.
Pocas eran las veces que dejaba a su hermana, aunque siempre estaba acompañada por su nana. Sabía como era su padre, sabía de los experimentos pero con la presencia de la nana hacía que él se quedara más tranquilo.
Sabía que nadie más a parte de ella la cuidaba en aquella casa. Ahora que había pasado algo terrible, la preocupación del azabache no hizo más que aumentar.
¿Quién cuidaría de la pequeña ahora? La mayoría del tiempo él estaba en casa pero su padre aprovechaba cualquier oportunidad para hacerle daño a la pequeña.
El azabache pasó su mano por la pequeña mejilla de la peliblanca, sonrió recordando el día en que nació. Aunque más que una sonrisa de felicidad era una de lástima.
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El día en que nació se supone que tendría que haber sido el más feliz, pero al contrario fue el más triste.
Muchos Tenryuubitos pidieron matarla y mucha gente la odiaba incluso siendo un bebé recién nacido.
Sabía que tipo de vida le esperaba a la pequeña si se quedara allí. No conseguiría ser libre y al mismo tiempo él tampoco lo sería ya que cargaría con la culpa de no ayudarla.
