Capítulo 17.

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Kara.

El corazón me latía en las orejas o quizás en la garganta, no podía descifrarlo del todo, solo podía tener en claro que Lena no me estaba respondiendo y que solo me miraba con un rostro desprovisto de cualquier tipo de emoción.

Quizás me había apresurado, quizás había sido demasiado apresurado, quizás había identificado de una manera errónea las señales y no estaba lista. Quizás, solo quizás, ella no sentía lo mismo que yo y simplemente se había terminado por confundir ante mi insistencia.

—Lena. — Pedí extendiendo mi mano para tocar sus nudillos. — Lena, dime que no al menos. — Supliqué proporcionando caricias distraídas. — Por favor, dime algo, Lena. — Ella parpadeo, aún un poco perdida de todo lo que estaba pasando. — Lena, yo... lo siento... es que...

—Cállate. — Musitó dulcemente. — Por favor, guarda silencio.

Sentí como su cuerpo comenzaba a moverse. La sentía, porque tenía tanto miedo de volver a mirarla y encontrar algún atisbo de rechazo en sus ojos. Sin embargo, lo que sentí luego fue como mis brazos eran alzados para recibir a su cuerpo pequeñito acomodándose contra el mío, en mi regazo, con una delicadeza hasta rodearme de un calor tan envolvente.

—Mírame. — Susurró con ese tono encantador. — Preciosa, necesito tus ojitos en los míos. — Las caricias dulces, o quizás esos besos mariposas que se repartían por mis pómulos me llevaron a perder un poco de esa cobardía para poder mirarle a esos verdes brillantes que me gritaban a toda voz que nada de esto sería una noticia amarga. — Dios, no puedo creer que tengas esos ojos tan hermosos. — Musitó acariciando con la punta de sus dedos. — Tampoco puedo creer que seas tan buena, llena de vida; que aún tengas ganas de hacer feliz a las personas que te rodean.

—Tu ayudas a eso.

¿Cuándo había comenzado a acariciar su espalda? ¿En qué momento mis dedos habían dejado de tomar su brazo para tocar con suavidad el descubierto de su espalda?

—Quiero hacerte feliz a ti. — Musité sin saber si mis palabras serían bien recibidas, solo lo hacía siendo una completa esclava de su mirada profunda. — Solo... solo...

Lena sonrió con dulzura, borrándome las palabras de manera inmediata de la mente. — Quiero ser tu novia, Kara Zor- El. — Susurró bajito, quizás demasiado como que pudiera escucharlo. — ¿Y? — Tentó acariciando el inicio de mi cabello con la punta de sus dedos.

—¿Y? — Casi chillé completamente perdida en esas caricias tiernas. — ¿Qué?

Increíblemente, sus labios se ensancharon en una sonrisa. — ¿Mi novia me va a besar?

¿Qué había dicho?

— ¿Mi novia? — Chillé incrédula, llena de tantas emociones que me atontaban al punto de quitarme la capacidad de razonar. — ¿Tu... tu?

Un suspiro se me escapó sin siquiera pensarlo, así como si estuviese dejando ir mi vida por entre los labios cuando comencé a pensar en lo que había dicho, en esa sonrisa, en esos ojos llenos de amor que terminaban por hacerme olvidar cada una de las cosas que pasaban a mi alrededor. Había dicho que si, ella había dicho que sí.

Un último suspiro lastimero y completamente vergonzoso escapó de mi boca, intentando anticiparla a la idea de que, en este momento, cualquier capacidad de estar lejos de sus brazos se había eliminado por completo. Mis brazos rodearon su cuerpo hasta llegar a la espalda semidesnuda y mi nariz se hundió en el hueco de su cuello, perdiéndome en ese suave aroma a jazmines que solo podía tener su piel.

Antes de que siquiera pudiera pensar en el hecho de que estaba siendo acariciada y entregada a su cuerpo, a su alma, mis labios se prendaron de los suyos en una especie de letanía de toda la felicidad que sentía ante una simple palabra, ante un si lleno de todo el amor del mundo. Era un beso lleno de sentimientos, de anhelos y promesas; era de esos besos que te declaraban amor infinito en cada movimiento, en cada aceptación.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora