Capítulo 35.

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Kara.

Escuché un pequeño bufido del pequeño cuerpecito de Lutessa, quien se encontraba en la cama que estaba utilizando, acuchillándome furiosamente con sus fervientes ojitos azules. Ella parecía estar a sabiendas que su madre y yo saldríamos, porque desde media tarde que parecía estar de un especial mal humor, no logrando ser contentada por ningún mimo sabiamente calculado.

—No me mires con esa cara, dulzura. — Musité mientras alisaba suavemente la blusa sobre mi pecho. — Sabes que tengo que reconquistar a mamá y que debo hacerlo bien esta vez.

Lu hizo un sonido malhumorado, apretando sus manitas con fuerza mientras pateaba con ahínco los aires; yo solo esperaba que no fuese mi rostro el que ella imaginaba que pateaba con tanta fuerza. Sin embargo, mis sorpresas no terminaban con la mirada incriminatoria de la pequeña, sino que se aumentaron cuando un perezoso Krypto apareció en la escena, moviéndose para ponerse al costado que era potencialmente peligroso para que Lutessa rodara sobre su espalda y pudiese caerse; luego sus ojos se clavaron en mi y lazó un bufido descontento antes de desviar completamente la mirada.

—No lo puedo creer. — Bufé al enfrentarme a esas dos miradas acusadoras. — Tienen que apoyarme, esta es mi oportunidad de arreglar todo. — Ambas cabezas se torcieron con curiosidad. — Es la primera oportunidad de recuperar a Lena y de conquistarla una vez más, ustedes podrían estar felices por mí.

—No te desgastes. — La voz de Lena llegó desde un costado, arrancándome el aire de los pulmones con su presencia celestial. — Ella suele ser demasiado obstinada como para ver que las personas pueden tener otro foco de atención además de su hermoso rostro. — La pelinegra se deslizó con gracia, sentándose al lado de nuestra pequeña para extender con suavidad la mano sobre su vientre, obteniendo unos manotazos de rechazo en su contra. — Y está celosa porque su madre mira a alguien más que no sea ella.

Cuidadosamente me moví, encontrando a la refunfuñona pequeña. — Pero si ella sabe que es la princesa de mi vida. — Me preocupé de besar concienzuda su mejilla, repitiendo la acción sonoramente hasta que obtuve una carcajada pura de su parte. — Pero ella también tiene que entender que estoy intentando tener a la reina una vez más a mi lado.

La mirada aguda de Lena pareció encenderse un par de segundos, los suficientes como para hacer que mi cuerpo temblase ante esos agudos iris de color bosque. Era una lucha constante entre el dar y el quitar, deseosos de lograr entrar a un punto inflexible en los que solo podíamos perdernos la una en la otra.

—Estás jugando con fuego, rubia. — Lanzó en tono de advertencia, bajo y ronco, logrando erizar cada vello de mi cuerpo. — No empieces algo que después no sabrás como terminar.

La piel se me erizó de inmediato, siendo detenida únicamente por la niña entre mis brazos. — No me tientes, Luthor. — Desafié como solía hacerlo de antaño. — Que puedes ser tu la que termine pidiendo compasión.

La coquetería se vio cortada por el bufido mal humorado de Lu, quien de inmediato se giró en busca de Lena, siendo atrapada de inmediato por un abrazo reconfortante que le hacía soltar suspiros felices al ser reconfortada con tanta dulzura. Ella estaba enojada conmigo, podía verlo, pero cómicamente estaba encontrando paz entre los brazos de la responsable de su enojo.

—Señoritas. — La voz de la buena de Ann llegó desde la puerta, amorosa como solía ser y llena de vitalidad. — Son pasadas las ocho, si quieren llegar a cenar ustedes tienen que irse pronto. — Cuando la mujer comenzó con el proceso de arrancar a Lu de los brazos de su madre, ingenuamente creí que encontraríamos la segunda parte de la rebelión, pero la pequeña refunfuñona solo se dejó acunar por la mujer con un suspiro tenue. — Esta pequeña está en buenas manos.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora