Kara.
Ella era tan bonita, no podía dejar de verla mientras dormía con la boca entreabierta y un semblante de paz absoluta en ese rostro apacible; era una especie de aparición maravillosa que debía tocar para asegurarme de que era real, de que no estaba soñando. La amaba, Dios, cuanto la amaba.
—Espero que tenga tus ojitos. — Terminé de musitar con suavidad, acariciando la punta de su nariz. — Que tenga el pelito negro y tú mismo tono de piel. — Mis dedos vagaron por su mandíbula y por la silueta de sus caderas. — Más bien, quiero tenga todo de ti, que sea solo tu porque te juro que daría vuelta el mundo completo por ver una sola sonrisa de ese ser pequeñito.
La vi sonreír. — Los otros tres no tienen mi cara estampada. — Susurró con voz ronca. — Y aun así volteas el mundo con tal de darles una sonrisa. — Un ojito maravilloso se abrió, dejándome ver una entrada a un bosque infinito en el que deseaba estar toda la vida perdida. — Eres la mejor madre del mundo, Kara.
Mi mano se extendió por su mejilla, abordando cuanto podía en una caricia tierna que solo podía darle a entender que me tenía, que sin importar lo que pasara, yo estaba en sus manos y no quería salir en ninguna circunstancia.
—No lo soy. — Terminé por dar un susurro tenue. — Tu eres la mejor madre del mundo.
Ella iba a replicar, pero únicamente posé mis labios sobre los suyos, robándole un beso de esos que solo podían demostrar cuanto la extrañé en esas ocho horas sin haberla besado. Claro que era comprensible, Lena debía dormir, pero eso no quitaba a que estuviese completamente desesperada por volver a sentir como su boca danzaba con la mía.
De pronto, esa necesidad furiosa de sentirla un poco mas cerca me invadió, llevándola a abrazarla con desespero para enredar nuestras piernas, mientras ese beso y ese abrazo se volvía más desesperados, entregándonos a una llama que parecía estar ardiendo constantemente en nuestro interior.
Por un segundo me planteé la idea de hacerle el amor, después de todo, solo hacía falta remover la ropa interior y volverse una especie de animales deseosos de quererse; deseé furiosamente hundirme hasta en ella hasta dejar de vislumbrar donde terminaba su cuerpo y donde comenzaba el mío.
Me pregunté de inmediato, ¿qué me lo impedía?
Mis manos comenzaron a vagar por su cuerpo, paseando desde la curvatura de su cintura, hasta el inicio de su trasero, en donde mis manos se apretaron con fuerza y esperaron desesperadamente que las prendas que nos separaban terminasen por desaparecer. Los dedos comenzaron a jugar con los elásticos de su ropa interior, deseando removerla, hasta que los golpes estruendosos en la puerta casi me lanzan de espaldas en dirección contraria a la de mi mujer.
—Maldición. — Refunfuñé lanzándome de espaldas a un costado de Lena, quien apenas lograba recomponer su respiración. — No lo puedo creer.
—Mami, mamá. — Se escuchaban unas voces pequeñitas acompañadas de los golpes estruendosos de esas bestias. — Es hora de despertar.
—Si ellos siguen con la idea de interrumpirnos, dudo que pueda agrandar esta familia. — Terminé por gruñir, recibiendo una risa suave de mi esposa. — ¡Es verdad! — Espeté con desespero. — Siempre interrumpen nuestros mañaneros, y yo no puedo funcionar sin mi mañanero.
Lena acarició suavemente mi mejilla. — Cielo, ya estoy embarazada.
—Nadie dice que no los podemos hacer gemelos. — Musité arrastrándome hasta encontrar sus caderas entre mis manos. — Además, déjame alimentar mi ego. — Cuidadosamente tiré de su cuerpo, envolviéndola en un abrazo tierno que me recomponía el alma. — Porque he de admitir que la idea de embarazarte hace que mi pecho se hinche de orgullo y que arda de deseo; me vuelves loca en cada estado, corazón mío.
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La deuda de Los Luthor. - Supercorp
FanfictionLionel Luthor era un hombre de familia, dedicado y un empresario audaz; nada hacía presagiar que un infarto lo arrebataría de los brazos de su preciada familia, y en el camino revelara todos los trapos sucios que el patriarca de Los Luthor había pat...