33. Hermanos

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El gran lobo negro corría a una velocidad inconcebible, adormecido por el frío y cegado por el dolor ante el recuerdo del rechazo más doloroso que había sentido en toda su vida.

La de su hermano.

Londres, 2134

—¡Treinta! Listo o no, ¡aquí voy!—. El pequeño Harry de a penas cinco años corrió por toda la mansión en busca de su hermano, y como una y tantas veces, no le costó más que un par de minutos para encontrarlo, no importaba que tan bien se escondiera, que tan rápido corriera, siempre lo encontraba debido a lo reconocido que tenía su aroma —¡Te encontré!

Edward bufo con fastidio mientras salía del ropero de una de las empleadas de la mansión —Me encontraste... —manifestó con aburrimiento—, juguemos otra cosa.

—¡Pero te toca buscarme! —se cruzó de brazos—. No seas un mal perdedor.

El rojo se hizo presente en las mejillas del niño y exclamo —¡No soy un mal perdedor, tú haces trampa!

—¡Claro que no! ¡Vamos juguemos una vez más, para demostrarte que no!

—¡Bien! —grito Edward con enojo y se giró sobre sus pies para correr al pasadizo.

—¡Bien!

Edward sabia que su hermano hacía trampa, pero aun así no dejaría de jugar con él.

Harry se escondió debajo de la cama de la misma habitación en la que había encontrado a su hermano, y entre inocentes risas se calló de inmediato para concentrarse y ocultar su aroma, algo que su hermano aún no sabía hacer, él se dio cuenta de su habilidad cuando se escondió de uno de los enojos de su padre y le costó encontrarlo, y aunque al principio solo lo lograba en situaciones de miedo ahora podía hacerlo cuando quisiera.

Luego de quince minutos sin éxito en su búsqueda, decidió rendirse con el enojo quemándole hasta las orejas, y no se sintió mejor cuando Harry lo asusto por la espalda.

—Se supone que tienes que encontrarme, Eddie —dijo burlesco con las manos en la cintura.

—Ya no quiero jugar —afirmo frustrado pasando sus pequeñas manos por su rostro.

Harry se alarmó cuando los ojos de su hermano se cristalizaron, nunca había visto o escuchado llorar a su hermano y ver que por poco lo hace, lo hizo entrar en razón —Ya, está bien, discúlpame, sin trampas esta vez.

Edward no le creyó del todo, pero aun así aceptó.

El mayor empezó su conteo y espero paciente a que su hermano se escondiera, aunque estaba seguro de que lo encontraría enseguida, tampoco es que le gustara hacer sentir mal a su hermano, así que se demoraría un poco más de lo habitual en encontrarlo.

—¡Treinta! ¡Aquí voy!

Edward corrió por el pasillo un tanto desesperado por encontrar un buen lugar, tanto que se imaginó su esencia esfumándose. Se escondió en la habitación de uno de los sirvientes, exactamente en un closet donde decidió sentarse y cruzarse de brazos, aunque pensó que era inútil.

Cerró sus ojos con fuerza y soltó un gran gruñido lleno de enojo y junto a eso, deseo profundamente que su hermano no lo encontrara; de pronto sintió un dolor inexplicable en el pecho, pero lo ignoro debido a su concentración de no hacer ni un solo ruido para que Harry no lo encontrara.

DOBLE ALFA | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora