Capítulo 1

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13 de junio


Me gusta pensar en mi vida como si del personaje de una película me tratase y, de ser así, este sería el principio de una saga nueva, de un spin-off

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Me gusta pensar en mi vida como si del personaje de una película me tratase y, de ser así, este sería el principio de una saga nueva, de un spin-off. Hasta ahora había tenido la constante sensación de que mi historia le pertenecía a otros, de que yo no era el dueño de mi propia narrativa. He sido un personaje secundario constante; sin evolución, sin trama, sin nada que contar. Sin embargo, hay algo en mí que me dice que eso está a punto de cambiar. El cielo está coloreado de azul celeste, las montañas ocultan la carretera que me conduce a mi destino, el olor a sal se cuela entre las rendijas del aire acondicionado y la música retumba en los auriculares mientras cruzo, de forma épica, mi propio Puente de Brooklyn. Quiero decir, este es más pequeño y debajo no hay más que una autovía, pero eso es lo de menos; lo importante de esta escena es su significado: yo, Rodrigo Muñoz, he empezado a escribir mi propia historia.

Y probablemente te estés preguntando, ¿cómo es posible que hayas tardado más de veintitrés años en convertirte en el protagonista de tu propia narrativa? Bueno, pues si haces las cuentas, te salen rápido. Desde el momento en el que nacemos hasta que terminamos el instituto, somos marionetas de nuestros padres; y sí, les estamos eternamente agradecidos por todo lo que han hecho por nosotros, es incuestionable; pero eso no le quita peso a mi statement: los primeros diecisiete años estamos en piloto automático y son otros los que toman las decisiones importantes por nosotros. Luego llegan los dieciocho y, por un momento, te crees que mandas tú. Nada más lejos de la realidad: es entonces cuando manda la sociedad. Y tú puedes ser todo lo transgresor que quieras y estudiar filosofía en lugar de derecho, pero, la verdad es que, sin saber cómo, o por qué, acabas en la universidad. Es allí donde empiezas a cuestionarte todo, a reflexionar sobre tu vida, sobre lo que te ha llevado hasta ahí y... despiertas. Sin embargo, en mi caso, cuando estaba empezando a abrir los ojos y a ser consciente de mi propia existencia, le conocí a él; y entonces, me convertí en un esclavo más del amor romántico. Y no quiero que malinterpretes mis palabras, esto último es solo culpa mía, pero tampoco es que alguien me haya enseñado a querer y a la vez a ser.

Hace dos semanas terminé la carrera.

Ayer él terminó conmigo.

Todo comenzó con una discusión sin sentido, una de esas que se escurre de debajo de una piedra y que, si te paras a pensarlo, ni siquiera eres capaz de recordar quién dijo la primera tontería. Seamos sinceros, la relación se había enfriado en los últimos meses y ya estaba empezando a coger un rumbo tóxico que ninguno de los dos estábamos dispuestos a sobrellevar. Estábamos juntos por mero costumbrismo y eso, en algún momento, tenía que explotar. Sí, era crónica de una muerte anunciada, y no, no por eso me está resultando menos doloroso; pero, lo más extraño de todo es que, ahora mismo, aquí, subido en un autobús de última hora que saqué anoche en un arrebato cargado de rabia y frustración, me siento libre. Evidentemente hay tiznes de tristeza, de melancolía, pero ninguno es el sentimiento predominante. Y, precisamente por eso, sé que este viaje es el comienzo de algo grande, un punto de inflexión que va a desencadenar la trama que llevo esperando

Cuando aprendí a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora