26 de junio — Día 1
El olor a té negro se entremezcla con el del césped recién cortado. La abuela está leyendo en la mecedora que hay junto a mí, mientras que yo simplemente disfruto del sonido de la naturaleza y de mi sabor favorito: el de la canela y la vainilla bailando sobre soja líquida, con un toque de azúcar moreno.
Ha sido un día tranquilo, y más me valía si quería mantener controlado el nudo en el estómago con el que he amanecido. En resumen, hemos estado haciendo tareas de la casa, arreglando el jardín y disfrutando de tiempo de calidad en familia o, lo que es lo mismo, cocinando, que nos encanta; y eso ha derivado en una lasaña de espinacas y pasas que estaba para chuparse los dedos. Ahora, solo quiero que el tiempo pase rápido para verle a él.
-Te noto contento hoy -me acusa la abuela sin levantar la mirada de «The Seven Husbands Of Evelyn Hugo» [46].
-Lo estoy -comprendo al instante.
-¿Por alguna razón en especial?
Su mirada asoma por encima de la gafa y ahí está esa sonrisa.
«Vamos allá», comprendo al instante.
-Pues mira, iba a ponerme a la defensiva y a darte una charla sobre por qué no hay que tener razones plausibles para estar contento, pero hoy sería mentira, así que esta es la verdad...
La abuela deja el libro sobre la mesa sin ponerle el marcapáginas y se incorpora en el sitio para quedar más cerca de mí, pero sin decir nada, todo en un silencio construido para que yo continúe con mi historia en cuanto esté listo.
-La otra noche -prosigo-, cuando no vine a dormir -soy consciente de que no estuvo bien y pido disculpas con la mirada, las cuales ella recibe de buena gana con tal de que siga-, estaba en la playa con Harry -la abuela suelta un gritito ahogado de pura emoción-. La cosa es que estábamos un poco bebidos, nos sinceramos y comprendimos que estamos en la misma situación: los dos tenemos un duelo por relaciones que han terminado hace poco -ella asiente repetidamente-. El caso es que vamos a hacer una especie de grupo de apoyo, que se traduce en pasar todo el tiempo posible juntos para no pensar en ellos.
-Qué conveniente -insinúa ella, jocosa.
Le regaño con la mirada y ella alza las manos, exculpándose.
-Hoy es el primer día -lanzo la bomba.
-¿¡Qué!? -grita ella.
-Debería de estar a punto de llegar -añado.
-¿Y qué haces aquí parado? -me regaña-. Sube a vestirte.
-Pero... -intento explicarle que esta era mi ropa para salir, pero no me deja.
-Venga, venga, venga -me apremia, echándome del jardín.
Subo las escaleras de tres en tres y, nada más llegar a la habitación, busco mi reflejo en el espejo. Llevo unos pantalones cómodos (que suelo usar para estar por casa o para hacer deporte) y una camiseta de manga corta (que está algo desgastada por el paso de los años). Visto en perspectiva, no entiendo cómo se me había ocurrido que estaba listo para ir a mi primera cita con Harry. Pero, en mi defensá, diré que no tengo ni la más remota idea de cuál es el plan y puede que vayamos a hacer montañismo, en cuyo caso, llevaría la ropa correcta.
No tardo mucho en encontrar el outfit perfecto: unos pantalones cortos negros, una camiseta a juego y las vans con los calcetines blancos de Adidas altos. No es nada del otro mundo, pero, al menos, soy yo. Me echo un poco de perfume, me peino como bien puedo y... suena un pitido en la puerta.
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Cuando aprendí a quererte
Teen FictionJunio de 2019, Rodrigo acaba de terminar el último curso de universidad y, tras meses contando los días para el que iba a ser el mejor verano de su vida, todo se tuerce. Su novio, después de cuatro años juntos, ha roto con él y Rodrigo necesita hui...