20 de junio
La película termina, algunos niños aplauden y la abuela y yo nos buscamos sonrientes porque, la verdad, ha sido súper divertida y bastante entretenida. Bien es cierto que yo he tardado un buen rato en conectar con la historia porque estaba perdido en la vorágine de sentimientos que me provoca Harry, pero, al final, he conseguido enterarme de casi todo.
Poco a poco la sala se va vaciando, pero yo tengo que esperar a que la abuela salga del baño (que no aguantaba hasta la casa). He aprovechado para llevar la bandeja a la barra y el muchacho me ha vuelto a poner ojitos mientras me daba las gracias. Tengo que reconocer que me gusta sentirme deseado y que el chaval es mi tipo, por lo que, en cualquier otra situación, probablemente, le hubiese dejado un papelito con mi Instagram de forma despistada, pero no; lo siento, joven atractivo del bar, tengo otras cosas en la cabeza. Como, por ejemplo, que el cine está vacío porque la otra película terminó unos minutos antes que la mía y, en consecuencia, me he quedado sin cita improvisada.
—¿Vamos? —me pregunta la abuela, apareciendo de la nada.
Yo asiento en silencio y la sigo hacia la puerta, perdido en mi cabeza (una vez más). Echo un último vistazo al chico de la barra que, con un tímido gesto de mano, se despide de mí; yo le imito por inercia y salgo del lugar.
—¡Rodrigou! —la voz me trae de vuelta al mundo real y me encuentro con Lisa y Harry esperándome en un poste de luz cercano.
Una sonrisa se me dibuja en el rostro casi sin querer.
—Pásatelo bien —dice la abuela de pronto, saludando con un gesto afable a los gemelos y echando a andar hacia el coche; sin mí.
—Pero... —intento quejarme.
—¡Nos vemos mañana! —y desaparece callejón arriba.
«La abuela y sus conspiraciones», pienso para mis adentros.
Inspiro todo el aire que me cabe en los pulmones y, haciendo de tripas corazón, me dirijo hacia ellos con paso irregular. Siento que me van a explotar las mejillas, que las manos me tiemblan y que mi sonrisa está a medio hacer; incluso siento la necesidad de darme la vuelta y salir corriendo, de meterme de nuevo en el cine para pedir asilo al chico del bar (que creo que aceptaría de buena gana); pero no lo hago, porque ya he llegado hasta aquí, he dado el paso, la parte difícil está hecha.
—¡Qué bien que te hayas animado! —exclama Lisa pletórica.
Es en este momento cuando comprendo que esta es la energía de Lisa, que no está emocionada, o entusiasma, que simplemente es así. Me gusta, su sonrisa me transmite muchas cosas bonitas, como la de su hermano que, precisamente ahora, está mucho más taciturno que de costumbre.
—Sí, gracias por invitarme —se me ocurre decir.
—Es un placer —me agarra de los hombros para encaminarnos hacia el lugar—. Lo que no entiendo es por qué Harry no te había dicho nada antes. El chico es un poco rancio, ¿sabes? Pero tú ni caso —y se me acerca al oído para susurrarme—. Si se mete contigo, tú me avisas que yo le paro los pies —se ríe de su propia broma y busca a su hermano jocosa.
—¿Qué te está disiendo ya? —pregunta, intrigado.
—¿Qué te está disiendo ya? —le imita ella—. Cosas nuestras. No lo entenderías —me mira y me guiña un ojo.
Yo me limito a sonreír y a caminar porque no quiero meter la pata, porque acabo de conocer a Lisa, porque ni siquiera conozco a Harry y, para ser honesto, con cada paso que damos me vuelvo a preguntar qué estoy haciendo allí.
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Cuando aprendí a quererte
Подростковая литератураJunio de 2019, Rodrigo acaba de terminar el último curso de universidad y, tras meses contando los días para el que iba a ser el mejor verano de su vida, todo se tuerce. Su novio, después de cuatro años juntos, ha roto con él y Rodrigo necesita hui...